+ Su elección representa un cambio generacional largamente esperado en la política francesa, donde las mismas caras han dominado durante años.
PARÍS, mayo 7.- Pasaron sólo tres años para que Emmanuel Macron creciera de ser un desconocido consejero del gobierno a ser elegido el jefe de Estado más joven de Francia desde Napoleón.
Ganó el domingo, varios meses antes de cumplir 40 años, como un centrista que rompió con el sistema constituido, evitando la oleada de nacionalismo económico y político que ayudó a Gran Bretaña a votar por el “Brexit” y a Donald Trump a ser elegido presidente de Estados Unidos.
Su elección representa un cambio generacional largamente esperado en la política francesa, donde las mismas caras han dominado durante años.
Será el líder más joven en las principales naciones del Grupo de los Siete (G7) y ha sido comparado con otros jóvenes, como el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, el ex primer ministro británico Tony Blair, e incluso el fallecido presidente John F. Kennedy de Estados Unidos.
Muchos atribuyen el asombroso ascenso de Macron a un anhelo profundo por un rostro fresco, junto con un raro mensaje de optimismo en un país que ha estado obsesionado con el declive nacional.
“Su campaña ha sido como una terapia de grupo para convertir a los franceses en optimistas”, dijo el escritor Michel Houellebecq.
El inesperado desplome de muchos de los oponentes tradicionales también fue importante, pero Macron tuvo un agudo sentido táctico para aprovechar la oportunidad.
Macron parecía destinado a un ascenso constante en las filas del poder francés cuando decidió aplicar sus habilidades como banquero de inversiones al mundo de la política.
Pero desde que emergió en agosto de 2016 después de sólo dos años como ministro, ha aprovechado el desencanto generalizado para transmitir un fuerte mensaje contra el poder establecido.
A pesar de haber estudiado en prestigiosas escuelas francesas, de hacer una fortuna por intermediar una operación de 10.000 millones de dólares para Rothschild y de formar parte de un Gobierno socialista bajo el mando del presidente François Hollande, su mensaje le dio resultado.
“Francia está bloqueada por las tendencias de su élite de interesarse por sí misma”, dijo ante simpatizantes en un mitin en Pau, ciudad del sur de Francia, antes de bajar la voz y añadir: “Y les contaré un pequeño secreto: lo sé porque fui parte de ella”.
BRECHAS
Después de Rothschild, se unió al equipo de Hollande en el Elíseo en 2012 y no pasó mucho tiempo antes de convertirse en ministro de Economía.
Allí criticó las vacas sagradas del “modelo social”, como la semana laboral de 35 horas, la protección blindada del empleo y los trabajos de por vida en el servicio público.
Los mensajes lo han convertido en uno de los políticos más populares de Francia, lo que es un gran logro para un ex banquero en un país en el que muchos desprecian las altas finanzas, pero mucha gente de la izquierda tradicional sigue desconfiando de él.
Macron dice que su ambición es cerrar la brecha entre izquierda y derecha que divide desde hace mucho tiempo a la política francesa.
Cuando dimitió como ministro de Economía en agosto de 2016 para montar desde la nada el movimiento político “En Marche!”, muchos críticos lo consideraron, en el mejor de los casos, como una estrella fugaz con los días contados.
Sin embargo, el caos del partido socialista y el escándalo financiero en el que se sumió el candidato de centroderecha, François Fillon, propició que Macron se perfilara como uno de los favoritos para la elección.
Con Fillon y el candidato de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon derrotados en primera ronda, su principal rival al Elíseo fue Marine Le Pen, la líder de extrema derecha del Frente Nacional, a quien derrotó por un amplio margen.