¿Qué observamos en los comicios del pasado 7 de julio en Oaxaca? ¿Se está agotando el bono a favor del gobierno estatal de alternancia? ¿Se observa la progresiva reorganización del PRI? ¿Los vicios clientelares de este partido se replican en las demás fórmulas y coaliciones? Al parecer sí.
En sumatorias de los 25 distritos y con el supuesto de que los resultados constituyen un referéndum al ejercicio del gobierno actual, tendríamos que el voto se encuentra dividido y muy lejos de lo que observamos en las elecciones del 2010 que llevaron a la alternancia en el gobierno estatal y la pluralidad en el congreso.
Aún cuando la coalición PAN- PRD- PT obtuvo 14 escaños y el PRI y su apéndice alcanzaron 11 posiciones, el hecho es que la diferencia entre el total de votos es de menos del 2%, del 37.42% para los primeros y de 35.76% para los segundos. Todos los datos de esta colaboración corresponden al PREP, 2013. (http://www.prepoaxaca.com.mx)
En el recuento por separado, el PRI se vio favorecido con la votación más alta, del 31.44%, casi doce puntos porcentuales por encima del PRD y 18 puntos arriba del PAN. El partido azul, en caída libre, se acerca cada vez más a los partidos morralla que funcionan como comodines para la negociación cupular y para la colocación de aquellos que no encontraron cabida en el tricolor.
Mientras tanto, la reorganización del viejo partido ocurre con el respaldo del centro federal y los delegados de sus dependencias, así como por el amplio margen de operación de los exgobernadores y su influencia al interior del mismo gobierno de alternancia y dentro de los partidos de “oposición”, como quedó evidenciado en las filtraciones telefónicas del pasado mes de abril.
Con el conocimiento de los resultados electorales quedan las preguntas ¿por quién votamos en el 2010? ¿qué diferencias encontramos entre las elecciones del 2010 y las del 2013? ¿de que lado quedó el gobernador y sus colaboradores en este proceso de maniobras políticas dudosas que atentan contra la confianza de los ciudadanos? ¿Esta es la democracia electoral?
En las elecciones para diputados locales tenemos resultados paradójicos. Por ejemplo, el PRI- PV ganó con una baja proporción de participación ciudadana, del 41% en el distrito I (Oaxaca de Juárez, zona sur), pero también con alta participación ¿78%? En el distrito XXV (Acatlán de Pérez Figueroa. El resultado del 78% debería ser analizado con detenimiento, no sólo por los politólogos, sino por los alquimistas o los magos, quienes seguramente tendrán explicaciones más convincentes.
La participación ciudadana del 37% en el distrito XXII (Oaxaca zona norte), que dio el curul a la coalición PAN- PRD- PT, no debería ameritar el entusiasmo triunfalista sino la preocupación por el elevado abstencionismo. La inasistencia de los ciudadanos en las urnas es superior al 60% en los dos distritos del centro, en donde se concentra la capital del estado.
Los raquíticos triunfos divididos dan por sí mismos un balance del sentir ciudadano respecto al grupo que gobierna Oaxaca en estos momentos. Luego entonces, el alto abstencionismo como ganador, tendría que explicarse como rechazo y desconfianza hacia los partidos, hacia los gobernantes y los legisladores, y no solamente como expresión de apatía ciudadana a la que regularmente se le reduce.
La proporción más baja de participación ciudadana, del 30% se registró en el distrito XX, de San Pedro y San Pablo Ayutla, podría concordar con la tendencia generalizada del descrédito de los partidos políticos, particularmente en zonas con predominio de población indígena y en éstas, de las altas expectativas a favor de las formas de organización política tradicional. Este dato muestra la debilidad de los partidos para ganar la confianza de los pueblos que se rigen por sistemas normativos internos.
Respecto a la elección de concejales, la participación global alcanzó el 58 por ciento. Es bien sabido que las elecciones municipales resultan más atractivas para el grueso del electorado porque se considera la proximidad de los gobernantes en la resolución de problemas muy concretos, muchos de los cuales se asocian al mejoramiento de servicios públicos.
En sumatoria de votos de resultados disponibles hasta este momento para la elección de concejales, la coalición PAN- PRD- PT se vio favorecida con el voto del 34.56% de los sufragantes y ganó en 65 municipios, mientras el PRI- PV, alcanzó el 34.41%, posicionándose en 55 municipios. La diferencia global es de apenas quince décimas porcentuales.
Entre lo que queda pendiente se puede mencionar la calidad del arbitraje, ya que la pasividad del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (IEEPCO) ante las múltiples irregularidades electorales, desde las campañas anticipadas, pasando por el derroche y la opacidad en el ejercicio de recursos, hasta las irregularidades como la aparición de boletas quemadas en algún lugar de la capital, empañaron el proceso. Su escasa credibilidad podría minarse aún más en casos municipales de conflictos poselectorales.
Entre las prácticas que se repitieron en estas elecciones se encuentra el clientelismo y el lucro de la pobreza, la compra y venta de votos a través despensas, enseres o reparto de dinero, así como las expresiones de coacción y violencia. Estas practicas ya no constituyen el monopolio del PRI, debido a que los perredistas, panistas y las minifranquicias hacen lo mismo, como se ha ido documentado por parte de las mismas fuerzas políticas, las cuales se acusan entre sí ante la fiscalía especializada en delitos electorales de la procuraduría estatal.
Aunque en términos generales, lo predecible es que nada va ocurrir para sancionar a los delincuentes electorales, puesto que el abuso y la impunidad ha permeado al conjunto de partidos políticos y sus respectivos gobernantes. Los delitos, las sanciones y las inconformidades de los partidos no se resolverán por la vía jurídica sino en las mesas de negociación política y en el reparto de posiciones, como ocurre siempre. En suma, se observa la degradación de la llamada democracia electoral.
sociologouam@yahoo.com.mx