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Teresa Gil

Carlos Moncada Ochoa, creador que vive a través de sus libros

LIBROS DE AYER Y HOY

El escritor, periodista, abogado, académico, ex funcionario de cultura, ex director de medios de comunicación Carlos Moncada Ochoa nació el 23 de junio de 1934 en Ciudad Obregón, Sonora.

Su curriculum tiene una lista de 39 libros, pero uno de ellos, el que se refiere a la UNISON, contiene 5 tomos diferentes, por lo tanto el número se elevaría a 44, y en este momento está terminando 12 libros de diversos temas culturales para publicar en cuatro tomos, por lo que se puede decir que su obra escrita, aún indeterminada, se puede acercar a las  50 publicaciones.

A ese número se refiere, quizá, cuando celebra sus 50 años de escritor, pero también hay dudas.

Desde los años cincuenta y sesenta, Carlos Moncada Ochoa publicaba cuentos y ensayos, mientras reafirmaba su carrera periodística.

Cualquiera que sea la cifra, que él la debe tener más clara, una cosa es cierta: estamos ante un talento de creatividad singular, un escritor que puede ser considerado en este momento, sin demérito de nadie, el mejor escritor sonorense y uno de los mejores escritores del país.

Es un  hombre común tras el que se esconde un gran personaje.

Un hombre común que se molesta porque no pasa el carro de la basura, un hombre común que atiende a su perro Quadri todos los días y se entusiasma con la sierra ahumada que cocinó para comer.

No se por qué pensé en Immanuel Kant recorriendo las calles de Königsbeg, comprando chucherías en los mercados y ensalzando las verdades de razón mientras  se come un bocadillo.

Cuando me pidió la escritora y poeta Gloria Barragán Rosas, Gloria del Yaqui, promotora de este bello festival, que hiciera una semblanza de Carlos me quedé súbita como dicen algunos… Decidí que lo mejor era acudir y leer su curriculum de cinco cuartillas en el que las palabras escritas hablan… pero luego pensé que finalmente una semblanza se traduce en afecto, crítica  y cortesía, muy  diferentes a un frío curriculum que escribió una secretaria.

Las preguntas que me surgieron fueron estas: qué decir de una persona a la que  todo mundo conoce en Sonora y qué novedad puede aportar alguien  que es casi extranjera en el estado donde nació con una ausencia de cerca de 50 años.

El se mueve en este estado, pensé, como pez en el agua, escribe y presenta libros, da cátedras, publica crónicas sobre cómo cambiar las cosas en su entorno, critica, elogia a mujeres bonitas y se reúne con sus cuates a tomar un vinillo y contar anécdotas.

No había mucho que yo pudiera añadir, pero luego, como en una especie de magia, percibí que desde un estante atestado de libros en desorden caminaban estatuas de próceres por los pasillos –de su libro Recuerdo que recuerdo-, que de las páginas de un libro protestaban a gritos murales destruidos por la insensatez -de su libro Diálogo con multitudes-; ví que los jóvenes, en un mundo que los agrede y vulnera cada rato, se levantaban para reafirmar su poder apoyados por el derecho  -de su libro La juventud quinto poder?-, que el periodismo de dos siglos en Sonora se exhibía en una historia de esfuerzos y bellas portadas -de su libro Dos siglos de periodismo sonorense-, mientras que muchos periodistas aquí y en todo el país exigían justicia por su muerte y todo tipo de agresiones -de su libro Riesgo de muerte. Periodistas asesinados en el país de la impunidad.

Vislumbré en ese último caso a un hombre, a un  periodista, a un escritor, recorriendo con la fiebre de esa justicia, casi todo el país, para recuperar los datos de las agresiones y volcarlos a la opinión pública.

Y sentí cómo la libertad de expresión puesta en vilo se cimbraba en cada ataque del verdugo que proclamaba la oscuridad. Y así, como aquella Alicia curiosa, me fui embarcando en un mundo de maravillas, libros que denunciaban la corrupción de los políticos, libros que mostraban en números, fechas y opiniones, la caída estrepitosa de gobernadores corruptos, ineptos o despistados.

Y otros libros que se metían al universo del poder y analizaban el transitorio pasar de la vida de los políticos. Tan llena de recovecos y de imposiciones. Etcétera.

Estaban en ese apretado estante los que se refieren en profusión a nuestra querida UNISON y al ITSON y al arte y a la cultura en general, obras de teatro, de cuentos y un club de Lectores que arrebata por la variedad casi interminable de libros leídos del acervo universal y sus comentarios.

Y así, en páginas y páginas, descubrí si no todas, muchas de las respuestas que buscaba. Me encontré de pronto ante un creador que vive a través de sus libros.

Su obra es muy copiosa, llena de investigación, de datos, de sentido del humor. Y no ha sido profundizada hasta el momento.

Necesitaría nacer otro Carlos Moncada Ochoa para penetrar en ese rico laberinto y recorrer lo que hizo el primero.

Con sus libros y el periodismo ha delineado un país y a un estado en especial. A éste lo penetró, lo investigó y lo puso sobre un tapete florido donde renacen los talentos. Eso sólo lo pueden hacer los grandes escritores y los humanistas.

Su obra es una unidad de cierta manera, porque en el centro siempre está  un personaje moral, grandioso, que es Sonora.

Pero no lo es en otro sentido, porque el tiempo rebasa las concepciones y el escritor madura en muchos aspectos. Quizá no hablaría en este caso de unidad, sino de congruencia.

Me imagino que a estas alturas, más comprometido, su concepto sobre Ernesto Ché Guevara expresado en su libro La juventud quinto poder?, ha variado.

El argentino no penetró ilegalmente en ningún país para hacer una revolución.

Las revoluciones, y por ello los revolucionarios, no toman en cuenta las normas cuando gobiernan los tiranos.

La vía es abierta y legítima. Y así podemos mencionar otras cosas que se fueron matizando con el tiempo.

El escritor, como ser humano, no es siempre el mismo. A unos el tiempo los modela, los confirma, y a otros los destruye. El primer caso para el gran escritor Carlos Moncada Ochoa está a la vista.

Finalmente, quiero mencionar, a nivel personal, tres virtudes muy arraigadas que he comprobado en Carlos Moncada Ochoa: su minuciosidad en todas las acciones que emprende, al grado de generar discusiones en busca de lo estricto, su generosidad y su lealtad con los amigos.

Si un hombre es todo eso y su gran obra está ahí para orgullo de los sonorenses, recordaré aquella frase clásica y famosa: El, aunque sigue aportando, no está obligado a más.

Muchas gracias.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

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