OAXACA, OAX., julio 21.- Al ver que su madre no contaba con el dinero suficiente para comprar las medicinas que su hermana necesita para seguir con su tratamiento, Alfredo y Lucio decidieron ayudar a sus progenitores limpiando parabrisas para ganarse algunas monedas, sin embargo, no era suficiente.
Los dos menores originarios de Tuxtepec trabajan de sol a sol en los cruceros de aquel Municipio, algunos conductores les regalaban una moneda, la cual guardaban muy contentos en sus gastados y sucios pantalones; otros más, los insultaban cuando se acercaban a sus vehículos, sin imaginar el sufrimiento que llevaban en sus corazones.
Sin probar un bocado, sólo tomaban agua y compartían una torta para después seguir limpiando parabrisas, y al llegar la tarde, se juntaban para contar las monedas que habían conseguido, no obstante, al ver que no era suficiente sólo compraban pan y se dirigían a su domicilio para entregar el resto del dinero a su madre.
Al día siguiente, los dos hermanos se levantaron y se dirigieron nuevamente a los cruceros de Tuxtepec, con la esperanza de ganar más dinero para poder solventar los gastos de su casa, pero al escuchar la voz de un joven que les dijo: “aquí no se gana mucho dinero amigos, en Orizaba Veracruz se gana bien, deberían ir a probar suerte unos días nada más”, Alfredo y Lucio se prepararon para partir.
Con mochila en la espalda, los menores dijeron a su madre que sólo irían por unos días a trabajar, por lo tanto, no debía preocuparse. Fue así como se aventuraron con el firme objetivo de salir adelante, caminando hacía las vías del ferrocarril donde abordaron el tren para subirse en los lomos de la “Bestia”.
Los horas y días que trabajaron fueron muchos, desilusionándose porque no les fue como les habían dicho, por lo que los jóvenes al ver que no les alcanzaba para comer, decidieron regresar con el poco dinero que habían juntado.
Alfredo y Lucio subieron de nueva cuenta a los lomos de la “Bestia” con la ilusión de ver a su madre y a su hermanita de tres años por quien tanto habían trabajado para verla contenta. El ferrocarril se puso en marcha y ellos se sentaron en un vagón; posteriormente las gotas de lluvia comenzaron a caer después que el tren recorrió algunos kilómetros.
Al sentir que el agua empezaba a mojarlos, Lucio, el hermano mayor, dijo a Alfredo: “vente vamos al otro vagón para que nos cubramos del agua”, por lo que éste se levantó y lo siguió, sin embargo, el agua había mojado ya el ferrocarril, el cual iba muy veloz, por lo tanto, no era fácil caminar encima y mucho menos con la suela de sus gastados zapatos.
En el paraje conocido como la Patrona de Amatlán, Lucio brincó con facilidad uno de los vagones, pero Alfredo de trece años de edad, perdió el equilibrio y cayó a las vías del tren gritando desesperadamente, destrozándole la “Bestia” una pierna y un brazo, quedando mal herido en medio de las vías del ferrocarril.
Pese a ello, Lucio no se dio cuenta que su hermano se había caído, ya que le ruido de la “Bestia” era muy fuerte, por lo que apenas escuchó el grito de auxilio de su hermano, bajando del tren para ayudarlo; posteriormente, otras personas que vieron al joven tendido en medio de las vías, también lo apoyaron.
Paramédicos de la Cruz Roja se apersonaron en el lugar de los hechos, quienes trataron de ayudar al menor y lo trasladaron a la sala de urgencias de un Hospital, donde desafortunadamente perdió una pierna y un brazo, reportando que su estado de salud es grave.