LIBROS DE AYER Y HOY
Cada día se suman centenares, algunos vienen encadenados como si fueran los peores criminales. El gobierno mexicano que los expulsó, que los obligó a ser exiliados con el eufemismo de migrantes, les ofrece ahora oportunidades y hace huecos en la pobreza para cubrirlos. Pero no hay mucho que ofrecer.
En algunas escuelas de la frontera el número de niños repatriados, la mayoría que no habla español, rebasan los locales estudiantiles. Solo en Nuevo Laredo, según medios de la zona, hay 7 mil nuevos alumnos recién llegados, con problemas de idioma. De acuerdo a académicos de renombre, en todo el país puede generarse una crisis peor en la educación.
En sus Notas del autor, de la obra Exiliados, James Joyce, sostiene que “una nación impone una pena a aquellos que se atreven a abandonarla pagadera al regreso”. En el caso de los migrantes parece un contrasentido. Los que carecen de oportunidades y se van en busca de ellas, “no se atrevieron” a abandonar a su patria. La patria y los gobiernos los expulsaron.
Pero la segunda parte de la aseveración del escritor irlandés si tiene razón. Ahora todos esos fugitivos a fuerzas, regresan a su país, diferente al que acudieron, sin trabajo, sin nada y serán penalizados al encontrar lo mismo o peor que dejaron al irse. Tendrán, además, que comenzar desde abajo.
En la mira están cerca de 700 mil de seis estados de los 3 millones que están en la lista de Trump. Las marchas con migrantes de manos caídas para demostrar lo que harán los gringos sin su trabajo, abre los ojos a varios sectores, pero la expulsión sigue. Es como una exudación al revés, del hombre con facultades extraviadas que preside aquel país.
Entre las organizaciones no gubernamentales que se están sumando para apoyar a los que regresan, hay abogados que tienen en sus manos el difícil papel de los formalismos. Hay muchos padres de familia que están legalizando la doble nacionalidad de los niños que nacieron en Estados Unidos y parece que no hay rapidez ni respuesta adecuadas. Es algo que agarró de sorpresa a los poco previsores gobiernos federal y estatales. Serán miles de niños los que necesitarán esa gestión, aparte de las que tendrán que hacer los mayores. Un enredo.
James Joyce escribió Exiliados ( Bruguera Libro amigo 1983) antes de hacerlo con su obra maestra Ulíses. Es una obra de teatro de tres actos con cuatro personajes centrales que agotan diálogos acusadores entre reclamos amorosos intercambiables. El principal de ellos Richard Rowan, dejó su país -se exilió-, “en sus horas más difíciles” lo que suena a reproche y ha regresado para empezar de cero, pese a ser un gran académico y escritor.
Como suele acontecer en esos casos y les pasará a muchos de los repatriados, tienen que pedirse favores a los que ejercen el poder. Joyce hace un juego con el término exilio, no solo a partir de la concreta salida de un país por cuestiones personales, políticas o económicas. Lo vincula a una huida de si mismo, una liberación de todas sus cadenas, lo que al final no logra agobiado por sus dudas.
El periodista Robert Hand otro de los personajes, hace la distinción del exiliado en uno de sus escritos: “Hay un exilio económico y otro espiritual. Están todos aquellos que lo abandonan (al país), en busca del pan que el hombre necesita y están esos otros, sus hijos más distinguidos, que se marchan buscando en otras tierras ese alimento del espíritu…”.
Joyce hace en las Notas del autor al final del libro, una explicación de sus metáforas y la influencia que tuvieron en él, los más diversos escritores, entre ellos Rabelais, Moliere, Swift e Ibsen. Me gusta la frase que dice en el tercer acto el propio Richard ante las dificultades de su regreso y que quizá será dicha por muchos de los que tendremos de regreso en México; “Me quedo aquí. Es demasiado pronto para desesperar”.
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