LIBROS DE AYER Y HOY
La impunidad está creando graves secuelas en el país. Es preocupante que la medieval venganza privada se reproduzca cada día con más fuerza.
Muy seguido sabemos de linchamientos y de agresiones de diferentes tipos a presuntos delincuentes que son sorprendidos por miembros de una comunidad que ejercen la justicia por su propia mano.
Un pasajero acaba de matar a cuatro asaltantes en la carretera México-Toluca y unas mujeres mataron a ladrillazos a un presunto ladrón en Aguascalientes; se desnuda a presuntos ladrones, se les golpea y recientemente les cortaron las manos a varios de ellos, en hechos de los que las autoridades suelen hacerse las omisas como respaldando esas conductas.
Las que por cierto están inspiradas precisamente en la omisión de esas autoridades que han implantado la impunidad o una justicia en la que muchos no creen lo que obliga a usar medidas por mano propia.
Algo que llama la atención, es la exacerbación en la redes para que se practique esa conducta y que sean personas de cierto nivel cultural las que la apoyan.
Aquella vetusta venganza privada que se apoyaba en el llamado Juicio de las Ordalias o en la Ley del Talión mecanismos que no daban ninguna salida real al infractor, fue superada supuestamente por la venganza pública apoyada por teóricos como el Marqués de Beccaria y los enciclopedistas franceses, que tenía como punto de partida la ley.
Sólo se podía sancionar a partir de tipos penales previamente diseñados. Los conflictos sin embargo siguieron porque el problema no es la teoría sino el ser humano.
Surgieron tesis más avanzadas, la humanitaria, la científica y otras de corte más moderno, pero la tortura sigue, las desapariciones siguen y las cárceles están llenas de reos que padecen prácticas inhumanas.
Los poderes en función no han entendido la vieja teoría de Beccaria, de que el humanismo aplicado incluso al ser más infame, se proyecta a una sociedad y ésta vislumbra otra forma de comportamiento.
Quien es humano con lo peor de un entorno, con más razón lo será con los demás.
En México eso ha pasado de noche, los reportes de Amnistía Internacional sobre el aumento de la tortura, son un ejemplo.
La venganza pública se expone no solo a través de la ley: se aplica políticamente a los opositores, como se vio en el caso de los maestros.
Lo de Ayotzinapa y Tanhuato son otros ejemplos, pero además se hace a través de declaraciones como acaba de hacerlo la cúpula militar para vengar el caso de los soldados muertos en Sinaloa.
Otro caso absurdo es el planteado por el PAN para darle la medalla Belisario Domínguez al ingeniero Gonzalo Rivas, fallecido en una gasolinera en 2012 durante un bloqueo de normalistas.
Se ve como una forma de quitarle impacto al terrible caso de los 43 normalistas, en forma de venganza encubierta culpándolos del deceso.
La propia esposa del ingeniero se lanza contra los normalistas, sin pruebas plenas. La venganza pública se escuda no solo en el concepto sino en algo que va más allá, el deseo de demostrar poder contra adversarios, una forma de castigo, como fue, por ejemplo, el refrendo de Alfredo Castillo en la Conade cuando miles exigían su despido.
Ese más allá puede encubrir el caso de Guzmán Loera –cuya esposa ha denunciado mala atención–, al que se aplica no solo la venganza de la ley a través de la cárcel, sino algo que puede tener la intención de que no pueda ser extraditado a Estados Unidos.
De entrada el viejo Testamento parece pronunciarse en contra de la venganza privada, aunque le deja a Dios esa tarea (cosa que teóricamente debería de ejercer el Estado moderno al aplicar la ley).
En Romanos 12 versículo 19 se publica: “Nunca os venguéis vosotros mismos, sino dar lugar a la ira de Dios, porque está escrito, mía es la venganza, yo pagaré, dice el señor”.
También en el Deuteronomio 32/35 se usa la frase y de hecho se mencionan alrededor de 30 versículos en los que se habla de la venganza de Dios.
Algunos autores han utilizado la frase para titular sus obras, uno de ellos el inglés autor de libros para niños Roald Dahl, en el libro humorístico, “La venganza es mía”, S.A. (Editorial Debate 1995).
Otro libro que fue famoso hace tres o cuatro décadas, es La venganza es mía de Mickey Spillane, el creador del detective Mike Hammer que tuvo incluso un programa de televisión.
Spillane quiso competir en la novela negra con los grandes del género, pero nunca llegó a tanto. Además, se le calificaba de escritor anticomunista.
No obstante ese libro y Yo, el Jurado, con título de alegoría bíblica también, le dieron cierta cobertura.
Una venganza en esos casos, estrictamente personal.
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