Utopía
Después de dos intentos fallidos en 2018 y 2019, sesionó el domingo en Palacio Nacional bajo la presidencia pro tempore (por tiempo) de México, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños en su sexta cumbre anual, con la asistencia de 33 países, 16 de ellos a través de presidentes y primeros ministros. La gran mayoría hicieron votos por la consolidación de este instrumento vital para el subcontinente, en la medida que la Organización de los Estados Americanos, fundada en 1948, quedó reducida bajo la conducción de Luis Almagro a instrumento de la política exterior de Washington:
El mayor ausente fue Brasil que por disposición del ultraconservador presidente Jair Bolsonaro abandonó la Comunidad subcontinental. Y Colombia, la histórica aliada de la Casa Blanca –demócrata o republicana, poco importa– que estuvo representada por la viceministra de Transporte quien declinó el uso de la palabra, pero emitió un comunicado para “rechazar” la presencia de Nicolás Maduro.
Las observaciones críticas del mandatario uruguayo Luis Lacalle y el paraguayo Mario Abdo desafiaron el objetivo de consolidar a la Celac con respeto a la diversidad y sin exclusiones por las diferencias políticas entre los gobiernos, al subrayar en sus discursos opiniones adversas a Miguel Díaz-Canel (Cuba), Daniel Ortega (Nicaragua).y Maduro Moros (Venezuela).
Nada extraordinario. En la Celac hay diferencias importantes, públicas y notorias, pero esto no debe espantar a nadie, pues no se busca que este sea un foro de unanimidad política, sino de toma de acuerdos para solucionar problemas comunes y para que la voz regional tenga un nuevo peso en el mundo, apuntó muy bien Marcelo Ebrard. Voz de la Celac que se expresó en 44 puntos sobre sobre un orden internacional más justo, la consolidación de la democracia, el fortalecimiento de la educación y de la igualdad de género, la lucha contra la corrupción y la pobreza, el respeto a los derechos humanos y los derechos de las minorías, los grupos vulnerables, los pueblos originarios, indígenas y afrodescendientes, entre otros.
Lo trascendente es que se cumplió con el objetivo de hacer de la Comunidad el principal instrumento para la cooperación y la integración de América Latina y el Caribe, a la luz de los acuerdos alcanzados: un posicionamiento conjunto de rechazo al bloqueo a Cuba, un plan para la autosuficiencia sanitaria, la constitución de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio y de un fondo regional contra el cambio climático. Y esto cuando “Hace año y medio no nos hablábamos, ahora estamos viendo cómo crear la autosuficiencia en vacunas, es un cambio enorme”; valoró el canciller mexicano.
Quedó para el análisis y el debate la propuesta del presidente Andrés Manuel para que la Celac avance hacia un tratado económico continental, que incluya a Estados Unidos y Canadá, similar al que dio origen a la Unión Europea, “bajo la premisa de fortalecer la integración productiva y económica, con dimensión social y respeto a la soberanía de cada nación”. Con el máximo propósito de “ir hacia la modernidad, pero forjada desde abajo y para todos, con el criterio de que el progreso sin justicia es retroceso”.
A juicio de López Obrador es el momento de plantear una nueva y vigorosa relación, de sustituir la política de bloqueos y de malos tratos por la opción de respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América, sin vulnerar nuestras soberanías. Ello sobre la base de tres cuestiones básicas: la no intervención y la autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y la ayuda mutua para combatir la desigualdad y la discriminación.
¿Será viable? El debate apenas comienza y es previsible que sea intenso, rico y hasta apasionado, pero es deseable que no tanto como para descalificar doctrinariamente de antemano.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.