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Karina Sánchez Portada

Organizaciones campesinas en Oaxaca

Perspectiva Social

De acuerdo con el censo 2020 de INEGI, 51% de la población de Oaxaca es rural; es decir, la mitad de la población del estado se encuentra viviendo en localidades pequeñas que mantienen actividades agropecuarias, al tiempo que de acuerdo con el Registro Agrario Nacional (RAN) existen 34 mil 281 Sociedades Rurales registradas en todo el país, es decir colectivos con personalidad jurídica. Entre los estados con mayor número de Sociedades Rurales registradas se encuentran: Oaxaca con 5 mil 520; Chiapas, 4 mil 119 y Veracruz, 3 mil 659; Sinaloa, 3 mil 452; Sonora, mil 987; Yucatán, mil 572; Puebla, mil 569; Campeche, mil 405; Hidalgo, mil 122; Michoacán, mil 099 y Tabasco mil 017.

Con los datos anteriores sostenemos que la población rural en el estado de Oaxaca se mantiene con actividades agropecuarias, algunas veces incluso conformando organizaciones con personalidad jurídica y otras sólo manteniéndose como campesinos independientes. Lo cual indica que lejos de desaparecer como auguraban algunos estudiosos, la población campesina se mantiene y sigue aportando alimentos a la población urbana.

Por otra parte, desde finales de los años ochenta del siglo XX las políticas neoliberales se adoptaron de manera dogmática alcanzando a la sociedad campesina de México, quienes en su afán de permanecer con sus formas propias de producción se organizaron para enfrentar los embates del mercado y el desmantelamiento de un conjunto de instituciones gubernamentales que en suma anunciaron la transformación del Estado, para dejar en manos de la supuesta libre competencia toda la producción agropecuaria.

En esa lógica,  a partir de la década de los noventa las políticas mínimas de apoyo al campo desaparecieron para convertirse en políticas sociales de combate a la pobreza, en tanto, la producción campesina se visualizó como inviable por ser cero rentable en la circulación mercantil, más aún con nula posibilidad de competir en un mercado global. Este último argumento sirvió además para centrarse en apoyar exclusivamente a las empresas agropecuarias a gran escala y dejar de lado la producción campesina.

Con ese marco, algunos campesinos formaron colectivos que constituyeron casi de inmediato en figuras jurídicas porque era un propósito de los diferentes gobiernos, ya que a través de éstas se otorgaban los recursos económicos dirigidos al campo, por tanto, se crearon Sociedades de Producción Rural, Sociedades de Solidaridad Social, Sociedades Cooperativas entre otras. Por su parte, algunas que se formaron desde finales de los setenta como las Uniones de Uniones, Uniones de Ejidos también tomaron el camino de la producción comercial debido a que el propio Estado los orilló a producir exclusivamente para el mercado por ello cultivaron café, maíz en gran escala, caña de azúcar, tabaco y otros productos con carácter comercial.

Ante esa situación en Oaxaca como en otros estados del país se formaron organizaciones gremiales en torno a una producción comercial, otras sólo intentaron integrarse ya que se crearon al amparo del corporativismo estatal, principalmente las afiliadas a la CNC, otras alentadas por sectores religiosos de la teología de la liberación y algunas otras apoyadas por sectores magisteriales. Por esta razón en la actualidad existen un conjunto de organizaciones en la sociedad rural de Oaxaca, en general alentadas en buena medida por las políticas del momento; sin embargo, algunas se apropiaron de estos procesos organizativos, es decir, hicieron suyos los colectivos, con lo cual son procesos legítimos que posibilitan la mejoría de ciertas condiciones de vida en las localidades, no porque obtengan dádivas, sino porque son organizaciones dedicadas a alentar el trabajo productivo y buscar canales directos de comercialización para su producción.

Es decir, la configuración de la sociedad rural es resultado de diversas situaciones, la transformación agraria, el tipo de políticas públicas, incluso también de las necesidades que generan los procesos de globalización, de tal forma, que en la actualidad podemos encontrar una gama de organizaciones campesinas, algunas legítimas en tanto cuentan con un conjunto de asociados que en efecto tienen actividades productivas que les permite complementar las necesidades materiales de sus familias, aunque al mismo tiempo aún podemos observar organizaciones cuyo origen fue para controlar a la sociedad, incluso están afiliadas a partidos políticos con el objetivo de ser clientelares, la cuales en general no cuentan con actividades productivas como eje central de su existencia.

Sin embargo, observamos que en los casos dónde las actividades productivas son el móvil de la existencia organizativa pueden permanecer con apoyos gubernamentales o sin ellos, además se mantienen como una posibilidad económica para los campesinos con trayectorias de suma importancia, algunas emblemáticas en el tema ambiental como las organizaciones forestales, entre las que destacan Pueblos Mancomunados o bien, aquéllas experiencias comunitarias como San Pedro el Alto quienes destacan por el extraordinario manejo forestal que mantienen. Empresas sociales que tienen envasadoras de agua, aprovechamiento sustentable de la madera y ecoturismo, privilegian la posibilidad de que sus actividades les permitan mantenerse arraigados en sus comunidades.

Manejo forestal en San Pedro el Alto, Oaxaca | Foto Twitter: @Conafor

De la misma forma, encontramos a organizaciones productivas como CEPCO, Yeni Navan, UCIRI, quienes se dedican a la producción y comercialización del grano aromático y quienes destacan porque incursionaron como pioneros en la agricultura orgánica certificada en México, además fueron fundadores de lo que hoy denominan Comercio Justo Internacional, es decir, dan cuenta de las capacidades productivas y económicas que tienen, siempre que se trate de estrategias que les permite mantener sus propias formas de vida campesina. En su trayectoria organizativa incluso formaron instituciones financieras propias para continuar sus procesos productivos y comerciales.

Así tenemos organizaciones con experiencias que sorprenden por la capacidad organizativa y productiva con la que cuentan, además de mantenerse como una estrategia económica para cientos de familias campesinas. No obstante, aquéllas que sólo se constituyeron como procesos corporativos y clientelares, difícilmente podrán permanecer porque en este periodo sexenal 2018-2024 no hay apoyos económicos para este tipo de colectivos.

De la misma forma, existen familias campesinas que trabajan de manera individual y que en el actual sexenio decidieron acceder a ciertos programas como Producción para el Bienestar y Sembrando Vida, ambos programas tienen como requisito fundamental la aportación de trabajo constante de los y las campesinas, porque deben reflejar su trabajo de acuerdo con algunas metas para mantenerse en el programa.

De tal manera, que seguimos observando como las sociedades que se dedican al trabajo del campo pueden resistir los cambios que no les favorecen, adaptarse en caso de ser necesario o bien, se apropian de algunos procesos en ciertas coyunturas para mantener sus formas propias de reproducción social, en éste último sentido considero que los aprendizajes que están construyendo a través de las escuelas de campo y de los viveros comunitarios que se implementan con estos dos programas que se dirigen a impulsar el campo mexicano se los están apropiando los campesinos para su permanencia futura.

Con estas observaciones apuntamos a que la sociedad campesina da cuenta de su capacidad de adaptación, que no se han dejado corporativizar en muchos casos, que siguen trabajando pese a las grandes dificultades que enfrentan, que exponen su producción para que la población consuma y que se revalore su trabajo.

Karina Sánchez Juárez

Doctora en Ciencias Sociales y Humanísticas de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, con especialidad en Estudios Rurales, Desarrollo y Política. Profesora-Investigadora de tiempo completo del IISUABJO e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Actual Directora de “Cuadernos del Sur”, Revista de Ciencias Sociales.

Colaboradora desde el 21 de febrero de 2019.

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