Manuel Mondragón y Kalb renunció a su cargo de comisionado nacional de Seguridad el viernes 14, luego de haber convocado a personas de su confianza para unirse a su equipo: planeaba hacer cambios sustanciales en esa institución y en la Policía Federal. Pero el permiso para ello le fue negado por su jefe, el presidente de la República, según revelan a Proceso fuentes a los acontecimientos. Aparentemente el médico y militar tiene enemigos en altas esferas del gobierno, quienes le pusieron todos los obstáculos posibles a su labor. Hay fuertes indicios de que Genaro García Luna, el superpolicía consentido del sexenio calderonista, sigue moviendo muchos de los hilos de la seguridad nacional
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La mañana del viernes 14 la sala de espera del despacho de Manuel Mondragón y Kalb, entonces titular de la Comisión Nacional de Seguridad (CNS), estaba llena. Siete hombres y dos mujeres hacían antesala. Todos tenían dos cosas en común: eran de toda la confianza del comisionado y fueron testigos de cómo se descompuso la relación entre éste y el presidente Enrique Peña Nieto.
“Si no puedo estar con mi gente, esto no tiene sentido”, se quejó Mondragón horas después ante ellos en un discurso de apenas cinco minutos. Quien estaba llamado a ser uno de los ejes rectores de la política de seguridad pública fue frenado en el transcurso de los primeros meses de gobierno de Peña Nieto.
Según uno de los convocados por Mondragón, quien habló con Proceso a condición del anonimato, muchas áreas sensibles de la CNS –que sustituyó a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal– y de la Policía Federal (PF) permanecían bajo control de personas ajenas al equipo de Mondragón, dejándole escaso margen para efectuar cambios sustantivos, incluso para limpiar la institución de gente poco confiable, con historiales negros o comprometida con intereses del sexenio anterior.
Cuando asumió el cargo, Mondragón les dijo a sus allegados que el compromiso con Peña Nieto era que se quedaría los tres primeros años de gobierno: 36 meses. Sólo duró 15. Renunció cuando el presidente le impidió concretar los cambios en la CNS y la PF.
Su dimisión el viernes 14 y la llegada de su relevo, Monte Alejandro Rubido, dejan ver los primeros signos de división y desgaste dentro del gabinete presidencial en materia de seguridad y justicia.
Veinte días antes de su renuncia Mondragón había comenzado a invitar a gente de su confianza a integrarse a la CNS en puestos clave; si aceptaban la invitación, debían estar disponibles el 19 de marzo, pues el anuncio de los cambios se haría el lunes 24.
A los invitados a formar parte del nuevo equipo se les informó el jueves 13 que los cambios iban a adelantarse y se anunciarían el martes 18.
Quienes formarían el nuevo equipo fueron citados el viernes 14 a las 10:00 horas en las oficinas de Mondragón, en el antiguo búnker de la SSP federal, en Avenida Constituyentes.
Los fueron llamando uno a uno para hablar con Mondragón; luego volvieron a la sala de espera. Así fue toda la mañana hasta que al filo del mediodía la pasarela se suspendió y pasadas las tres de la tarde fueron llevados a una sala de juntas donde el Comisionado entró con rostro adusto.
“Gracias por dejar sus trabajos por este proyecto. Me da pena, pero esto no va a poder ser”, señaló molesto.
Explicó brevemente que había consultado los cambios con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y éste había aceptado pero le pidió que “tocara base” directamente con el Mandatario federal.
“Y el Presidente me dijo que no”, se quejó Mondragón abiertamente. “Entonces… ya presenté mi renuncia”, concluyó.