OAXACA, OAX., diciembre 16.—A dos años de su fundación, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova (BIJC)”busca ser un puente entre el mundo académico y quienes se encuentran en las trincheras luchando todos los días por su cultura”, expresa el director del organismo perteneciente a la Fundación Alfredo Harp Helú, el lingüista Michael Swanton.
Creada como una biblioteca no convencional, porque a su acervo bibliográfico suma conferencias, clases y asesorías, entre otras actividades, en este fin de año no sólo fue soporte de la multidisciplinaria “Posada del cacao”, sino que también participó en la restauración de los lienzos de origen colonial de la comunidad de Santa María Zacatepec y en el rescate y clasificación de documentos de los siglos XIX y XX para así reinaugurar el Archivo Municipal de Cuicatlán, digamos.
La idea es que los dos ámbitos aprendan uno de otro, prosigue Swanton, “que los académicos salgan de sus cubículos para que apoyen a quienes están trabajando realmente en su cultura, en su lengua o en sus tradiciones, y éstos cuenten así con un respaldo de aquéllos”.
En entrevista realizada en el marco de la “Posada del cacao” que se efectuó este fin de semana en el Centro Académico y Cultural San Pablo, Swanton aclara que la de la BIJC es “una figura poco conocida”, pero que su valor es precisamente el que “aparte de sus servicios bibliográficos ofrece esa amplia gama de actividades”.
—¿Cuál sería una biblioteca similar?
—La Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México. Pero hay que aclarar que, en el caso de la BIJC, el enfoque es el de la herencia pluricultural de México, con énfasis en Oaxaca.
Aunque, como dice Michael Swanton, la BIJC “está creciendo”, ahorita cuenta con colecciones tan relevantes como la de John Paddock; la de ese gran cronista que fue Luis Castañeda Guzmán; la del Museo del Textil; y la de la fonoteca Juan León Mariscal.
La de Paddock —quien estuvo adscrito al “Mexico College” que después se convertiría en la Universidad de las Américas-Puebla— cuenta con varios miles de materiales: libros y una colección de fotografía de zonas arqueológicas.
No hay que olvidar que Paddock fue colaborador de Alfonso Caso y, junto con Ignacio Bernal, realizó investigaciones en la zona arqueológica de Yagul.
El acervo de Luis Castañeda Guzmán está integrado por documentos, libros y publicaciones periódicas civiles y religiosas, que van de los siglos XVI al XX.
—Se entiende que la BIJC es un organismo especializado, ¿quiénes tienen acceso?
—Todo el público, incluyendo niños. Los siete días de la semana, de diez de la mañana a ocho de la noche —sábado y domingo cierra un poco más temprano.
“La BIJC busca ser un puente entre el mundo académico y el de aquellos que se encuentran en las trincheras luchando por su cultura todos los días. Se pretende que ambos aprendan uno de otro. Es decir, que los académicos puedan salir de sus cubículos y apoyen a quienes están trabajando realmente por sus lenguas y tradiciones, por ejemplo, y éstos cuenten así con el respaldo de aquéllos”.
—¿Qué importancia tiene la BIJC en el contexto oaxaqueño?
—Existen bibliotecas sobresalientes, la Biblioteca Pública Central de Oaxaca, la cual cuenta con una colección oaxaqueña muy importante, o la del CIESAS, por mencionar sólo dos.
“Lo que hay que entender es que la BIJC pretende ser un espacio de investigación cuyas actividades van mucho más allá: exposiciones, conferencias, actos como la presente ‘Posada del cacao’. Estamos hablando de una biblioteca profesional del siglo XXI.
A manera de ejemplo, menciona Michael Swanton, “muchas de las personas que trabajamos aquí somos multilingües: se hablan como doce idiomas entre todo el personal, varios originarios de Oaxaca”.
Además, si bien Michael Swanton es lingüista, varios de los “bibliotecarios poseen estudios de maestría en su área, manejan varios soportes, como fotografía, archivos, acervos bibliográficos y digitales, y saben distinguir de lo bueno y no tanto en Internet para poder orientar a los usuarios: porque hoy ellos deben ser guías integrales”.