LIBROS DE AYER Y HOY
Estamos acostumbrados a que si el servidor público es corrupto o falla, el erario entra al quite.
El derecho de las víctimas a compensación es legítimo, pero siempre se echa mano del dinero público.
El caso del australiano Stephen Compton indemnizado por el Instituto Nacional de Migración (INM) que lo encarceló por cuatro meses hace ocho años, podría crear como precedente, la quiebra -hipotética-, del país.
En estudios realizados en 2013 por el Open Society Institute y el Centro de Investigación para el desarrollo (CIDAC) que reprodujeron varios medios, se mencionaba que el 42 por ciento de los 210 mil presos que había en el país, eran inocentes.
Se partía no solo de la inocencia real sino de los intersticios que atañen al proceso en el que -vicisitudes que le están preparando a Javier Duarte de Ochoa-, pueden darse muchas situaciones que lleven a la inocencia formal; la corrupción, la omisión, la ignorancia, por ejemplo Si 90 mil exculpados, de la cifra mencionada, demandaran al estado, la que se armaría.
Pero aún con el nuevo sistema penal, no queda claro -como lo está en muchos países-, lo que harán las instituciones cuando le digan al exculpado la frase clásica “usted dispense”.
En los últimos años se han dado casos infamantes en la llamada justicia mexicana y por lo general las víctimas han sido indígenas, defensores sociales o seres marginales.
El caso del profesor tzoltzil Alberto Patishtán, indígena inocente que pasó 13 años en la cárcel, dio la vuelta al mundo.
A diario se señalan casos similares y en los últimos meses se menciona con insistencia la situación del joven de 22 años Fernando Bárcenas Castillo, quien al parecer ya cumplió la pena que le impusieron por haber protestado por el alza del pasaje del Metro, y aún sigue preso y confinado.
¿Que sanción se le podría fijar al jefe nato de la ciudad, si se permiten esos desaguisados? El caso de la red noticiosa Hermosillo Flash, que fue desmantelada salvajemente por la presidencia municipal de Hermosillo encabezada por Javier Gándara Magaña hace siete años y prolongada la ofensa por el actual munícipe Manuel Ignacio Acosta Gutiérrez Maloro, cubrió una alta suma a los herederos del fundador hace unos días.
Hubo quejas de los ciudadanos no porque se aplicara la justicia, sino porque el erario cubrió el importe.
Los funcionarios locales alargaron el proceso con gastos suntuarios de abogados, todo a costa del dinero ciudadano. La Ley Federal de Responsabilidades de los Servidores públicos y las similares vigentes en más de 30 estados -si se ha cumplido el articulo 108 constitucional-, y que fueron extraídas del capítulo especial de la carta magna, señalan claramente cuando deben ser sancionados los servidores públicos.
Y dentro de esas sanciones está la económica que impediría que por actos u omisiones el erario tuviera que asumir la responsabilidad.
Y en todo caso, el pueblo de México. Las empresas privadas no se andan por las ramas, pero cometen la injusticia, también infamante, de irse contra sus trabajadores aún cuando su culpabilidad no esté clara, ni les den opción de defensa.
Recientemente un conocido laboratorio médico me duplicó y me cobró un examen y al darme cuenta me quejé.
Es cierto que yo pedí el segundo porque ignoraba que en el primero ya estaba contenido, pero el laboratorio no tiene protocolos de información para el paciente.
La empresa falló a mi favor, pero me informaron que la joven que me atendió, una secretaria que toma los datos, iba a pagar el dinero que me iban a devolver.
Me pareció una injusticia y no fui por por la suma; pero ahí se abre, por ejemplo, otro caso que deberían de vigilar las instituciones.
Pero como comentó el hijo de Patishtán cuando su padre salió libre: “la justicia está ausente en México”.
El gran poeta León Felipe también le entró a los retablos y en un librito donde se recogen varios entremeses, entre ellos el clásico Retablo de las maravillas de Miguel de Cervantes ( así se llama la edición Retablo de las maravillas PEPSA 35 mil ejemplares 1974)), exhibe su pericia en un entremés o pasito, Deuda pagada.
Participan con obras, Alejandro Casona, Lope de Rueda, Ramón de la Cruz y nuestro Emilio Carballido con su título El censo. León Felipe, exiliado español, vivió en México durante mucho tiempo, para privilegio nuestro.
En Deuda pagada, que originalmente se llamaba muy a lo mexicano, La mordida, el poeta “fustiga con mano severa la ambición y la sociedad corrupta”.
Es la historia del aprendiz de juglar, Simplicio, que compra un pavo cebado y decide regalárselo al rey.
Pero en el camino es sometido a una serie de chantajes de parte de dos empleados del reino, que quieren una parte de la recompensa que recibirá y le ponen condiciones.
Al final cuando rey decide premiarlo le pregunta que es lo que desea y Simplicio le responde: cien azotes.
Sorprendido, el rey le pregunta la causa y él le dice que dos empleados suyos le han pedido la mitad cada uno, de lo que obtenga, y que lo justo es que cada uno reciba cincuenta azotes.
Asombrado por su sabiduría, el rey lo hace su consejero y desde luego juglar mayor. Azotes es difícil que reciban los que afectan al erario, pero que tal el procedimiento económico coactivo que impone la ley de responsabilidades, a sus bienes.
Para quitarnos estos sinsabores he aquí el bello poema con el que León Felipe agradeció a México su hospitalidad:
Llegué a México montado en la cola de la Revolución
corría el año 23 y aquí clavé mi choza
Aquí he vivido muchos años, he sufrido, he protestado
y me he llenado de asombro
He presenciado monstruosidades y milagros
aquí estaba cuando mataron a Trosky
cuando asesinaron a Villa
y cuando asesinaron ahí en la carretera de Cuernavaca
a 40 generales juntos.
Y aquí he visto a un indito y a todo México
arrodillado y llorando ante una flor
¡Oh México enigmático
de la pólvora y la rosa!