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La magnitud de la basura

LIBROS DE AYER Y HOY

Ni Charles Dickens hubiera escrito una biografía como la que Wikipedia le dedica a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Asesinatos planeados, crímenes de trabajadores, despojo, vandalismo, prostitución, proxeneta de políticos, uso de recursos públicos, simulación electoral a través del juanismo, y mucho más; todo, para aposentarse como ¡presidente del PRI en el DF!

Cuauhtémoc-Gutiérrez

Como dato curioso está su intención de tapar el volcán de la Sierra de Santa Catarina, con camiones de basura. Menos mal que el Popo está más lejos. Los datos fueron tomados de los más importantes medios de México y otros países, que tienen reporteros calificados que fincan su profesión en la investigación y la seriedad de la fuente, pero que también encumbran cuando es necesario, la necesidad del secreto profesional.

Se mencionan en la Enciclopedia libre de Wikipedia informaciones de Proceso, El País, Excélsior, El Universal, Sinembargo, redes noticiosas, etcétera, todo girando en torno de un excelente reportaje realizado en 2014 por Carmen  Aristegui y su equipo, cuando estaban en Multivisión. Esa biografía se inicia con un niño que nace en la basura, uno de los múltiples hijos de un hombre llamado Rafael Gutiérrez, El rey de la basura, personaje infame, violador, golpeador de mujeres, ejemplo inicuo para los hijos que giraban en torno suyo, como Cuauhtémoc y cuya conducta le causó la muerte violenta por una de sus esposas, Martha García.

La mujer le cobraba  la violación de su sobrina  de 16 años y le añadía las múltiples violaciones de niñas y jovencitas durante los once años que vivieron juntos. Los oscuros pasadizos de basura y miseria que describe el inglés Dickens, aparecerían brillantes y alegres ante esa descripción. La realidad superando a la ficción, y  defendida por otros periodistas y comunicadores que lo consideran inocente y le dan tribuna en sus espacios.

La acusación hecha por Aristegui fincada en entrevistas de resguardo personal – por lo peligroso del personaje  e intereses que lo protegen-, de ejercer la trata y utilizar guapas edecanes muchas de ellas empujadas por su pobreza, ha ido bamboleándose entre formalismos jurídicos, servilismos al poder, encubrimientos de quienes gozaron y disfrutaron de la situación

–¿cuantos personajes de varios partidos estarán inmiscuidos en esa doble moral-, e incluso la que fue hecha por el PRD señalando uso de fondos públicos para esos menesteres, ha sido rechazada, unánimemente, por el Instituto electoral de la Ciudad de México. En ese inter, Gutiérrez de la Torre ha seguido al frente del PRI con personas de su confianza, y ahora se yergue, retador y puro, para exigir disculpas públicas de Aristegui.

Si ya se invitó a Trump, el denostador de los mexicanos, ¿para que extrañarnos de estas historias del PRI? Charles Dickens -1812-1870, considerado uno de los grandes escritores universales, fue en sus orígenes, como muchos otros de su talla, un periodista.

En esa visión cotidiana de la noticia, de una Inglaterra que entraba  a la etapa industrial y dejaba a millones de seres atrapados en su miseria, se fueron nutriendo sus historias, primero descriptivas, sociológicas, después más comprometidas con  su entorno social. Historias que como las de Balzac se fueron editando  por entregas en el taller-periódico de un suegro accesible, cuya hija, su primera esposa, le dio diez hijos.

Así surgieron, David Copperfield que se considera en parte su autobiografía, Grandes Esperanzas y Oliver Twist– que han sido llevadas a la pantalla varias veces, entre otras de sus obras -, Historia de dos ciudades, Cuento de navidad, y muchas más, sin olvidar la alegre recopilación de Los papeles póstumos del club de Pickwick.

Veleidoso y enamorado, Dickens abandonó  a su primera esposa con diez hijos y se juntó varias veces – no existía el divorcio-, en medio de escrituras alucinantes, obras de teatro en las que actuaba y presentaciones públicas de libros.

Murió relativamente joven, a los 58 años y fue enterrado donde solo grandes personajes son llevados: la Abadía de Westminster. Otros grandes escritores de su época, como Wilkie Collins, que era su amigo, sufrieron la desgracia de ser avasallados por el genio de la época.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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