Utopía
De los 193 países que integran la Organización de las Naciones Unidas, 184 representantes de igual número de naciones sufragaron a favor de la resolución Necesidad de poner fin al bloque económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos de América contra Cuba. Sólo los gobiernos de Estados Unidos e Israel –tal para cual– votaron en contra del acuerdo; en tanto que Brasil, Colombia y Ucrania se abstuvieron de sufragar y los emisarios de cuatro países no votaron. Los dos primeros rompieron con la tradicional manifestación de unidad de América Latina ante una política injerencista inaceptable.
Una abrumadora mayoría de Estados votó por ocasión número 29 a partir de 1992 –una vez por cada año excepto el 2020 en que la pandemia obligó a no sesionar–, para pronunciarse en forma explícita en contra de la seguramente más repudiada de las prácticas imperialistas estadunidenses desde que el 3 de febrero de 1962 fue impuesto el bloqueo a Cuba por el entonces presidente John F. Kennedy.
En sus casi seis décadas de existencia, la propia Casa Blanca de ayer y la de hoy denomina al bloqueo económico, comercial y financiero en contra de la mayor de las Antillas como uno de los conjuntos de sanciones más completos que impusieron a cualquier país soberano.
Sin embargo, no logró hasta ahora el propósito manifiesto de doblegar a los gobiernos y el pueblo cubano mediante el hambre a lo largo de 59 años. Pero sí causó y causa en la actualidad un dolor inconmensurable a los 13 millones de habitantes de la isla e incluso allende sus fronteras. Daños materiales monumentales también y todo indica que ningún pueblo soportaría las consecuencias del bloqueo en sus condiciones de vida y de trabajo sin que se produjeran rebeliones y alzamientos populares. Justamente de eso trata la política hegemonista estadunidense frente a La Habana, misma que fue atemperada de manera significativa durante los últimos años de Barack Obama como presidente y Joseph Biden como vicepresidente, y relanzada en forma draconiana durante el cuatrienio del troglodita Donald Trump.
No exageró el canciller cubano Bruno Rodríguez cuando sostuvo ante la Asamblea General que el bloqueo es “una guerra económica” con medidas extraterritoriales, parte de la “injerencia política” que busca generar “la inestabilidad política y social” dentro de la isla. “Como el virus, el bloqueo asfixia y mata”, sentenció.
La pandemia del SARS-CoV-2 obligó al mundo a voltear hacia los aspectos más inhumanos, bestiales, del bloqueo estadunidense a Cuba, pues la aplicación extraterritorial de leyes gringas, medida ilegal que constituye el núcleo de éste y los demás programas de sanciones emprendidos por la Casa Blanca, impiden e incrementan los costos para el gobierno cubano de adquirir todo tipo de insumos indispensables para la lucha contra el coronavirus, desde algo tan elemental como los tapabocas y jeringas, hasta los ventiladores.
Estamos, pues, ante la evidencia de una política de Washington homicida e hipócrita, ya que empleó y todavía lo hace la supuesta defensa de los derechos humanos para privar al pueblo cubano de insumos vitales en plena pandemia. Como lo hace en otras latitudes de la aldea global.
Por eso la postura mexicana, expresada por Juan Ramón de la Fuente, en cuanto a que no es posible solucionar problemas de índole global o emprender grandes transformaciones regionales sin el concurso internacional que parta del principio irrestricto de la libre determinación de los pueblos. Tan básico y elemental como lo anterior.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.