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Los funcionarios ven como negocio los árboles oaxaqueños históricos: Verástegui

OAXACA, OAX., febrero 17.−En esta capital, la sustentabilidad del medio ambiente es precaria: a la flora la amenazan plagas y hongos, y a los ríos, como el Atoyac y el San Felipe, los gobiernos los transformaron en canales de drenaje.

Además, en vez que aumenten los parques públicos, a los espacios que son pulmones de la ciudad los desaparecen y crean ahí centros comerciales, amén que los funcionarios en turno convierten en negocio a los árboles históricos.

Así lo manifiesta en entrevista el artista y activista Francisco Verástegui, autor del libro “Árboles emblemáticos de Oaxaca/ Patrimonio vivo de la humanidad” (edición de autor).

A los árboles históricos “de la ciudad de Oaxaca no se les cuida porque los funcionarios en turno los consideran negocio”, sostiene.

Durante el gobierno del anterior edil del municipio de Oaxaca de Juárez, Luis Ugartechea Begué, “murieron un montón de árboles, no obstante que a esa administración les dábamos dictámenes de expertos de la UNAM y la Universidad Autónoma Chapingo.

“Como eran negocio de un funcionario, él dictaminaba y su compadre podaba, y por eso se cayeron los laureles de la Alameda de León, porque no hicieron caso y le dieron la chamba a un amigo”.

−¿Qué funcionario fue?

−El de Ecología, un tal Toriz [Alberto Toriz Roldán, director del Medio Ambiente y Sustentable durante el trienio de Luis Ugartechea Begué].

“Por si fuera poco, porque los inyectaron, se están muriendo todos los laureles de la calzada Porfirio Díaz y del Paseo Juárez El Llano… y eso porque no dejamos que hicieran lo mismo con los del Zócalo y la Alameda de León”.

−¿Cómo estamos en cuanto a flora en la ciudad de Oaxaca?

−Hay plaga de bromelia, muérdago, hongos ganoderma y armillaria, gusano barrenador y escarabajo descortezador.

“Se ha perdido mucho. En el Zócalo y la Alameda, en dos años desaparecieron cinco arboles importantísimos, incluyendo un mandimbo que se murió porque le pusieron una caja de luz en las raíces, y los laureles de la Alameda de León que se cayeron porque los podó el compañerito del entonces director de Ecología”.

−De sí hay pocos parques en la ciudad en Oaxaca, y en vez que aumenten, disminuyen ¿no?

−La ciudadanía ha tratado de que aumenten, pero, por otro lado, por ejemplo, el último pulmón que existía en la colonia Reforma lo convirtieron en Chedraui: ahí tiraron 280 árboles, incluyendo dos huanacaxtles de 250 años de edad.

−¿Y los ríos, el Atoyac y el San Felipe? No tratan de recuperarlos…

−No. Se debería poder. Ahí está el ejemplo del río Sena de París: estaba podrido, peor que el Atoyac, y en 1960 lo rescataron. El San Felipe está entubado. En la ciudad de Oaxaca, en lugar de rescatar los ríos los convierten en drenaje.

Por la situación de incertidumbre sobre lo que va a pasar en el Museo del Ferrocarril Mexicano del Sur (MFMS), Francisco Verástegui realiza un recuento específico sobre los árboles históricos de ese espacio y los riesgos existentes hasta hoy.

Según la leyenda, cuenta Verástegui, el ahuehuete que se encuentra en el extremo norte del MFMS lo plantó el tlatoani mexica Moctezuma Ilhuicamina en 1460, cuando tomó Huaxyacac, en ese tiempo un asentamiento mixteco-zapoteco.

Pero de acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), “este árbol está casi muerto en pie, por lo que ya no se puede hacer nada, su estado de salud es decrépito, hay que reponerlo por uno de la misma especie u otro nativo de la ciudad de Oaxaca”.

Hay que recordar que para los mexicas el ahuehuete era un emblema: Moctezuma y Nezahualcóyotl, rey de Texcoco, plantaban ese árbol a donde iban.

En Texcoco, plantaron más de 2 mil y otros tantos en Chapultepec: todavía sobreviven muchos de ellos.

Y la Semarnat, lamenta Francisco Verástegui, quiere “tirar el ahuehuete de Moctezuma porque está viejo”.

La Antigua Estación del Ferrocarril Mexicano del Sur resguarda también un fresno y un laurel de 100 años de edad cada uno, que “seguro están desde que fue inaugurada aquélla; algunos eucaliptos que son los más grandes de esta capital y también centenarios; y el higo del valle del general Gregorio Chávez”, entre otros árboles históricos.

 

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