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Teresa Gil

Chopin. Tuberculosis y otras herencias graves de la pandemia

Libros de ayer y hoy

+ Los  muchos efectos de la pandemia se están expresando, algunos con enfermedades descuidadas y otros con actitudes personales y sociales.

El abandono en la atención de otros flagelos peligrosos en el campo de la medicina, por la pandemia, corre parejo con el acento o despunte de actitudes humanas, que todavía tardarán años en reconocerse y enfrentarse. En esto último, entre miles quizá y desde la perspectiva personal, se observan el autoritarismo y la totalización de los conceptos.

La aplicación de medidas generalizadas dio voz a personas que normalmente no la tienen y mientras unas exhiben su solidaridad subyacente, otras aprovechan para obligar, gritar o dar órdenes apoyadas en situaciones que son positivas. Por ejemplo exigir cubrebocas, guardar distancia, tomarse la temperatura o ponerse gel. Son órdenes perentorias con voz de mando.

La generalización en un punto de vista lo observa uno detalladamente en las redes, y en mi caso personal, en centenares de trabajos que he revisado que contienen casi a granel, los  “nada se hace”, “nunca nos ayudaron”, “nadie se presentó”, “todos los gobiernos son iguales”, “no hay avance”, entre miles de frases que se escuchan desde algunos sectores para los que  las cosas, al parecer, tienen una inmediata definitividad. Para bien o para mal y los lapsos no importan. Una parte de la sociedad en ciertos niveles, se ha vuelto mandona y autoritaria.

Puede volver la sombra de la tisis mortal, si  no se atiende a tiempo

Ya  se escuchan llamadas de alerta, como las señaladas por la OMS en torno al aumento de casos por tuberculosis en el mundo. Se recalca que la pandemia, ante la velocidad y gran contagio del coronavirus, dejó pasar la atención de enfermedades que requieren permanente cuidado, una de ellas la tuberculosis, que ahora se ha extendido en el mundo.

Aquí desde el año anterior ya se mencionaba a Veracruz como el estado que tiene más casos, 587 el pasado mayo, y que junto con los estados de Baja California, Nuevo León, Chiapas y Sinaloa, tenía casi la mitad de los 5 mil 40 que había en el país hasta ese mes.

En México hubo épocas en el que ese mal fue el azote de poblaciones enteras, pese a que ya existía el diagnóstico del prusiano Robert Koch desde 1882 y los medicamentos y antibióticos estaban  disponibles.

Robert Koch, médico y microbiólogo alemán.

El problema era la omisión de los contagiados de buscar atención y en algunos casos la poca disponibilidad de centros de salud para enfrentar esa enfermedad. Hubo familias enteras que murieron de tuberculosis.

El descubrimiento de Koch detuvo sin embargo buena parte de los contagios y con las décadas el flagelo fue siendo dominado y  México había  controlado la enfermedad. Como lo ha advertido la OMS, enfermedades como esa fueron abandonadas en alrededor del 20 por ciento en su atención, lo que hace urgente enfrentar el problema. 

Paradoja, el romanticismo estimuló la tuberculosis, por la palidez

Entre las enfermedades contagiosas, la tuberculosis tenía y tiene la característica de poner el rostro pálido y las mejillas hundidas, ejemplo de la palidez poética que se elogiaba en las mujeres. Una mujer llenita con mejillas arreboladas no tenía mucho éxito en la época romántica.

La infección contagiosa  que arrasó multitudes sobre todo en los siglos del XVII  al XIX, creó según  los cánones médicos,  el concepto de paciente por los muchos nobles que acaparaban los hospitales, atención que no se extendía a los  pobres.

Marie Duplessis, uno de los mayores exponentes del romanticismo francés.

La cadena de grandes artistas que murieron, ha sido destacada en obras de teatro, óperas, filmes, libros. Antes de que Koch descubriera el bacilo causa de la tuberculosis en 1882, grandes artistas y pensadores habían muerto, ejemplo son las muertes del pintor francés Antoine Watteau en 1721, de Juan Jacobo Rousseau el famoso autor de El Contrato Social en 1778 y nada menos que el gran músico de los nocturnos, sonatas, preludios, conciertos,  Federico  Chopin, en 1849.

Federico Chopin tocando el piano.

Clásica se hizo La dama de las camelias (Nocturna ediciones 2012) tantas veces llevada a la cinematografía, obra de Alejandro Dumas  hijo, publicada por primera vez en 1848. Parte de la obra calificada por sus críticos mucho menor a la obra de Alejandro Dumas padre, tuvo fama precisamente por la triste muerte de Madame Duplessis-Margarita Gautier, por la terrible tuberculosis. La caída del romanticismo e inicio del realismo en la literatura, cambió la visión de la mujer triste, débil y pálida,  para dar paso a la mujer plena físicamente, como la describe Zola en su personaje Naná.

Teresa de Jesús Gil Gálvez

Nací en La Colorada, Sonora, estudié en la Universidad de Sonora que me dio mención honorífica por mi tesis La libertad de prensa en México. En la UNAM hice estudios de maestría en Ciencias penales. En medios sonorenses trabajé, desde la adolescencia, en los más importantes del estado y en julio de 1972 salí en un tren hacia la gran capital, donde he trabajado en medios importantes, diarios, semanarios y revistas, con breves retiros al mundo entre ellos una corresponsalía en España.

Colaboradora desde enero de 2017.

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