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Censura oficial en las playas

LIBROS DE AYER Y HOY

Mientras la torpe decisión de los gasolinazos cimbra al país, las playas donde reinan los extranjeros y las empresas privadas, viven la paz de los sepulcros.

huatulco

En Huatulco, pequeño paraíso que fue entregado desde hace tiempo a los grandes inversionistas, no se vende prensa escrita.

En una encuesta que realicé entre empleados de hoteles y gente del pueblo la respuesta fue coincidente: hace tiempo que se dejaron de vender periódicos y revistas -ante todo críticos- y “el gobierno prohíbe que en los grandes hoteles se exhiba y venda prensa escrita”.

La confirmación fue hecha en siete días recorriendo bahías, hoteles y tiendas de esos poblados.

No pude comprar ningún periódico, por la sencilla razón de que no había, ni siquiera en las instalaciones del aeropuerto, mucho menos en las cortesías de los líneas aéreas. Oaxaca y su turismo se cuecen aparte en un país convulsionado.

Las playas concesionadas -o quizá escrituradas como lo propuso Manlio Fabio Beltrones cuando fue legislador-, están solo a disposición de los grandes comerciantes de ese turismo.

Las pocas que quedan libres, están sin instalaciones, sucias y solo pueden utilizarse si se cobija uno en un restaurante que como buitre avizor contempla al turista en espera de su llegada.

En los grandes consorcios hoteleros como Barceló, Camino Real y otros, instalados lujosamente en Tangolunda, el turismo extranjero canadiense y gringo campea robusto, omiso ante los mexicanos, tragón y poco comunicativo.

Lee libros de bestsellers. Ningún periódico o revista mexicana a la vista y diez mil pesos la noche para esos extranjeros y mexicanos ricos,  que pueden pagarlos.

Si el inglés William  Somerset Maughan viviera, se daría cuenta que toda aquella denuncia literaria que hizo en sus libros muchos de ellos llevados al cine, como Lluvia, Servidumbre Humana, El velo rasgado, La carta, entre otros-, sigue vigente y es bien aprovechada en las playas del país, a favor.

Mientras el hombre blanco que posibilita el ingreso de dolares para paliar nuestra triste economía, disfruta y come los pantagruélicos alimentos, los nativos de rostros morenos y actitud siempre gentil, son los que realizan y aplican esa servidumbre humana que posibilita tristemente, la vida de los países pobres.

Oaxaca y Guerrero son ese emblema, pero no la excepción. En esos hotelazos que se apoderaron de lo que la constitución considera –¿considera aún?– propiedad básica de la nación, los nuestros, los verdaderos dueños son los servidores, los sirvientes del gran dominio capitalista que ejercen los estados poderosos.

Y ahí están cocineras, meseras, cajeras, empleados de mostrador, choferes, todos, entregando su mejor sonrisa para que el país sigue existiendo.

La literatura de Maughan tuvo una larga época -el murió a los 91 años en 1965-, y estereotipó las historias del extranjero que explota las colonias y se nutre de los servicios del nativo chino, hindú y quizá lo hubiera hecho de nosotros si hubiera escrito sobre México.

Son clásicas ls reacciones de venganza ante esa actitud, de los chinos, en La Carta o en esas historias que pueblan sus cuentos, o sus biografías como la de Paul  Gauguin en La luna y seis peniques, en los mares del sur.

Aunque para los remilgados pueden estar desfasadas, las denuncias que se desprenden de esos enfoques, siguen vigentes. Y lo acabamos de ver en las playas de Huatulco.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

 

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