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Eusebio Ruvalcaba

El frágil latido del corazón de un hombre: Eusebio Ruvalcaba

+ Eusebio Ruvalcaba Castillo, quien el 4 de septiembre cumpliría 73 años en su vida, dio prioridad a escuchar música, a disfrutarla con una buena bebida y a leer, escribir, enseñar a escribir y a ser buen conversador.

Por Ernestina Gaitán Cruz

El escritor, ensayista, periodista y poeta Eusebio Ruvalcaba Castillo (Guadalajara, 4 de septiembre de 1951- Ciudad de México 7 de febrero del 2017), llegó al mundo para escuchar música. Mientras escribía sobre ella y a la menor provocación (ante el reto que le puso una mujer) descubrió que también era poeta.

La música le fue dada desde el vientre de su madre, la pianista Carmela Castillo Betancourt. Su padre fue el destacado violinista Higinio Ruvalcaba. Así que desde siempre la escuchó y decidió hacerla protagonista de su existir.

Se acercó a la literatura que ejerció como lector, como tallerista y escritor de varios géneros desde la poesía, el ensayo, la dramaturgia y la novela que conoció en sus épocas estudiantiles, cuando asistía a clases en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Reafirmó que sería poeta,  cuando escuchó un recital de su maestro, el bardo Enrique González Rojo (Ciudad de México, 5 de octubre de 1928- 5 de marzo del 2021, ibídem), autor de Prehistoria del puñoOda a la goma de borrar y La clase obrera va al paraíso, entre otros trabajos.

Así, Eusebio Ruvalcaba Castillo, quien el 4 de septiembre cumpliría 73 años en su vida, dio prioridad a escuchar música, a disfrutarla con una buena bebida y a leer, escribir, enseñar a escribir y a ser buen conversador.

A la música le dedicó numerosos ensayos, referencias, pláticas y libros: Aproximaciones al mundo de la músicaElogio del Demonio y John Lennon tuvo la culpa, entre otros.

Su primera novela Un hilito de sangre obtuvo el Premio de literatura “Agustín Yáñez” 1992 y fue llevada al cine. Cuenta las vivencias de León Rosas Bernal, un adolescente que quiere fajarse a la esposa de su jefe, con frecuencia va a Palma Cinco a tejerse unas manuelitas, pero que finalmente es un niño que guarda como bienes preciados un trompo, la cola de una lagartija y unas canicas.

El principal aliado es su primo El gordo a quien, al ver temblar como una gelatina, le perdona el que se haya gastado los ahorros que tenían juntos. Su aventura para llegar a Guadalajara siguiendo a Osbelia, inició con su deambular por las estaciones del metro cuando su padre lo mandó a buscar trabajo, para que “hiciera algo de provecho”.

Luego de esta obra, juvenil, desenfadada, divertida y llena de ternura, escribió obras para adultos con temas de su diario vivir: la soledad, la tristeza, la mentira, la muerte, la tragedia, la pobreza, los celos, la música, la violencia, el amor, las mujeres y reflexiones sobre el existir.

Así publicó Una cerveza de nombre derrotaPocos son los elegidos perros del malEl frágil latido del corazón de un hombreLas cuarentonas: diccionario amoroso y El arte de mentir (Almadía), entre otras obras.

A pesar o precisamente por su experiencia como lector y escritor, fue exigente con sus trabajos. Decía que sus amigos lo publicaban para que no se suicidara. Y precisamente por su conocimiento en el mundo de la palabra escrita, el que también abordó como editor y corrector de estilo, le preocupaba el lenguaje y los temas, con la aspiración de que el lector armara en su cabeza el contenido del libro.

Eusebio Ruvalcaba Castillo quien estudió Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, se dijo influenciado por los escritores mexicanos Juan Rulfo y José Revueltas y lector asiduo de los autores clásicos como el francés Gustave Flaubert y el autor ruso Fiodor Dostoievski.

Pesimista, en una entrevista realizada en el 2009, dijo que moriría antes de cinco años, no se le cumplió y la vida le dio unos años más. Falleció la noche del 7 de febrero del 2017, a los 66 años de edad.

Para conocer de propia voz, se puede consultar su blog “Nadie se baña dos veces en el mismo Eusebio”, el cual dejó de escribir el 16 de diciembre de 2016.

Unos cuantos tragos amargos

Las encías me sangran.
Tengo dos meses con una basura en el ojo.
El brazo derecho me duele constantemente
a partir de una caída en la calle.
La diabetes me nubla la vista.
Pero todo se me olvida mientras
bebo mi ron.
Y me pregunto cuántos de los que estamos aquí,
hoy, esta noche,
concentrados en nuestro trago,
platicando con los amigos
o sencillamente leyendo el periódico cuántos
no estarán colapsados por dentro.

Cuántos no sufrirán cálculos en la vesícula
o los riñones.
Tendrán artritis,
las muelas hechas pedazos,
el hígado inflamado al doble
o un dolor punzante en la boca
del estómago.

Me pregunto eso.
Y levanto el vaso.
Yo solo, aquí, en mi mesa.
Y brindo por la salud de todos los que están aquí.
Pues por más enfermos que estén,
los que están enfermos,
los que de verdad sus vísceras se encuentren
a punto de estallar,
finalmente
pueden llevarse el vaso a la boca y beber.

Hoy, ahora. Mañana no importa.
Que Dios los guarde.

Ernestina Gaitán Cruz

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Reportera, articulista y free lance en La Jornada, Notimex, El Nacional, El Día Latinoamericano, Revistas FEM y Mira; Noticias de Oaxaca y Tiempo de Oaxaca. También llegó a colaborar en los Gobiernos de Guerrero y de Oaxaca.

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