Al pie de una foto
Y yo pongo en mi regazo las variadas fragantes flores, las gustosas, las que dan contento, Principio de los cantos, Miguel León-Portilla
¿Y si tú fueras una diosa milenaria? Puedo pensar en Deméter la diosa griega de la agricultura deidad que vestía de negro y era la madre de Perséfone. Cuando coincidían las dos, el mundo se alegraba pues era la primavera y el verano sucediéndose en la abundancia de la germinación. Te identifiqué desde muy lejos al otro lado del pequeño tianguis, extasiada y pensativa en tu versión terrena, en tu divina calidad de campesina michoacana, un poderoso rayo del sol atravesando entre la techumbre multicolor de lonas suspendidas por tensas cuerdas llegaba hasta ti iluminándote, destacaba tu silueta esbelta, esculpía tu moreno rostro soñador, en tu mano el pequeño espejo, cesto de reflejos que recogía tus miradas se convirtió repentinamente en surtidor de cristal y hielo como una gema de múltiples facetas proyectando rayos de cuarzo.
Me fui aproximando con lentitud, pisando suavemente el empedrado como si anduviera descalzo, mirando de soslayo, fingiendo no verte hasta pasar frente a ti y preguntar con timidez por el precio de las habas que llenarían el bote de hojalata usado como medida. El mercado ante tu presencia era un templo de pregones y murmullos, me miraste desafiante después de observar por unos segundos la cámara que reposaba apretada entre mi antebrazo y axila.
Supe que me negarías el placer fotografiarte, es obvio que lo divino debe mantenerse intocado por la codicia humana, por esa sed de atesorar lo desconocido, incomprendido o mágico. A tus pies un montículo de fresquísimas, recién cosechadas habas verdes se regodean como capullos esmeraldinos entre aromas y vapores vegetales de la tierra joven y nutricia, legumbres que son reliquias místicas como jarrones de barro que contienen el milagro de la vida o quizá las voces de los muertos. Las habas una vez despojadas de su cáscara tienen la apariencia de un feto acurrucado y por ese motivo en los mitos de algunas culturas simbolizan el embrión y con ello la posibilidad de la existencia, es decir el germen de lo vital, la sangre fermentada por el sol y su capacidad de generar y regenerar incluso criaturas mitológicas como los pegasos.
¿Sería yo el único comprador en tu jornada? Es posible, mucho tiempo estuve observando, admirando, asechando y nadie más se acercó, pasaban de largo con sus bolsas de mazorcas, calabazas, tunas, zapotes, quelites y flores sin percatarse de ti, como si no existieras ¿alguien come habas? Pensé la posibilidad de un sueño diurno o una aparición fugaz que solo yo percibía, no pude resistir la tentación y disparé 2 veces la cámara estando de espaldas para no molestarte, calculando la distancia y el ángulo sin poder enfrentarte a través del visor, aunque fuese una sombra borrosa tu impronta quedaría como prueba intangible, un bosquejo de luz.
Por miedo a despertar en caso de estar soñando no quise dar una mirada última y sin voltear regresé a mi chocita en la montaña con una gran bolsa de crisálidas bermejas que vibraba como panal de abejas, sentía latir dentro de cada una las tersas pupas verdosas como gusanos de seda estremecidos por la metamorfosis. Pensé en cocinarlas en una cazuela de barro al vapor con un poco de sal y tomillo para agregarlas a una ensalada de nopales tiernos con jitomate, cebolla, chiles serranos y cilantro. Un jarrito de pulque con unos gajos de xoconostle asado no estaría mal mientras cocinaba estas esmeraldas tus joyas diosa Deméter, también te llamaré Coatlicue como los antepasados mexicas.
Yérguete, tú, amigo nuestro, toma tus flores en el lugar de los atabales, Que salga tu amargura, adórnate de ellas, las flores preciosas; se están repartiendo Las flores de cacao, las de oro. Las flores de cacao Miguel León-Portilla
No he vuelto a encontrarte en la encarnación de divina, bella campesina vendedora de verde halagos enzapatados, de pulsantes jitanjáforas vegetales sin embargo, he descubierto que te muestras con más constancia y rigor en tu versión de Coatlicue y la guerra una de tus más altas atribuciones sigue vigente desde los orígenes porque eres tú la tierra decapitada que exige sangre y corazones como lo indica tu falda de cabezas de serpiente, tú devorarás a todos los hombres con tus garras las mismas que surcan los campos, eres la madre tierra muriendo para dar vida, la mujer guerrera de la fertilidad, invencible año tras año ciclo tras ciclo germinando vida a partir de lo caduco y muerto.
Te prometo una gran ofrenda de amaranto, miel, tabaco, copal y flores para que intercedas por nosotros y la sangre que moja la tierra deje de ser la de los campesinos, gente sencilla, migrantes y oprimidos que ahora sean los milenarios verdugos empresariales, los caciques con sus corruptos políticos títeres y matones traficantes los que se encuentren contigo y paguen lo que ya deben desde hace siglos para iniciar nuevas y mejores eras, ciclos más puros, claros, armónicos, fértiles y naturales.
En medio de la llanura, mi corazón quiere la muerte al filo de obsidiana, Solo esto quiere mi corazón; la muerte en la guerra. Canto guerrero Miguel León-Portilla
Fernando García Álvarez
Nací enamorado de la luz y desde muy joven decidí ser artesano de sus reflejos. He sido aprendiz y alumno de generosos mentores que me llevaron al mundo de las artes y la comunicación. Así he publicado mis fotografías y letras en diversos foros y medios nacionales e internacionales desde hace varias décadas. El compromiso adquirido a través de la conciencia social me ha llevado a la docencia.
Colaborador desde el 10 de diciembre de 2021.
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