CIUDAD DE MÉXICO, enero 11.- Al llevarle flores a su tumba, Verónica saludó a Lupita como si la hubiera conocido toda la vida. Con un “hola, nena” en un cementerio de un suburbio de Ciudad de México, retomó la batalla para que se le haga justicia a esta niña asesinada en la ola de feminicidios que azota el país.
Verónica Villalvazo, una comunicadora y activista de 47 años, se enteró del asesinato de Lupita en las páginas rojas que consulta a diario para documentar feminicidios en el país, que se apilan a razón de 7,5 por día, según cifras de ONU Mujeres y del gobierno mexicano.
El cuerpo de Lupita, de cuatro años de edad, fue hallado con golpes y marcas de violencia sexual en el Estado de México, vecino a la capital, en marzo del año pasado. Recién en diciembre, las autoridades detuvieron a su madre y padrastro y los acusaron de feminicidio.
Es uno de los muchos casos de violencia brutal contra las mujeres, que en México se ha recrudecido pues desde 2016 muestra una tendencia al alza, de acuerdo con ONU Mujeres.
En 2016 se contabilizaron en México 2.746 asesinatos de mujeres, un repunte significativo frente a los 2.324 de 2015.
Todavía no hay una cifra oficial de 2017, pero la activista María Salguero ha contabilizado 1.966 feminicidios, un dato preliminar.
Villalvazo, quien trabaja bajo el seudónimo “Frida Guerrera”, se empeñó en que Lupita dejara de ser un número más en la lista. Al mes del hallazgo del cuerpo, la menor no había sido identificada y ningún familiar se había presentado a reclamar el cadaver.
“Nada más teníamos el dato de la imagen general, que era la blusita verde agua, sus calcetitas rojas”, dice Villalvazo a la AFP al referirse a la ropa con la que fue hallada la niña.
Así la conoció México durante el tiempo que estuvo sin identificar: “La niña de las calcetitas rojas”.
Villalvazo pidió a las autoridades del Estado de México, donde fue hallado el cuerpo, una imagen que permitiera identificar a la menor.
La respuesta fue el silencio, hasta que una fuente le proporcionó una imagen con la que pudo armar un retrato hablado. Era el primer paso para darle una identidad a la niña y hallar a los responsables.
“El silencio de las autoridades es muy delicado, es el mensaje de ‘no nos importa, no vamos a hacer nada'”, dice la activista a la AFP.
“En México no pasa nada, en México puedes asesinar a una mujer, a una niña, puedes violarla, darle mordidas, torturarla, secuestrarla y no te va a pasar absolutamente nada porque no investigan, porque no les interesa”, agrega.
Las autoridades del Estado de México, que enterraron a la niña en un cementerio privado con una lápida que dice “Angelita”, no estuvieron disponibles para comentar a la AFP.
– ¿Dónde está Lupita? –
Por meses, nadie supo quién era en realidad “la niña de las calcetitas rojas”, hasta noviembre pasado, cuando las hermanas de su madre contactaron a Villalvazo.
Habían visto el caso y sospechaban que se trataba de Lupita, una sobrina de quien no habían sabido nada en varios meses pese a haberle preguntado a su madre por ella.
“La niña no merecía eso. Ella tenía muchos lugares donde estar, en donde estar bien”, dice a la AFP su tía, Marina Concepción Medina, de 39 años.
En su corta vida, la niña solo conoció los abusos y el abandono. Sin siquiera haber sido registrada y, por lo tanto, carecer de apellido, pasó de casa en casa e incluso vivió con quienes recogen basura ante la indolencia de su madre.