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Disyuntiva: retorno de los símbolos o más días en la playa

LIBROS DE AYER Y HOY

En el gobierno anterior, los símbolos y las fechas patrias pasaron a segundo término.

En un absurdo mecanismo de calendario, los días que se destinaban a celebrar las fechas más connotadas de nuestra historia, se convirtieron en días laborables, a veces sin recordatorios específicos y sin que la población  participara en las tradicionales ceremonias y ritos del fervor patrio.

A cambio se aumentaron los puentes con un día extra incluido –el de la fecha pospuesta–, que les cayeron  de perlas a una población amante del jolgorio.

La última, celebrada el 5 de febrero nada menos que la fecha en la que se festeja a nuestra Constitución, algunos la juntaron  con el día de la Candelaria, una fecha entre pagana y religiosa, para hacer un largo proceso vacacional.

El anuncio del gobierno federal de que se acaban los puentes y las fechas vuelven a ser días de guardar, se convirtió en una herejía para muchos.

Los paseantes –no todos porque millones en el país no tienen dinero para pasear–, y los empresarios respingaron desde diferentes ángulos: la gente, porque lamentaba perder más días de asueto y los empresarios porque desde luego la ganancia disminuía. A ambos sectores, las fechas patrias les valían.

La negociación planteada por el gobierno de que las fechas patrias serán recordadas en sus días específicos, pero a cambio se tratará de cambiar el calendario escolar para proveer de más vacaciones, ha cambiado al parecer los ánimos.

El gobierno debería anunciar, además, un cambio en la forma de celebrar esas fechas, convertidas desde tiempo atrás en  aburridas ceremonias de señores de trajecitos que sólo por cumplir un compromiso –se les veía en  la cara– acudían a monumentos o presidían ceremonias.

Hay que hacer de esos días una verdadera fiesta, como sucede en muchos países.

Lo que queda en el suceso es el poco interés que existe de los mexicanos por los días signados por la historia, que tiene mucho que ver con los programas educativos, con  el desinterés de los gobiernos y con la influencia externa  de redes y juegos, ésos últimos ajenos totalmente a los acontecimientos nacionales.

¿Donde está la CNTE, tan crítica de estas situaciones?

LOS SÍMBOLOS REPRESENTAN HECHOS HISTÓRICOS, VALORES, CONOCIMIENTOS

Decir qué es lo que representan los símbolos es quedarse cortos. Pueden  ser imágenes, figuras, diversas cosas.

La semiótica y sus expertos ya se metieron en eso, con los signos que designan algo y los símbolos que representan algo.

Lo que sí está claro es que sin ellos dos, en muchos casos no podríamos vivir como seres civilizados; los valores, los signos de las letras, el habla, los mensajes, las siglas, las ideas expresadas en el arte, los monumentos que recuerdan algo y multitud de cosas que representan como muchos otros, tienen sentido de pertenencia.

Su historia es larga y la antropología ha dado cuenta de ellos, más sobre religiones de pueblos y sus respectivas formas de representarlas, etcétera. México tiene tres símbolos: la Bandera que se celebra el 24 de febrero,  el Escudo y el Himno Nacional.

Los expertos señalan  que en la diferencia, la Bandera, por ejemplo, sería el signo de un país y como símbolo sería la imagen de la nación, con  sus tres colores.

LOS SÍMBOLOS TRANSPARENTES, MARTRÉ Y LA CENSURA EDITORIAL DEL 68

Vetada por editoriales que ya la habían contratado para edición, la novela Los símbolos transparentes, de Gonzalo Martré ( Editorial V Siglos S.A. 1978)) ha sido editada diez veces, una de ellas por Alfaguara en 2014. La censura editorial del texto escrito en 1973 levantó ámpula porque el tema tratado era el Movimiento del 68 y su represión por el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz.

Esto elevó su adquisición, que en menos de ciento veinte días fue de diez mil ejemplares.

El libro toca en cuatro capítulos y múltiples secciones los temas más diversos relacionados con aquel movimiento en el que murió  un número indeterminado de personas, cuyo recuerdo ha dividido al país sin poder compaginar en una sociedad unida al partido gobernante de esa época, el PRI y al resto de las fuerzas políticas.

El libro es amplio con muchas anécdotas del hecho y posteriores, relatos de participantes, sus destinos y la intervención extranjera en su desenvolvimiento.

Ha sido elogiado y cuestionado desde el punto de vista literario que lo califica como una sátira que disecciona un sistema represivo y desenvuelve los hechos de acuerdo a los momentos históricos del país.

Martré me regaló un libro de su edición –quinta– de 1978, año en el que se hicieron  cinco ediciones. “Para Teresa con la esperanza de que se convierta en exégeta norteña por su amor a la literatura latinoamericana que es similar al mío”, dice la dedicatoria de marzo de 1979.

El título de la obra se toma de un párrafo del ensayo de Octavio Paz, Postdata, lo que ha llevado a decir a sus críticos que la interpretación  del poeta sobre el libro relaciona con ese ensayo la presunta crueldad de los aztecas a los que se califica actualmente de otra manera, en una historia que permaneció invisible, hasta que sus símbolos se volvieron transparentes.

Gonzalo Martré, seudónimo de Mario Trejo González, nació en Hidalgo en 1928. Este año cumplirá 92 años y es autor de una amplia bibliografía. Aquí, parte del ensayo de Paz que determinó el título del libro:

“… esa tarde la historia visible desplegó, a la manera de un códice precolombino, nuestra otra historia, la invisible. La visión fue sobrecogedora porque los símbolos se volvieron transparentes”.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

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