Dra. Gladys Karina Sánchez Juárez*
Sin duda el siglo XXI nos alcanzó hace rato; sin embargo, hasta este momento realmente lo estamos sopesando en cuanto a los costos y significados de ello.
Por una parte, en mi opinión se evidencia que antes que cualquier caracterización cultural del núcleo social del que se trate, tenemos que reconocer que lo que nos identifica de manera general es nuestra naturaleza humana, pues por más extraño que se lea lo olvidamos frecuentemente, de tal forma que hoy es importante reconocer que si bien somos una sociedad global, nuestra naturaleza general es humana.
Por tanto, somos vulnerables, así que en los discursos de que acabamos con la naturaleza con los actuales modos de producción incluye a esta sociedad no sólo a la tierra, o la biodiversidad, o los elementos esenciales como agua, aire etcétera, sino sobre todo a la humanidad, pues olvidamos que somos parte de esa naturaleza.
En el olvido de ser humanidad quiero, en primer término, invitar a una reflexión existencialista de Hidegger, filósofo alemán (aunque se deben tomar con cierto cuidado sus reflexiones, pues tuvo gran simpatía por el nazismo y Hitler) que considero viene totalmente al caso pensar en lo que llamó Existencia auténtica y Existencia Inauténtica.
Argumenta que la Existencia auténtica reconoce que sobre todo existe la muerte; es decir, quizá vive con la angustia de que la humanidad vive para morir en algún momento, actúa de frente a la posibilidad más certera que es la muerte; no quiere decir con ello que deje de actuar, al contrario se realiza justo a partir de saber que ése es su límite.
En contraparte la Existencia inauténtica prefiere olvidar esa condición humana y, por tanto, vive en la constante de hacer planes de futuro porque eso le puede generar algunas certezas, un imaginario de que en ese futuro estará de algún modo.
Menciono lo anterior porque a partir del surgimiento de la pandemia del Covid-19 en China giraron una serie de opiniones, miedos y hasta aversiones, desde los de carácter político sobre las respuestas y acciones de gobiernos autoritarios y democráticos; en ambos casos con miradas críticas porque considero que el miedo prevalece y, sobre todo, el miedo de no saber lo que pasará en el futuro, ése que estábamos acostumbrados a planear, organizar y casi querer controlar. Hasta aquéllas opiniones conspiracionistas que tampoco creo que deban desechares; sin embargo, la pregunta que impera es ¿Qué pasará después de esto?
Asimismo, tratar de hacer especulaciones de lo que en cuestiones económicas puede dar resultado para regresar a lo que estábamos acostumbrados a tener, en principio considero que debemos reconocer que no sabemos con exactitud cuál es la mejor salida; tan incierto es que ningún gobierno ha dado muestras claras de lo que realmente puede pasar en términos económicos, pues todo lo que han dicho es que habrá crisis y que quizá 170 países entrarán en recesión.
Estas opiniones giran en tanto se mencionan las evidencias de las desigualdades, pues mientras una parte de la población se puede quedar en casa otra no; en ambos casos considero que se trata de sobrevivencia; sin embargo, lo claro es que se evidencian a todas luces las desigualdades que fingimos no ver o que nos acostumbramos a observar, incluso la violencia en todas sus versiones, que no sólo de género, en general hay personas que desencadenan violencias diversas.
Por ello, nos indigna ver tal nivel de violencia hacia las mujeres y el personal médico, en fin, la evidencia de que existe un proceder violento desde una parte de la población, quizá porque están centrados en la Existencia inauténtica.
Al tiempo que también hay brotes de solidaridad, de reconocerse parte de la humanidad y que al final somos un todo, no en individual, de manera que algunos otros u otras hacemos desde donde estamos, por ejemplo las compras en los mercados locales, se busca la forma de que el personal médico tenga algunos insumos para la atención de la pandemia o hacemos ver la importancia de su trabajo, al mismo nivel de quienes trabajan en el campo y que gracias a unos podemos mantener la salud y a los segundos también a través de la alimentación.
Así en ese conjunto de contradicciones que se desencadenan también se transforman las formas de relacionarse, lo que esperamos de los demás, lo que estamos dispuestos a hacer o no hacer, lo que pensamos en general de esta sociedad y nuestro papel en ella.
En esa situación algunos(as) más están pensando en lo que toca hacer más allá de lo que le corresponde a las instituciones públicas y privadas y esto último me parece fundamental porque es claro que la prisa con la que vivíamos, la cantidad de planes que formulamos, nos hacen olvidar con frecuencia que antes que otra cosa no podemos escapar de nuestra condición humana y, por tanto, es importante reconocerse como parte de un conjunto de la sociedad que hoy se hace más evidente que es global.
*Profesora investigadora de tiempo completo del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la UABJO; Coordinadora de Posgrado del mismo Instituto; Nivel 1 del Sistema Nacional de Investigadores.