LIBROS DE AYER Y HOY
La discusión en torno al papel que deben jugar las fuerzas armadas en el país, no es nueva. Ante la posible alteración de sus funciones constitucionales, los sectores más sensatos de la sociedad alertan sobre una desviación.
En los años setenta con la embestida que dio Luis Echeverría contra la ultraizquierda en la llamada guerra sucia, -a grupos de jóvenes que simplemente protestaban contra un estado injusto-, la discusión tomó caracteres de permanencia por largos meses.
El Partido Comunista Mexicano (PCM) lanzó un documento que muy bien encaja en estos momentos cuando se pretende legalizar la intervención del ejército en asuntos internos.
Parte de ese documento lo reproduce en su libro de memorias el gran luchador y militante comunista Valentín Campa Salazar , cuya trayectoria fue recordada al cumplir el día 25 de este mes 17 años de haber fallecido; se develó una estatua en su memoria en la explanada de Buenavista, como ferrocarrilero que fue.
El apartado que le dedica Valentín a ese documento se llama, Por un ejército patriótico y glosa párrafos fundamentales que hoy casi se calcan en el rechazo a la beligerancia del ejército y al papel que le han conferido los gobiernos conservadores de Calderón y ahora el de Peña Nieto, en funciones de policía.
En muchos países y el nuestro no es la excepción, hay dos sectores que al desequilibrarse en sus funciones, también alteran la vida interna de sus ciudadanos: el ejército y la iglesia católica.
Lo hemos visto con el militarismo del Cono sur de terrible memoria, que ahora intenta enseñorearse de nuevo en Brasil, Colombia y Argentina.
El caso de la iglesia católica se padece a diario en México, país laico y lo acabamos de ver en la intervención grosera que está dando en la negación de derechos plenos al sector gay.
La iniciativa para que el ejército legitime su intervención en cuestiones de seguridad, que ya ha venido haciendo por la flexibilidad que le han dado los gobiernos mencionados, ha sido rechazada por sectores de intelectuales, especialistas, académicos, y fuerzas políticas progresistas, que hacen hincapié en el riesgo que ello representa.
Ponen de ejemplo los casos de Ayotzinapa, Tlatlaya y decenas de denuncias contra el exceso de fuerza de algunos sectores militares y de la marina.
Legalizar su actuación, es darle carta libre para ese tipo de actuaciones, argumentan.
La ONU también fue prudente a través de su representación en México y alertó para legitimar al ejército solo en casos de emergencia.
En su libro MI TESTIMONIO, memorias de un comunista mexicano (Ediciones de cultura popular 1978) que aborda en más de 200 apartados su actuar en la izquierda, lo que le generó acoso, persecución y la cárcel, Campa le dedica uno de esos apartados al ejército, afianzado éste por el poder, en todos los sucesos que envolvieron épocas violentas en nuestro país.
El asesinato de Lucio Cabañas y otros líderes guerrilleros, el de muchos jóvenes que integraban la Liga 23 de septiembre y la persecución y muerte de militantes comunistas son un ejemplo.
Campa fue candidato a la presidencia de la república por el PCM en 1976, fuera de registro y en ese período fue cuando el PCM lanzó su documento Por un ejército democrático y patriótico al servicio del pueblo advirtiendo sobre el trato que se daba al ejército, al que se conferían desde entonces, funciones de policía, “la incapacidad de la burocracia política para responder con soluciones reales a los problemas del país y a las aspiraciones progresistas del pueblo mexicano, es la fuente del incremento del papel policiaco del ejército”.
Nos centramos en este apartado para insistir en la preocupación que tenía desde entonces el que fue el partido más antiguo -desde 1919- y del cual Campa Salazar fue uno de sus pilares por largo tiempo.
La advertencia era urgente: Los militares, “adquieren conciencia de lo indispensables que le son a este tipo de burocracia política y, poco a poco, se plantean el problema de su sustitución o, por lo menos, el de asumir el papel más influyente en la conducción política del país”
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