OAXACA, OAX., mayo 1.- Llegar a viejo es la etapa más difícil de la existencia y para no perder la batalla contra la muerte debemos trabajar más de la cuenta.
No hay tiempo de pensar en el retiro o llevar una vida más relajada como premio a una larga trayectoria de trabajo y honestidad a cambio de nada, sólo pobreza.
Así sintetiza Martina Rodríguez Cruz sus 91 años de existencia, ejemplo de vida apegada a la extrema pobreza.
Mujer originaria de la región Mixteca, valiente, con salud minada; sin embargo, todos los días hace frente a la adversidad.
Su orgullo y espíritu guerrero la levanta. No se deja. Aunque sus pasos ahora los apoya en un bastón, no le importa; para ella, lo importante es seguir librando su intensa batalla por sobrevivir.
“Antes muerta que pedir caridad”, responde de inmediato al reportero.
“A mi edad no es sencillo vivir”, reconoce. “Por vieja y enferma nadie ofrece trabajo”, agrega.
Para ella no es fácil llevarse un pedazo de pan a la boca.
Se lo gana como pocos imagina. Por ejemplo, ofreciendo su mano trabajadora en hogares cercanos a su vecindad.
Lava trastes o ropa; en ocasiones plancha y al día obtiene comida o entre 20, 30 ó 50 pesos, cuando bien le va.
Por eso ríe cuando se entera por los medios de comunicación, principalmente la radio, que los grandes y recientes saqueadores de Oaxaca siguen libres, lejos de rendir cuentas a la justicia.
De los candidatos a la Presidencia de la República no sabe nada, aunque el bombardeo publicitario ha llegado a sus oídos, pero ni así recuerda el nombre de los cuatros aspirantes. “Para qué, si de todas maneras no ayudan”, responde sin más.
Está concentrada en lo suyo, en sobrevivir, en no dejar pasar el día sin ganar algo, aunque sea un poquito.
Martina Rodríguez Cruz es chaparrita. Con sombrero de palma se protege del Sol. Con esperanza y sin rumbo fijo deambula por el Centro Histórico.
Buscando el milagro recorre las calles.
Está segura que un día lo alcanzará.
Aprendió a caminar sola. Sus pasos son lentos.
Sus zapatos empiezan a ceder. Los dedos empiezan asomar. Más arriba, las rodillas flaquean, le duelen de más después de un largo peregrinar y las bolsas vacías, en pos de la salvación.
Sus pasos lo apoya con un bastón; los brazos le duelen, un hueso, fuera de lugar, luce en la muñeca izquierda.
En su rostro se dibuja el paso del tiempo. La blusa y falda rosa contrastan con los marcados rasgos de cansancio. Sin embargo, su mirada no deja de ser alegre, honesta; sabe que un día alcanzará lo buscado, una existencia en paz, sin demasiada agitación.
A pesar de su desgracia material, recuerda a su amado esposo Octaviano Santiago Pérez, fallecido hace cuatro años.
También a sus tres hijos, que no esperaron a consumirse en la pobreza de Oaxaca y marcharon al Estado de México, a trabajar en lo que sea, los que seguramente más adelante terminarán experimentado lo que hoy vive su mamá: sola y lejos de ellos.
A sus 91 años de vida, doña Martina Rodríguez Cruz vive en calle Pípila número 203, letra “A”, en la Agencia Municipal de San Juan Chapultepec.