LIBROS DE AYER Y HOY
Ciento cuarenta y cinco (145) reformas llevaba en mayo pasado el señor Enrique Peña Nieto, más la próxima, de los militares, que se espera se agregará en febrero y las que se acumulen en lo que queda del sexenio.
Cuatrocientos cincuenta y tres ( 453) reformas han hecho los últimos cinco presidentes –de 21 que ha habido desde 1917– en 28 años, mucho más de la mitad de las 697 reformas que se le han aplicado a la norma máxima, convirtiendo el fundamental documento en una ley para consumo personal.
En favor de esos señores puede decirse que no son ni fueron autárticos: necesitaron para sobrevivir del parchado y manoseado librito.
Este les dio un poder legislativo que fabrica las leyes a modo, sometido a partir del Artículo 73 –uno de los más cambiados del mundo–, y que llevaba hasta el año pasado 71 reformas para adecuarlo a los intereses del momento; un poder judicial controlado y desde luego, del apoyo normativo de uno que otro factor de poder que se adapta a la ley- la iglesia y los empresarios por ejemplo-, y a las necesidades del gobierno.
A unos días de que la Constitución Mexicana cumpla cien años de su promulgación -5 de febrero de 1917, con miles de ediciones de las más variadas editoriales- puede decirse sin temor a equivocarse, que la gran mayoría de sus artículos no se cumple.
La parte dogmática de los primeros 29 artículos, es la más violada y la orgánica se adapta a las circunstancias y sus términos formales suelen aplicarse de acuerdo a como lo van necesitando los regímenes.
Nacida tras un proceso doloroso en el que murieron millones por una causa libertaria, la norma fue nutrida de enormes y justos anhelos y se irguió como un pacto- este si auténtico en ese tiempo-, para bloquear la entrada a los tiranos. Vano intento.
Si se analiza con precisión, se verá que la norma plantea un mundo ideal, un sueño impensado, un paraíso del cual, a la postre, los únicos ángeles caídos hemos sido los mexicanos.
Puede asegurarse, también, sin temor, que la constitución es uno de los libros menos leídos en México.
Tiene párrafos, para que negarlo, que ni John Milton el poeta inglés hubiera escrito, quizá de algún desvalagado constitucionalista que fungió de poeta, pero el resto es pesado, farragoso y no vale ni siquiera la pena inmiscuirse en esa retahila de transitorios que anuncian los parchazos a la casi la totalidad de los 136 artículos.
A aquellos, desde luego, nadie está obligado, pero si a esos 136 artículos que la signan y que el mexicano debe conocer, al menos para enterarse de sus violaciones.
Ante la cercanía de un aniversario que nos imaginamos precisará de fanfarrias, se han nombrado varias comisiones para “reflexionar” sobre esa biblia mexicana a la que le han agregado algunos apócrifos.
Una comisión se integró en el Senado, otra entre notables del derecho, teóricos e intelectuales que navegan entre la necesidad de darle un soplo de renovación o de plano, hacer otra carta magna.
Desde tiempo atrás, algunos personajes, Cuauhtémoc Cárdenas entre ellos, han planteado la necesidad de un nuevo constituyente, pero el que está en marcha en la Ciudad de México – a nivel local-, con sus asegunes, advierte de la complejidad de una tarea de ese tipo.
Más, cuando no existe la exacerbación del espíritu que campeaba en 1917 ¿Plantear una nueva constitución en un país con los problemas actuales, sin metas sublimadas, sin liderazgos firmes, sin verdaderos anhelos de cambio? Como dirían los procaces, sin ánimo legaloide, ¡esta pelón!.
laislaquebrillaba@yahoo.com.mx