Ponencia de la periodista
Guadalupe Thomas, en el
Octavo Encuentro de Periodistas de Oaxaca, 2016
OAXACA, OAX., noviembre 25.- Se dice que sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia.
Una de nuestras funciones es contribuir a que el ciudadano confronte su realidad con la de otras voces en la vida cotidiana.
En el caso de los gobiernos, los medios ofrecen un parámetro a partir de esa voz de la sociedad.
Es tal la causa que hoy nos reúne en este octavo encuentro de periodistas al que se ha convocado a especialistas, académicos, empresarios, funcionarios y representantes de partidos políticos.
Hablar de periodismo, pero también compartir desde nuestras perspectivas cuáles son los saldos de este gobierno que fenece en medio del caos y de una crisis económica, quizá la más grave de las últimas administraciones.
Hemos querido pasar de las conversaciones de café, a un encuentro abierto que comparta experiencias y circunstancias.
En estos días ha sido una constante hablar de crisis y escuchándolos nos damos cuenta que ésta no es sólo en los medios.
Las calles de Oaxaca han sido testigo de innumerables protestas, reclamando pagos a esta administración saliente.
Gabino Cué, el gobernador de Oaxaca que en unos días pasará a ser parte de la historia de nuestra entidad como el primer gobernante surgido de una propuesta política opositora al PRI, ha dicho que ya ha explicado a su sucesor la razón de la falta de pagos, pero la pregunta es: ¿quién más lo sabe? ¿quién más lo entiende? ¿qué pasó con el recurso que se dice fue histórico en esta administración?
La explicación sobre el manejo de los recursos públicos ha quedado pendiente.
Hasta el momento no hay información clara y precisa sobre el tema, lo cual supone una contradicción en un gobierno que ha sido reconocido por organismos internacionales como transparente.
La falta de información sitúa al periodismo en una disyuntiva.
La sociedad exige medios que digan la verdad, pero esta labor no se puede cumplir cuando no existen los mecanismos para acceder a ella.
Lo más que hemos hecho hasta ahora es replicar esas voces y saber que hay empresas al borde de la quiebra, que en Oaxaca no hay circulante y que tuvimos un presupuesto histórico, como histórica será la opacidad con la que transite la presente administración.
En este contexto, una pregunta que nos hacemos muchos es ¿qué ha pasado con el periodismo en Oaxaca?
La conclusión es que aún cuando no cerremos una calle o protestemos con una pancarta, somos uno de los sectores afectados.
El periodismo en Oaxaca está en crisis.
Una crisis que se acentuó en esta administración, por una clase política cínica que sustentada en una falsa apertura democrática sólo utiliza a los medios para sus fines; ayuntamientos, empresas, instituciones que tienen como justificación el ‘no tengo dinero’ que deriva de una supuesta falta de pago.
Esta situación que comparten empresarios, comerciantes, trabajadores, diversos sectores que protestan en la calle no nos es ajena.
Por eso es imperativo hablar de periodismo y de transición en esta etapa, en la que inicia una nueva administración, pues hay prácticas que deben desterrarse de los gobiernos que se digan democráticos, no sólo por demagogia, sino en hechos concretos y tangibles.
En Oaxaca pasamos de la euforia a la decepción; al término de esta administración vivimos una crisis que ya no sólo es social como la vivimos en el pasado, sino económica y que deriva de un mal gobierno.
Puede ser una apreciación a priori, que contraprone las cifras oficiales, pero un gobierno que obtuvo el voto popular a partir de la oferta de paz y progreso, no tendría razón para concluir así su mandato.
En el caso de los medios de comunicación, la crisis que se vive no sólo es económica, esa que deriva de la caída de la venta directa y el gasto publicitario, la suspensión de pagos y la centralización de los contratos.
Mucho más grave es la crisis por el contexto en que se desarrolla el trabajo de los medios.
En Oaxaca, el reportero de a pie, el que nutre la información a las redacciones, está expuesto a distintos factores que hacen mucho más compleja su labor.
Para la mayoría de la sociedad, producto de esa falta de credibilidad, el periodista sirve a los intereses ajenos a este y fustiga a los comunicadores; para los poderes fácticos, somos un instrumento útil de divulgación al cual vapulean.
El ejemplo más claro es la Sección 22 del SNTE, uno de los poderes fácticos que cogobernó estos seis años y que sin respeto alguno grita ‘prensa vendida’ a quienes en esa idea romántica de cumplir con el deber de informar se enfrentan a sus amenazas e, incluso, a sus agresiones directas.
Según datos de la Sociedad Interamericana de Prensa, entre el 2000 y el 2016, México ocupó uno de los primeros lugares en agresiones a periodistas.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos contabilizó hasta esa fecha a 118 periodistas asesinados, 20 desaparecidos desde 2005 y 49 ataques reportados desde 2006.
De esos, 167 casos han sido perpetrados por gobiernos municipales, estatales y federales. Y en los ataques reportados, Oaxaca engrosa esta cifra.
En México, un periodista es atacado cada 22 horas, lo cual en Oaxaca es una constante ya que no existen las garantías para la realización del trabajo como parte del contexto caótico que se vive en la entidad.
Por un lado, en la calle, está el riesgo para cumplir la labor de informar. Por otra parte, los funcionarios públicos de esta administración, en su mayoría, tuvieron un gran desprecio por la prensa.
La premisa de informar en forma transparente y clara no se cumplió a través de ellos.
Si algunos de quienes están por entregar sus cargos ni siquiera se han dado a conocer y mucho menos se sabrá la forma en que usaron los recursos públicos.
En muchos de los casos, si bien enviaban un comunicado a la redacción, este estaba mal escrito, sin cumplir con los parámetros mínimos que exigen las reglas periodísticas, como es el caso de la Procuraduría o algunas otras dependencias que se deberían regir por la ética profesional, esta que se rompe cuando sólo se privilegia la información para unos cuantos.
Esto, que ya no debería suceder, pasó también en esta administración.
La consideración de que sólo un comunicado de prensa cumple con esa tarea de informar es pobre e incentiva la opacidad.
Lo mismo que ser juez y parte, pues el comunicador oficial debe tener muy claro el límite entre la labor de un periodista y viceversa, y no actuar en la dualidad de las funciones que mina la tarea de los comunicadores.
Más allá del contenido informativo de las diferentes áreas de prensa, la centralización en la coordinación de comunicación social en una supuesta reducción de recursos destinados a medios, generó la proliferación de las oficinas de comunicación social en las dependencias que sólo hizo crecer la burocracia, un gasto inútil, pues no hubo esa vinculación con los medios y menos con la sociedad.
Es aquí donde se vale preguntar ¿son los medios o la política? Como han analizado especialistas en la materia, gobernar es hacer y comunicar, pues el que hace y no comunica es como si no hiciera, y el que no hace ni comunica, es como si no gobernara.
Así pues, en el análisis debemos plantear si son los medios los que han promovido la percepción del desastre económico en Oaxaca, esa crisis que hoy se siente en los bolsillos de cada oaxaqueño, o si es una administración que no cumplió con las expectativas aunque se muestren cifras que van en contracorriente con lo que se vive de manera cotidiana.
Es cierto que en el periodismo necesitamos redefinir objetivos y superar esa pérdida de credibilidad ante la sociedad, pero también es cierto que es relevante saber qué acontece con otros sectores y analizar el saldo de un gobierno cuya percepción es que incumplió.
Hoy se convocó a diversos sectores, porque estamos seguros que el entendimiento es esencial para reivindicar la labor periodística en Oaxaca, pero también para darnos cuentas que compartimos mucho de las situaciones cotidianas.
Se habla de manera reiterada de reivindicar el auténtico periodismo, el que busca la verdad, pero qué tan posible es esto cuando se carece de anunciantes y patrocinadores que no estén vinculados a esos poderes oficiales.
¿Se puede contar con un periodismo fuerte sin empresas fuertes en lo económico y que también dependen en su mayoría del recurso gubernamental?
Es el momento de repensarnos y de reiterar la petición de que haya reglas claras para la distribución de la publicidad oficial, que se entienda ésta como algo lícito y no se observe cada administración supuestas listas de comunicadores o empresas que se dicen beneficiarias de un gobierno, sin que esto sea una realidad.
Conocer de manera abierta la relación prensa-gobierno es también parte de las exigencias de la sociedad; sin embargo, esto no será posible si no existe un claro entendimiento de los medios y su función en una democracia como la nuestra.
El periodismo no es sólo el que sirve a poderes oficiales o fácticos, es el que ha hecho posible que el ciudadano tenga voz y se escuchen sus problemas, el que coadyuva en el análisis económico, político y trata de contribuir a entender esta realidad cambiante
Por eso es importante situar al periodismo y al periodista dentro de este contexto y saber cuál es su función.
La falta de credibilidad no sólo es a los medios, sino a los gobernantes que ofrecen altas expectativas sin acercarse siquiera al mínimo cumplimiento de lo ofrecido.
Será la sociedad la beneficiaria de un periodismo fuerte, enriquecido con voces ciudadanas, si se empieza esta interacción e incluso colaboración solidaria.
Como lo señala el código ético de la Unesco: “La tarea primordial del periodista es servir a la población en su derecho a la información veraz”.
Sean ustedes bienvenidos a este encuentro.
Muchas gracias.
Como escribió Kapuscinksi:
A nivel artesanal, como sucede con el 90 por ciento de los periodistas, no se diferencia en nada del trabajo común de un zapatero o un jardinero. Es el nivel más bajo. Pero luego hay un nivel más elevado, que es el más creativo: es aquel en que, en el trabajo, ponemos un poco de nuestra individualidad y de nuestras ambiciones. Y esto requiere verdaderamente toda nuestra alma, nuestra dedicación, nuestro tiempo.