+ Han pasado cuatro años y siete meses (22 de mayo de 2019) de la desaparición de Jassiel Vladimir Florián Pablo y su madre, Martha Pablo, mantiene la esperanza de encontrarlo con vida.
Por Ernestina Gaitán Cruz
Oaxaca de Juárez, Oax.- Y mientras espera, Martha lleva junto a su corazón, colgada del cuello, su fotografía con las palabras “ayúdame a encontrarlo” y “se busca”. Lo sabe vivo. A veces siente un sobresalto, como si algo le estuviera pasando a ese hijo, el más pequeño de la familia y padre de un niño de ahora 10 años.
“A veces estoy sentada y de repente, me viene como un golpe en el pecho y digo: Señor ayúdame, yo sé que mi hijo está bien. Sigue cuidándolo donde quiera que esté. Esa es la esperanza y la fe que tengo en Jesucristo; algún día vamos a saber de él”.
Con lágrimas, relata en entrevista cómo sigue presente en sus pensamientos todos los días y dice, no dejará de buscarlo, así se le vaya la vida. Ella salió un poco mal en estudios médicos. Debe cuidarse, lo sabe y se lo recalcan su hijo mayor, la hija segunda y familiares. Sin embargo, conocen su determinación: seguirá buscándolo entre cadáveres y entre los vivos. No parará nunca, hasta volver a verlo.
Jassiel Vladimir Florián Pablo desapareció el 22 de mayo de 2019 en Tlapa de Comonfort, Guerrero. Se levantó la denuncia y se abrió una carpeta de investigación como un caso de secuestro. Martha no pudo ir a esa entidad, no se lo permitieron sus familiares. Y la Fiscalía de Oaxaca, actualmente trabaja en coordinación con su homóloga en Guerrero. No obstante, ella tiene previsto ir.
El secuestro, luego establecido como desaparición forzada, de Jassiel, dio un vuelco a la vida de su familia. El padre, separado de Martha desde hace 18 años, la acompañó los primeros meses y se hizo la prueba genética, pero ahora se alejó. Tiene otra pareja y quizá ella se molestó porque acompañaba a su ex esposa, comentó Martha Pablo Cruz.
“Un año mostró su apoyo solidario. Su mano, porque económicamente jamás. Cuando le dije de poner la denuncia en la Ciudad de México, y si me podía apoyar para los pasajes, dijo que no tenía ni tiempo ni dinero para seguir. Hazlo tú si quieres, pero yo no puedo. Se hizo a un lado y le dije no te vuelvo a molestar, pero tampoco me vuelvas a preguntar de tu hijo, porque haz de cuenta que no existe”.
El hijo mayor y la segunda hija, han hecho su propia vida familiar. Uno en Estados Unidos, la otra en Oaxaca. La alientan, le ayudan a veces económicamente y ella, la madre, continúa sola en esa búsqueda. En su caminar se ha unido a madres rastreadoras, buscadoras, sabuesas de varias entidades del país. Se alegra o entristece cuando encuentran con vida o los restos de esos desaparecidos.
“En este caminar, aprendemos a conocer leyes, ciencias forenses, ser un poco psicólogas, tenemos que aprender de todo. Las desapariciones son como un cáncer que nos invade día a día en todos los estados. Yo decía realmente esto no pasa en Oaxaca. No hay desparecidos y si es así, es porque andan en algo, porque se lo buscaron, decía. Ahora buscamos hacer visible este problema”.
“Cuando enterramos a un ser querido, sabemos dónde está. Lo vamos a extrañar, en las fechas importantes, nos va a hacer falta escuchar su voz, pero estamos conscientes de que lo fuimos a depositar en algún lugar. Y a las madres que no sabemos dónde están nuestros hijos, nos queda la esperanza de encontrarlos con vida, pero pasan los meses, los años, y esa esperanza se ve más lejana”.
“El mínimo consuelo es recuperar sus restos para poderles dar cristiana sepultura como estamos acostumbrados en nuestra cultura. Y guardamos esa esperanza y por eso seguimos cada día buscándoles, alzando la voz, visibilizándolos. No nos cansaremos hasta lograr el objetivo y si en esta lucha se me va la vida, pues hasta ahí quedé”, comenta.
Logró llevar la denuncia a la Fiscalía General de la República como desaparición forzada, no como secuestro porque ya habían pasado años. “La carpeta se va moviendo, aunque lento. Los investigadores federales fueron al lugar de los hechos, recabaron información y me dicen que dentro de los cadáveres han hecho las confrontas y no aparece, no coincide las genéticas con esos cuerpos.
Fueron a reclusorios, a hospitales, supuestamente han peinado la zona y no. No hay nada, ni un indicio. Ellos mismos me dan la esperanza si se puede decir, que mi hijo sigue con vida.
El cachorro de Jassiel Vladimir
Al dolor de madre, se agrega el ver el desconcierto del hijo de su hijo, quien iba a egresar del preescolar cuando dejó de ver a su padre. En ese entonces le decían, tu padre se fue a trabajar a un lugar donde no llega la señal, por eso no puede contestar el teléfono. Sin embargo, el pequeño no lo creía y entonces acudía a la abuela quien le daba la misma explicación.
Ahora de 10 años, casi adolescente, el nieto sigue preguntando por su padre y la respuesta es la verdad: tu padre desapareció, unos hombres malos se lo llevaron. “Me dice abuela, ¿y mi papá cuándo va a regresar? Realmente no sé qué contestar”, comenta Martha Pablo Cruz, con lágrimas, mientras aprieta con fuerza la foto de su hijo y pide se difunda su caso, por desgracia, el mismo de varias madres.
“El niño era su vida entera y para mi nieto igual. Cuando su papá llegaba del trabajo, ya no prestaba atención a nadie más que a él. Siempre andaban juntos, iban a la tienda, a la gasolinera. No lo dejaba y mi hijo, aunque saliera de viaje por su trabajo, se comunicaba. ¿Cómo está mi cachorro?, ¿cómo vas?, pórtate bien papi, ponle atención a la maestra, no pelees con tus compañeritos”.
Martha Pablo Cruz ya no ha llamado al teléfono celular a su hijo Jassiel Vladimir. Sabe la respuesta: “el número que usted marcó está temporalmente fuera de servicio”. Hace más de un año ya no escucha esa grabación, esa que le vuela la imaginación y le provoca más incertidumbre. Guarda su número nadamás.
Ernestina Gaitán Cruz
Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Reportera, articulista y free lance en La Jornada, Notimex, El Nacional, El Día Latinoamericano, Revistas FEM y Mira; Noticias de Oaxaca y Tiempo de Oaxaca. También llegó a colaborar en los Gobiernos de Guerrero y de Oaxaca.