Utopía
No se requiere tener ningún doctorado en Derecho ni contar con casi un cuarto de siglo en el obradorismo como movimiento, partido y gobierno para asimilar que el radicalismo en política e ideología no es sinónimo de lanzar bombas molotov a diestra y siniestra y mucho menos agarrar la metralleta o cualquier arma de fuego para impulsar la transformación de México.
Hasta el más elemental de los diccionarios registra que es un adjetivo que significa “1. De la raíz o relacionado con ella. 2. Que afecta a la parte fundamental de una cosa de una manera total o completa.”
Por ello, no es exagerado afirmar que el senador Ricardo Monreal se “puso de a pechito” al afirmar en entrevista con Roberto Zamarripa para Reforma (periódico que es mucho más que un pasquín o un boletín del conservadurismo), lo siguiente: “Los que creen que siendo más radicales pueden obtener el cargo o la posición política que anhelan, allá ellos. Se equivocan, porque no va a quedar país para nadie. El aniquilamiento sólo deja destrucción.” Y abundó: “No estoy de acuerdo con radicalizar; ni la extrema derecha ni la extrema izquierda. Me acerco más al perfil socialdemócrata de los países nórdicos; simpatizo más con la socialdemocracia que con los radicalismos” (9-I-22).
Muy oportuna la precisión del zacatecano Monreal Ávila en su adscripción socialdemócrata que no cabe la menor duda que lo es, pero en un país donde el clásico advirtió sobre el uso y abuso de las palabras máscara y las dirigencias de los partidos Revolucionario y De la Revolución se presentan como socialdemócratas, resulta pertinente el añadido “de los países nórdicos” (Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia).
Con todo, la respuesta del presidente Andrés Manuel a pregunta expresa de El Universal, no se hizo esperar y el lunes 10, ya con síntomas de covid-19 en su variante Ómicron, pero sin saberlo, reviró al doctor en Derecho Constitucional Administrativo: “Nada se logra con las medias tintas, con el centrismo, la moderación. Los publicistas del periodo neoliberal, además de la risa fingida, el peinado engominado y la falsedad de la imagen, siempre recomiendan a los candidatos y gobernantes correrse al centro, es decir, quedar bien con todos. Pues no, eso es un error, el noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear, no dar bandazos.”
Por si fuera insuficiente la definición, retomada del discurso pronunciado el 1º de diciembre en el Zócalo por el tercer aniversario de su gobierno, explicó que “Esta es la Cuarta Transformación en la historia de México. Esta transformación pacífica, sin violencia, es igual de profunda que como lo fue la Independencia o la Reforma o la Revolución. Entonces, no llegamos aquí para simular, no es más de lo mismo”.
El líder del Senado tomó puntual nota y reivindicó en redes sociales que “Hace casi un cuarto de siglo inicié una larga travesía de lucha política con el licenciado Andrés Manuel López Obrador para transformar las instituciones de la nación. Fue la mejor decisión; nunca confrontaré al Presidente ni me alejaré de mis ideales por un mejor país.”
Los dos actores políticos requieren, al parecer, tomar más en cuenta que el oligopolio mediático y sus magnates propietarios, las oposiciones partidistas y empresariales invertirán más y mejores esfuerzos de todo tipo para “amarrar navajas” entre los suspirantes por la candidatura presidencial y descarrilar así a la 4T.
Eduardo Ibarra Aguirre
Autor de Utopía. Coordinador del Grupo María Cristina. Perseguido por la Sedena (1993-2002) por difundir la propuesta del ombudsman militar. Demandante laboral del CEN del PRI (1992-93). Editor de Forum en Línea desde diciembre de 1993. Redactor de cinco libros y coautor de ocho. Corresponsal en Moscú (1977-79) y becario en Berlín (1967-68).
Colaborador desde el 12 de abril de 2021.