Al pie de una foto
La fotografía tiene cuerpo, y éste son las sombras. Jean Claude Lemagny, Poéticas del espacio ed. Gustavo Gili, 2002.
Esta imagen, distinguido lector, es una escena de la guerra en América, nuestro continente: dos combatientes guerrilleros, dos cuerpos vibrando en las sombras, uno de ellos tocado fatalmente por la metralla fenece impávido mirándonos con resignación, acaso estupor desde los brazos del otro guerrero que expresa en su rostro todos los horrores de una indescriptible angustia, donde el eterno dolor de la muerte abraza trágicamente las insondables profundidades del espíritu humano. El estremecedor retrato de una era fue realizado por Augusto Vázquez y forma parte del libro El Salvador Huellas de la Conciencia.
La magistral fotografía en lo inmediato me evoca algunas otras obras de grandes maestros de la historia del arte como las esculturas La piedad de Miguel Ángel Bounaroti y el mármol romano del siglo IV a.C. Menelao sostiene el cuerpo de Patroclo. Es evidente entonces que la respuesta a la vieja y fastidiosa pregunta de que si ¿la fotografía es arte?, en este caso ha sido subsanada de manera total y contundente. Así mismo me pregunto ¿es la guerra única e inmortal constante en la humanidad? Pues registros hay de ella muy anteriores a la Ilíada.
El fotógrafo mexicano que se graduó como diseñador industrial en la UNAM ha pasado más de la mitad de su vida documentando con su cámara el conflicto bélico centroamericano primero como militante y protagonista anónimo dentro de la estructura rebelde del Frente Farabundo Martí para la liberación Nacional del Salvador. De manera similar al fotógrafo checo Josef Koudelca quien vivió por mucho tiempo con los gitanos sin haber revelado sus rollos de película sino hasta años después.
Augusto Vázquez inmerso en la clandestinidad del conflicto armado dentro de las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo desconocía la trayectoria que seguían sus tomas donde la imagen latente, germen visual en los cristales de plata, era protegida por la inteligencia de los correos de la guerrilla hasta su destino final donde eran reveladas para dar a conocer al mundo el avance de la guerra de liberación nacional. Siempre desde su mirada comprometida con la revolución social, mostrando la versión del pueblo salvadoreño alzado en armas contra la tiranía, he aquí la trascendencia del trabajo de Augusto y su pelea empuñando la lente para iluminar con la luz de la conciencia, comunicando la verdad del lado de los desposeídos.
Un suceso no representado mediante una imagen padece un problema de identidad, como han entendido perfectamente los directores de periódicos y los censores. Una imagen llamativa acentúa el impacto de una noticia y le da la permanencia que no puede comunicarle la descripción más elocuente. La ausencia de pruebas gráficas convierte el acontecimiento en algo vago e insubstancial desde el punto de vista de la audiencia. Michael Freeman, El Estilo en fotografía, ed. Hermann Blume, 1986.
Como muy pocos fotógrafos en el mundo, este guerrillero de la comunicación, por voluntad propia ha tenido la oportunidad de documentar la efervescencia social de nuestra América en el último tercio del siglo pasado. Augusto Vázquez nacido en la Ciudad de México en los albores de la década de los 50 del siglo pasado, en entrevista con motivo de la presentación de su libro El Salvador Huellas de la conciencia accedió generosamente a conversar sobre su vida, obra, militancia política y quehacer fotográfico.
Su libro es un inusual recuento de 10 años de lucha armada que se ha ido nutriendo con las imágenes recién encontradas que estaban dispersas por todo el mundo y que el autor ha ido rescatando poco a poco en una búsqueda azarosa, saliendo al reencuentro de esas fotos extraviadas en los laberintos de una historia clandestina apenas descubierta al final de la guerra.
Como Josef Koudelca, Augusto también se inició en la fotografía muy joven a los 14 o 15 años que descubrió la cámara familiar con la que se registraban los momentos especiales de la vida cotidiana, “era una cámara de cajón muy común en esa época era una kodak Brownie de película formato 120”que le llamó la atención y con esta empezó su acercamiento a la fotografía que no era un pasatiempo precisamente barato por lo que su madre al percatarse del interés del joven lo llevó al mercado de La Merced donde le compró una cámara Agfa para su uso y experimentación de manera autodidacta en una época muy diferente a la actual, en la que no existía la internet con sus millones de tutoriales y el acceso al conocimiento era a través de libros y revistas que generalmente leía en una conocida tienda de publicaciones Estadounidenses donde buscaba la información que estaba casi siempre en inglés.
En su búsqueda de conocimiento llegó hasta la biblioteca británica en la Ciudad de México, para su sorpresa ahí encontró los primeros libros de imágenes impresos en alta calidad, se sintió muy impactado con el descubrimiento que le acercaba al mundo de las obras clásicas de la fotografía. Otro elemento importante en su formación mayormente experimental y autodidacta de muchos años fue su incorporación al Club Fotográfico de México donde afirma: “me permitió haber pulido mucho de la visión, el estilo fotográfico y la técnica”, en este club conocería a maestros con los que seguiría creciendo en el apasionante mundo de la imagen fotográfica.
La fotografía ha sido el punto de partida de los “mass media” que hoy desempeñan una función todopoderosa como medios de comunicación. Sin ella, no hubiesen existido ni el cine ni la televisión. Mirar cotidianamente la pequeña pantalla se ha vuelto una droga de la que ya no pueden prescindir millones de seres humanos. Giséle Freund, La fotografía como documento social, ed. Gustavo Gili 1986
Su llegada a la guerrilla nos dice fue circunstancial pues “nunca había militado en alguna organización, aunque tenía una visión progresista de Izquierda si lo podemos decir de esa manera porque el pueblo mexicano es un pueblo muy solidario y cuando es necesario aporta lo que se requiera”. Con todo esto fue importante el hecho de que su padre fuera un economista formado en la UNAM y en aquellos años “los economistas eran marxistas, aunque sea solo de nombre. Entones en la casa de mi padre en su biblioteca había muchos textos marxistas que yo leía pues era la corriente, la tendencia en la universidad o la prepa existía la visión de este pensamiento”.
Nos cuenta un par de aspectos más que lo definen:
Desde adolescente viajé mucho por México, viajaba de “aventón” en aquella época se podía, eso me permitió conocer el México profundo para darme cuenta de las realidades distintas a las que uno vive, incluso estuve a punto de morir por vivir las condiciones de vida que viven los mexicanos en las zonas más apartadas. Esto fue importante no solo en la visión emotiva y de percepción de la realidad sino también el ver los distintos paisajes, desarrollando así el ojo fotográfico.
(Augusto Vázquez)
El otro elemento importantefue abandonar sus incipientes estudios de ingeniería para dedicarse“a viajar, experimentar con la fotografía y al estudio de la danza y las humanidades, fue entonces que me encontré con la disciplina del diseño industrial”que le llamó la atenciónpor lo que decidió inscribirse a la facultad de arquitectura para poder estudiar diseño. Ahí participó de una experiencia única que terminó de formarlo políticamente: “Yo formé parte del autogobierno de arquitectura, ahí entendí mucho de lo que era una visión más estructurada y formada en lo que era y es el pensamiento, el debate y la cultura en general”.
Si la interpretación es tan importante en el periodismo gráfico es porque cualquier clase de reportaje supone un punto de vista; los sucesos importantes se “presentan” al lector, no se ofrecen como simples documentos fríos. Ni en el periodismo gráfico ni en el escrito se pierde el tiempo: presentan la información al lector a la luz de una opinión determinada y hacen valer esta con toda claridad. Michael Freeman, El Estilo en fotografía, ed. Hermann Blume, 1986.
Al terminar su carrera fue convocado como profesor a la Escuela de Diseño Industrial de la Universidad de Guadalajara, era el año de 1979, ahí conoció a un amigo encargado del trabajo internacional de algunas organizaciones del FMNL que lo invitó a participar haciendo el registro de las áreas marginales para dar a conocer las condiciones de vida, pues ya era considerado un buen fotógrafo, más adelante con su cooperación al llevar de manera clandestina un transmisor de radio para un proyecto comunicacional muy importante surgió Radio Venceremos. Así el joven Augusto fue “entuturutado” (seducido, enamorado, embaucado) por la causa revolucionaria salvadoreña, en 1982 ya se había integrado al frente de guerra.
El Salvador Huellas de la Conciencia de Augusto Vázquez es mucho más que un libro de fotografía en blanco y negro, va más allá del documento histórico o el testimonio grafico de la lucha por la liberación del pueblo salvadoreño en la década de los 80, es también una polifonía de infinitos vértices donde las propuesta estéticas abundan con todos los recursos de la sintaxis de la imagen, de la elocuencia visual manejada con maestría y una creatividad que descubre ante nuestros azorados ojos universos narrativos que se extienden como una selva más allá de lo evidente, este compendio de emociones a contraluz o claroscuro recrean el lenguaje de la inteligencia y le dan alas a nuestros sueños de libertad.
Fernando García Álvarez
Nací enamorado de la luz y desde muy joven decidí ser artesano de sus reflejos. He sido aprendiz y alumno de generosos mentores que me llevaron al mundo de las artes y la comunicación. Así he publicado mis fotografías y letras en diversos foros y medios nacionales e internacionales desde hace varias décadas. El compromiso adquirido a través de la conciencia social me ha llevado a la docencia.
Colaborador desde el 10 de diciembre de 2021.
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