Utopía
Antes del “Imponente desfile por el 111 aniversario de la Revolución” –como cabeceó un diario capitalino–, se pronunciaron dos discursos a cargo del comandante supremo de las fuerzas armadas y del general secretario, quien dijo algo importante en tiempos en que irresponsablemente periodistas venidas a políticas coquetean con mandos militares y los convocan a dar un golpe de Estado. O el esquizofrénico Gilberto Lozano –exempleado de Fomento Económico de México (Oxxo, Coca Cola y parte del Tecnológico de Monterrey)–, que altanero y retrógrada como es llegó al extremo de insinuar la liquidación física del presidente Andrés Manuel.
Son los costos del ejercicio pleno, como nunca, de la libertad de expresión en tiempos de la “dictadura plebiscitaria” (Enrique Krauze) y la saga autoritaria (Roger Bartra), así como de todos los derechos políticos estampados en la Constitución por el Constituyente de Querétaro.
“Porque las fuerzas armadas y la Guardia Nacional tenemos claro que la subordinación al poder civil es norma, responsabilidad y convicción, debido a que la profesión militar jamás contempla aspiraciones políticas, su esencia es otra”, postuló el secretario de la Defensa Nacional, y esto que no es novedoso en boca de un titular de la Sedena adquiere singular importancia en la coyuntura de la polarización política que no por referirla a México es nueva y tampoco deja de ser global, en un tiempo en que el 1% de los habitantes concentra la mayor parte de la riqueza mundial y las mayorías viven en la indigencia, la pobreza extrema y moderada, como fruto del capitalismo salvaje de la última media centuria.
Para Luis Cresencio Sandoval una pieza clave de la narrativa castrense es que la profesión jamás contempla aspiraciones políticas, su esencia es otra y se puede apreciar en las acciones que realizan las tropas.
Acciones que durante el gobierno de la Cuarta Transformación –antes hubo otro que se llamó “Mover a México”, administración que terminó en total descrédito sin que hablaran de “polarización”–, se amplían y ahora contempla también el desfile del 20 de noviembre –disminuido hasta desaparecerlo del calendario cívico por la tecnocracia gobernante de 1982 a 2018–, es sinónimo de militarización, cuando lo que hacen las fuerzas armadas en seguridad pública y nacional, obras de infraestructura y demás, es bajo las órdenes del comandante en jefe, del mando civil al que están obligadas a obedecer y con respaldo en la arquitectura jurídica.
Desobedecer al mando institucional sería una verdadera militarización de la vida mexicana. Es atinada, por ello, la visión del especialista Javier Oliva Posada quien sostiene que presenciamos un fenómeno de visibilización del protagonismo de la milicia. Nada oculto por la acostumbrada hipocresía de la clase política que, entre otras cosas, era jacobina de día y de noche rezaba en la capilla de Los Pinos. Y la llamada militarización para el experto Raúl Benítez Manaut es un fenómeno de los últimos dos siglos. Finalmente, la entrega de la medalla a la honestidad que es un símbolo que representa la integridad, confianza, valentía e identidad del pueblo de México, por el comandante supremo al general secretario y al almirante secretario, misma que es otorgada a los servidores públicos cuya honradez y honestidad brindadas a la población constituyen un ejemplo del compromiso hacia nuestro país, es un hecho que revela la apreciación que tiene el presidente que mejor simboliza la honestidad y honradez en el poder político.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.