OAXACA, OAX., marzo 10.−En las universidades y a través de ferias del libro se fomenta mucho a éste en la capital del Estado, pero más de 500 años después que se inventó la imprenta, en gran cantidad de pueblos de Oaxaca no tienen una sola biblioteca y menos una librería, asevera el poeta Jesús Rito García.
Sencillamente, parece que “Gutenberg no ha llegado a muchos pueblos de Oaxaca”, reafirma en entrevista realizada a propósito de la convocatoria de la editorial Pharus –la cual él dirige− “Poetas con minifalda” y “Poetas chaqueteros”, dirigida a menores de 18 años y orientada a la compilación y publicación electrónica y gratuita de quienes sean seleccionados, misma que cierra el próximo día 15 de marzo, aunque, de ser necesario, habrá prórroga.
Así como la realización del taller de creación literaria “Palabras más/ Palabras menos”, dirigido al público en general, el cual impartirá todos los lunes, a partir del 17 de marzo, de 17:00 a 19:00 horas, en el café cultural La Nueva Babel (Porfirio Díaz 224, Centro Histórico), con un costo por sesión de 70 pesos.
“Las dos o tres librerías que existen en Oaxaca están en su capital, ciudad donde se realizan prácticamente la totalidad de presentaciones de libros, porque nadie va a algún pueblo a realizar una”.
−Los ojos están puestos en la ciudad de Oaxaca –prosigue Jesús Rito García−, después de Xoxo ya no hay nada, nadie presenta un libro más allá, el medio cultural está encerrado en la foto bonita y el andador turístico [Macedonio Alcalá]: en algún pueblo de Tehuantepec, un escritor presentó su publicación gracias la organización del cura local. Sólo llevó diez de sus ediciones, pero resultó que fueron insuficientes, se le acabaron, lo escucharon con atención: ‘es que nunca habíamos visto algo así aquí’, le dijeron”.
En la misma tendencia del tipo de “falla” mencionada, Jesús Rito García, autor del poemario “Recuerdos que no emigran” (Pharus-Praxis, 2008) y promotor del movimiento literario-cultural “poscorrientista”, ubica el que se piense que “Oaxaca no lee” por el promedio de 1.8 libros por persona al año que, según el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), corresponde al Estado.
Pareciera que “el fomento a la lectura tendría que estar en correspondencia con leer un libro por fuerza, lo cual lo veo injusto, además que suena a que sea sólo novela y no un poema o cuento sueltos”, digamos.
Fomentar solamente la lectura de un libro de punta a punta eso sí lo veo como un “grave problema”, porque, por ejemplo, “mucha gente está leyendo ahorita por Internet” de otra manera: lo realmente “atractivo puede ser el que la literatura esté en todos los elementos”, desde una etiqueta hasta los libros impresos y electrónicos.
−Las campañas de lectura televisivas y de las librerías luego se perciben más como marketing que como fomento a aquélla, ¿los talleres y las convocatorias como las que ha lanzado Pharus pueden ser más auténticas y efectivas?
−Las campañas televisivas y de las librerías son para tener compradores, de manera tal que cuando éstos se acerquen lo primero que vean sean los “best sellers”. En un taller se le da preponderancia a la necesidad individual de lectura. Si se imparte uno en la Costa, por ejemplo, no resulta adecuado ir a leerles cuentos sobre niños perdiéndose en el metro de la ciudad de México, sino algún texto que hable de la playa, el ligue, los cocos.
Aquellas campañas televisivas y de librerías son “masivas, proponen un montón de libros que no tienen cercanía con regiones” específicas. Es igual que leerle a un joven que tiene todo por delante, el libro de un viejo para el que la vida ya no vale nada.
−Los talleres generan, por lo menos, un respeto hacia la escritura ¿no?
−Sí, porque un buen lector siempre va a estar al pendiente de los nuevos autores y de la buena literatura. En nuestro caso, se busca que haya una cierta conciencia hacia la literatura, tanto del que escribe como del que lee.
En específico, además, “que el que escriba tenga respeto y realice un trabajo profesional, dedicado de lleno, y no solamente yendo a presentaciones de libros o conociendo artistas en la calle”.
−¿Los talleres pueden provocar que los jóvenes utilicen la pluma y el papel o el procesador de palabras de su compu, que muchas veces ya ni siquiera instalan?
−Las herramientas de la tecnología pueden ayudar muchísimo para el quehacer escritural. La gente quiere leer y escribir. Se nota en el “Face”. Ahí escriben mal, si tú quieres, pero si les damos esa especie de guía que son los talleres, puede contribuirse a generar la conciencia hacia la literatura de la que hablaba.
Porque, “al menos por mi parte, no me afano en decir que hay que hacer un taller para que salga toda una camada de jóvenes escritores que vayan a ser las plumas de Oaxaca. Yo busco que haya lectores porque soy escritor y quiero que me lean. Punto”.