+ Rodrigo Islas Brito, reportero digital y exitoso facebookero, habla de sus “Días de lucha”, y considera “necesario subvertir este orden de las cosas que nos está aplastando, no en un sentido de mandar todo a la chingada, sino poniendo luz para descubrir lo que nos engaña”
OAXACA, OAX., agosto 30 de 2020.- El estilo Islas Brito es subversivo en un muy amplio abanico: aunque Rodrigo se cataloga como “facebookero” —“amado ‘facebookero’”, quiere que diga su lápida—, es un reportero digital cien por ciento: no necesitó trabajar en un periódico impreso para aprender el oficio, lo cual antes era impensable.
Irrumpió en el medio periodístico oaxaqueño en 2013 con un estilo irreverente que no pocos pensaban le debió valer para obtener un malogrado Premio Estatal de Periodismo Cultural 2014 que no le dieron y por lo cual, para no variar, armó revuelta.
No le saca al uso de groserías en sus textos, siempre y cuando estén “bien puestas” —precisa—, ni a la utilización del yo, la primera persona, como una forma más honesta de suscribir y sustentar lo que se teclea.
En “Días de lucha en Ciudad Dorada” (Pandemia Ediciones, 2020) —nombre que alude al filme “Fat City” (1972), de John Huston—, zapea a gobernantes fatuos y a altruistas que según “rescatan” Oaxaca cuando en realidad la utilizan, y aunque quizá no lo hace conscientemente porque se ve que se siente muy bien en el medio cultural oaxaqueño —tan similar al de otros circuitos culturales de la Ciudad de México y otras partes ídem del país—, da atisbos de la a veces frívola vida social de este.
Y por si fuera poco, ahora resulta que, en un proyecto conjunto con Omar Téllez, escribe un libro en 20 días –pero cuyo registro incluye 12 largos años–, lo confecciona y vende, apersonándose en los domicilios de los lectores, en plena pandemia del tenebroso nuevo Coronavirus.
Como quien dice, lo armó y lo está comercializando exitosamente —llevaba 333 ejemplares vendidos a 200 pesos cada uno al momento de esta entrevista— de Tlacolula a Etla, de San Martín Mexicapan a Volcanes, en un contexto oaxaqueño en el que hay editoriales que se autonombran independientes —aunque sean empresas comerciales en toda forma— que recurren al fondeo de sus lectores para sobrevivir y en el que también existen escritores que llevan 30 años armando una novela sin acabarla nunca u otros que tienen cuatro obras de largo aliento en el cajón esperando el milagro de la publicación.
En el muy apropiado “Café Revueltas” del Llano, tomándose un capuchino, Islas precisa como subversivo un estilo que el entrevistador llama irreverente, y después de aludir a una influencia en su escritura del monero texteador Rius —“quien enseñó a los mexicanos esa ironía, esa subversión de poder ver que se vive en un mundo que te promete cosas que no te cumple y que te engaña”—, especifica que “cuando escribió ‘Días de lucha’, por cierto, ya en un contexto de sobrevivencia de pandemia, la subversión fue un concepto primordial a desarrollar”.
Porque, sentencia Brito, “la subversión debe ser un propósito, un método, un medio; es necesario subvertir este orden de las cosas que nos está aplastando, no en un sentido de mandar todo a la chingada, sino poniendo luz para descubrir lo que nos engaña”, manifiesta.
Rodrigo Islas Brito se siente tan “oaxaqueño como el quesillo”, aunque nació un 8 de agosto de 1979 en la Ciudad de México. Llegó a Oaxaca con su progenitora después del terremoto del 85, en 1987. Estudió comunicación en la Universidad Mesoamericana, se fue a Tlaxcala seis años a tirar barra, regresó a la Ciudad de Oaxaca, pasó sus veinte en blanco, la inacción en su vida, entró a trabajar al Centro de la Imagen del Municipio de Oaxaca de Juárez, escribió para el “Jolgorio Cultural”, la revista “Céntrica” y RIOaxaca. Estuvo cuatro años como cronista en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, desde ahí publicó en la prestigiosa Vice, también en medios locales como Oaxaca Media, Página 3, el portal de Facebook Tres Grados Streaming y CIO Información, donde mantiene una columna sobre la mañanera amloiana.
“Antes que reportero, soy facebookero”, asienta de entrada, “cuando yo me muera, si tengo una lápida, dirá: ‘Amado facebookero’. Para mí, el facebook es como un diario” donde registras “un montón de cosas, de películas, política, como opinólogo”…
—Te acomodaste muy bien como nativo digital, aunque no sea tu generación.
—Cuando empiezo con el facebook allá por el 2008, este era considerado como un chismógrafo, un asunto vacuo para gente que le gusta exponerse. Fue pasando el tiempo y sucedió lo de la primavera árabe, y el facebook empezó a reconvertirse, a reconfigurarse como una tribuna mundial, un medio de denuncia, de poner luces sobre la crisis de derechos humanos en todo el mundo, los asesinatos, las masacres.
“En 12 años, lo que he hecho en el facebook es exponer mis pedos con mi madre, mi fracasada vida romántica, mi soledad, mis carencias emocionales, un chingo de cosas que al final han redundado en este libro, “Días de lucha en Ciudad Dorada”, y en el hecho de que haya un público lector que lo ha comprado, consumido, que básicamente son mis amigas y amigos del Facebook”.
—Al parecer, en relación con el periodismo y las redes sociales, el tiempo terminó dándote la razón, pues, por ejemplo, vacas sagradas antes omnipresentes que no le entraron al internet, a las redes, están siendo sepultadas, se están quedando en el olvido; por otro lado, incluso los medios impresos se han volcado en las redes, mientras los puestos de periódicos se quedan solitarios— se le comenta.
—No sé qué tan positivo sea esto. Ves en las conferencias mañaneras a los youtubers que son como el cuerpo de defensa de Andrés Manuel López Obrador, y te das cuenta que son lo mismo que los chayoteros del PRI o del PAN. En ese sentido, las redes se han venido abaratando, pero en otro se han reconfigurado y ciudadanizado.
“Creo que el pedo en los medios de comunicación y en el país es este centralismo en la Ciudad de México, Monterrey o Guadalajara, en donde todo sucede en torno a los focos de poder, de control. Ese término de la ‘provincia mexicana’ le ha dado en su madre a un chingo de cosas porque ha divorciado la idea de un solo país y una sola problemática, de tal manera que pareciera que las problemáticas de la Ciudad de México fueran más importantes que las de todo el país. Y, en ese sentido, las redes sociales han ido contra eso”.
Hay una paradoja, asienta Islas, “pero yo prefiero esa paradoja a lo que vivieron mi generación y otras anteriores: chutarse las noticias con Jacobo Zabludovsky. Mi generación creció totalmente con lo que nos dijera Televisa —y TV Azteca— qué era la vida”.
—Las generaciones de hoy están viviendo una era informativa por completo distinta y eso como que no se acaba de entender, sobre todo entre quienes tienen de 40 años a 60, ya no se diga las generaciones de más edad.
—Yo socializo mejor con un teclado de por medio que en persona… Esto significa mucho en las redes sociales, por ejemplo, que lo que nos digan personas, millones, que no tenían voz en nada y que se la pasaban a la zaga de lo que le dijeran en la tele, en los medios de comunicación predominantes, hoy pueda tener más ‘rating’ que la telenovela de las nueve de la noche de Televisa. Hay una democratización de los puntos de vista.
Como cuña que aprieta su planteamiento anterior, Brito sentencia: además,
“Los medios impresos están en un retroceso económico del que no se van a salvar, la reporteada digital es hoy lo principal”.
Al menos a Rodrigo Islas Brito la reporteada digital ya le dio un premio nacional: el Gonzo que impulsa J. M. Servín, y ahora un logro que muy pocos reporteros locales pueden presumir: un libro en tiempo real.
—Un amigo me dijo: “en el asunto de los libros, quien tiene el dinero tiene el control”. Entonces, si puede tirar 2 mil ejemplares puede decidir qué hacer con ellos y va a tener todo el tiempo del mundo para ello. En realidad, eso es una editorial. Y cuando tú te das cuenta que no eras una editorial y nunca vas a hacer eso, pero sí tienes el control de lo que hablas, escribes y piensas, pues dices : “váyanse a la verga”… y vámonos a la autogestión. Es una subversión porque no me importa si me publica equis editorial; antes me podía importar, en este sentido romántico de lo que es escribir, pero eso nunca pasó y quizá nunca pasará, y pues no queda de otra que lo que estoy haciendo, porque el sistema no está diseñado para que alguien, de una manera particular, solista, pueda lanzarse a una cuestión como la de mi libro.
“El sistema está diseñado para que las ferias del libro se llenen de personas, de escritores a los que muchas veces ni les importa el país ni lo que suceda con la gente, porque a ellos les importan sus mundos personales, sus propios pedos, beber un chingo. Las ferias del libro los traen, a esos escritores, los pasean en combis y ahí se acabó el asunto”.
Una amiga me dijo que “lo chido de lo que estoy haciendo es que la gente, los lectores, se sienten parte de algo, una acción, esto es, escribir el libro, venderlo por mí mismo; que haya recorrido Etla, Tlacolula, la Colonia del Maestro, San Martín Mexicapan, todo tipo de colonias periféricas de la ciudad, es subversión, que es a lo que una pandemia como la del coronavirus nos está llevando”.