El gobernador luce fresco, ese día se levantó temprano para ejercitarse.
Su community manager tiene listo el video que lanzará a las redes sociales.
Está seguro de pescar muchos likes. Junto a su esposa presume su condición física, envidiable, nos estamos preparando para correr el próximo medio maratón.
Meses antes se le vio surfeando en las playas de Puerto Escondido. Hace un año participó en un triatlón. No cabe duda, tenemos como gobernador a un gran atleta.
Aquello no sería noticia si este no fuera el gobernador del segundo estado más pobre del país, con los índices más altos de desnutrición, deserción escolar y mortalidad materna.
Mientras el gobernador se ejercita para su próxima competencia el Estado se colapsa.
Una rebelión al interior de su partido que amenaza con desquebrajarlo.
Protestas de sindicatos que exigen la destitución de funcionarios de primer orden.
El crimen organizado se enseñorea en plazas fronterizas de la entidad.
Damnificados por los sismos han perdido toda esperanza de lograr apoyos del gobierno.
Una administración pública caótica, sin pies ni cabeza. Silvio Rodríguez lo explicaría así: “La ciudad se derrumba y yo cantando”.
El gobernador tendría que cantar: “La ciudad se derrumba y yo corriendo”.
Alguien muy cercano, que no sea su community manager, tendrá que explicar al gobernador que fue electo para gobernar un Estado, no para demostrar su condición física, no para correr maratones.
Por un lado esta bien que el gobernador haga ejercicio y no sea un borrachito como otros gobernadores de cuyos nombres no quiero acordarme.
Pero caray, tanta frivolidad cuando el Estado se está yendo al caño. Alguien tendrá que decir, con toda autoridad: oiga, oiga, gobernador, se le está cayendo el Estado.