OAXACA, OAX, julio 16.- Era chamaco cuando las escaleras para ascender al Cerro del Fortín estaban cubiertas de tierra y obligadamente teníamos que subir y bajar por ahí, en los Lunes del Cerro, cuando no había auditorio, sino una planicie de tierra llamada “Rotonda de la Azucena”, donde grupos de escolares participaban con tablas gimnásticas y entonaban las “Mañanitas oaxaqueñas”.
Las tablas gimnásticas eran preparadas con anterioridad con grupos de niños y niñas por el maestro Manilla, que entonces atendía el tercero o cuarto grado de primaria en la Escuela “Andrés Portillo”, que estaba en una de las calles de Morelos, allá por los años 1946-47.
La asistencia a las fiestas del cerro era obligada. En la escuela impartía clases de música el maestro Gabino García Pujol, quien dominaba el violín y frente al grupo de escolares, niño que daba guerra o desatendía indicaciones de don Gabinito, recibía un golpe en la cabeza con el arco del instrumento que tenía en sus manos.
Teníamos que cantar en el cerro las Mañanitas oaxaqueñas, letra de Juan Vasconcelos y música de Samuel Mondragón; también en forma obligada asistíamos con el uniforme de color blanco –camisa y pantalón– y en aquellos tiempos llovían grandes aguaceros, como si fuera parte de las festividades.
Era chiquillo –9 ó 10 años de edad– y generalmente nos acompañaban nuestros padres. En mi caso era mi mamá la que había subido al cerro, en espera de regresar por la tarde a nuestras casas.
De subida, las escaleras terminaban en el puente construido bajo la carretera, para luego continuar hacia la Rotonda, donde se festejaba el Lunes del cerro, pero por la tarde –4 ó 5– se soltaba la lluvia y a buscar un lugar dónde protegerse, que generalmente era el mismo puente y para entonces se formaban tremendos lodazales.
Zapatos y pantalones se ensuciaban y la lluvia ponía fin a la celebración del Lunes del Cerro. Recuerdo que las calles de Crespo que llevaban a las escaleras eran de tierra y por ahí corrían grandes volúmenes de agua de la lluvia.
Por la mañana del lunes también se efectuaba una carrera atlética de relevos, cuyos corredores partían en aquel entonces frente al Instituto de Ciencias y Artes del Estado, continuaban por la Avenida Independencia hasta llegar al entronque con Crespo y subir por esa calle empinada con dirección al Cerro del Fortín.
INVERSIÓN INFRUCTUOSA
Volviendo con las escaleras del Fortín, en el periodo del presidente municipal Javier Villacaña Jiménez se arreglaron, incluyendo la iluminación.
A decir de las y los vecinos quedó bonito, pero la inversión fue infructuosa porque no hay movilidad ni nada, a excepción de los Lunes del Cerro, cuando grandes aglomeraciones de gente sube para admirar el tradicional espectáculo de la Guelaguetza.
Sugieren que esas escaleras es un espacio atractivo donde pueden presentarse, por las noches de preferencia, eventos que reúnan a propios y visitantes como una noche de empanadas, otra con la presencia de grupos musicales, incluyendo a los famosos tríos, para de ahí llevar serenata a la novia o algún familiar en la celebración de su onomástico.
Llamaría la atención otra noche con música exclusiva de marimbas, otra donde se vendieran dulces oaxaqueños, con un marco musical de canciones oaxaqueñas, pero todo esto corresponde atender y hacerlo realidad a la autoridad del Municipio de Oaxaca de Juárez.
El lugar es atractivo, pero requiere que se le de movimiento, que se aproveche la inversión, puesto que sólo sube y baja la gente en la celebración de los Lunes del cerro y después se convierte en un “elefante blanco”.
Por eso es importante aprovechar el espacio con actividades diversas, tanto vespertinas como nocturnas.