LAS OTRAS VERDADES
En Oaxaca nos encontramos tan ensimismados tratando de subsistir esquivando el alud de problemas económicos, sociales, sindicales y políticos que surgen cotidianamente como esporas por los cuatro puntos cardinales de su territorio, que distraen nuestra atención de otras amenazas que se ciernen sobre nosotros.
Gobiernos y sociedad, (incluyendo los medios de comunicación) se ha dejado llevar por esa inercia que ha postrado a Oaxaca en los últimos lugares del desarrollo del país. La política rupestre del cangrejo que practicamos, que se traduce en dar la zancadilla a aquel que intenta sobresalir para mejorar es ya parte de una nefasta cultura que se ha ido metiendo en las venas con el correr de los años en los oaxaqueños.
De nada sirve tener una entidad desbordada de recursos naturales, de invaluable riqueza cultural, arquitectónica, de vestigios arqueológicos, de climas, de fauna, de playas y de tantas otras cosas que generan en extraños una sana envidia de lo que poseemos.
Las dos últimas administraciones gubernamentales llevaron a Oaxaca a un paulatino deterioro en las condiciones de vida de los oaxaqueños. Se puede decir que el ejercicio de gobierno del aliancista Gabino Cué Monteagudo, que ofreció “un gobierno de cambio con paz y progreso”, fue pura llamarada de petate y su accionar en la vida pública fue desvaneciéndose hasta quedar convertido en un mero adorno.
Ese valemadrismo, omisión, ineptitud de Cué Monteagudo o todo junto, contaminó otras esferas de gobierno: el poder judicial, el legislativo y a una buena cantidad de gobiernos municipales, que ante la falta de una verdadera autoridad que hiciera valer el Estado de Derecho, simplemente se dedicaron a nadar de muertito –por decir lo menos- y otros francamente a saquear cuanto pudieron.
Obnubilados en esa nefasta dinámica, sin darnos cuenta, ese vacío de autoridad fue bien aprovechado por lo que se ha denominado el “crimen organizado” que no es otra cosa que los cárteles del narcotráfico, que poco a poco se fueron apoderando del territorio oaxaqueño.
De acuerdo con el informe 2015 del National drug threat assesment sumary advierte que Oaxaca presenta ya un conflicto de seguridad, por la pugna de la plaza entre al menos cuatro carteles del narcotráfico: Cartel Jalisco Nueva Generación con presencia en las regiones Sierra Sur, Costa e Istmo de Tehuantepec; Los Zetas, la organización de los Beltrán Leyva y el Cartel de Sinaloa, estos tres con presencia en la región Valles Centrales.
En el presente año, el número de homicidios o “ejecuciones” ha registrado un incremento alarmante en las regiones del Istmo de Tehuantepec y la zona de la Cuenca del Papaloapan. En los dos últimos meses en el municipio de Juchitán y otros de esa zona, se ha vuelto el pan de cada día las ejecuciones a cualquier hora. El denominador común de todas ellas es que nadie da con los responsables.
Es muy probable que la fórmula de “plomo o plata” que es uno de axiomas que le garantizan la impunidad a los grupos del crimen organizado, ha empezado a imponerse en Oaxaca y las autoridades encargadas de velar por la seguridad e investigación de los delitos, prefieran hacerse los occisos y no mover ni un dedo, bien saben que les puede costar el pellejo.
La sociedad oaxaqueña, aún no conoce todas las ramificaciones de delitos que se originan con la presencia de esos grupos delincuenciales. A los homicidios, en breve se le sumaran los secuestros, cobro de derecho de piso (extorsión), trata de blancas, prostitución, drogadicción y un largo etcétera que va carcomiendo los cimientos de las sociedades y las controla con la ley del miedo.
Sin querer ser pesimistas, si no se actúa a tiempo y enérgicamente en breve estaremos padeciendo lo inimaginable. Estamos a las puertas de un cambio en las riendas del gobierno de Oaxaca y llega un gobernador sin ningún tipo de experiencia en cargos de elección, esperemos que eso no sea un impedimento para tomar el toro por los cuernos y meta orden a Oaxaca que tanto lo necesita. Por lo pronto, el destino ya nos alcanzó y lo que sigue va a doler.
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