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Hechos no palabras

LIBROS DE AYER Y HOY.- Hay un endurecimiento de parte de las víctimas de pederastia contra el papa Francisco, que no augura nada bueno para el pontífice.

No hay que olvidar que las víctimas están diseminadas en todo el mundo. Sólo en Estados Unidos y Canadá hay más de 25 mil víctimas, según datos publicados la segunda quincena de febrero.

El exacerbamiento de los afectados se expresa porque creían que con la llegada del argentino las cosas iban a cambiar. Las afectaciones siguen y las acciones vaticanas son muy tibias.

Aquí en México, donde se dio uno de los casos tipo, el del legionario Marcial Maciel, las víctimas encabezadas entre otros por el ex sacerdote Alberto Athié, enfocan sus acusaciones contra el cardenal Norberto Rivera Carrera, al que el Papa ha mantenido en la jerarquía capitalina, no obstante las muchas denuncias de encubrimiento que pesan sobre él.

La situación coloca en una crisis sin precedentes al Vaticano, estado que se mueve en el mundo con patente de corso aprovechando la fe de los fieles, con jerarcas ostentándose como los dueños de dios, en un estado monárquico- autocrático, en cuya cúspide está el Papa.

Nadie puede dar lecciones de moral si se yergue como plenipotenciario sobre el mundo, con privilegios que otros no tienen. Muy simpático el Papa, habla de más, pero no le ha hecho al feo a los privilegios que le llegaron por votación.

Frente a él se yerguen también, decenas de gobernantes impopulares, abatidos por sus errores, deseosos de utilizar el carisma que los fieles le dan al Papa; juntar multitudes que en sus países no concentran voluntariamente y que en muchos casos los desprecian.

Y el papado se convierte en un botín político, que los jerarcas católicos aprovechan a su favor, como presuntos imitadores de Cristo.

Noventa años vivió aquel humilde agustino que si imitó a Cristo en un convento y que pasó a la historia junto con su libro Imitación de Cristo (Editorial Novaro, 1957), el segundo de acuerdo a editores, en ser el más editado después de la Biblia.

Nos referimos a Tomás de Kempis, el alemán nacido en Kempen, Prusia, en 1380 que fue configurando durante toda su vida, esa obra de notas breves, cuya pertenencia física se pelean varios países.

Es un trabajo de corte ascético, místico, muy propio de un monje, que al decir de investigadores, le sirvió para enseñar a sus alumnos durante varias décadas.

Como suele suceder cuando hay mérito, no faltó quien le negara la autoría, pero expertos contrastaron las otras obras que escribió, su ritmo, su época, su entorno y concluyeron que ese modesto hombre escribió el libro en su afán de transformar desde el interior a sus contemporáneos. Con Cristo, como único modelo a seguir para los que creen en él.

El inicio del libro, “Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor”, es un hábito que no deben tener los jerarcas ambiciosos, que deberían abordar los capítulos “…el desprecio de todas las vanidades del mundo” y “consideración de la miseria humana”.

Millones han leído este libro y al menos conocemos a uno que se transformó al leerlo. En su dedicatoria a Kempis, Amado Nervo inicia uno de sus poemas:

 

                                          Ha muchos años que busco el yermo

                                Ha muchos años que vivo triste

                                        Ha muchos años que estoy enfermo

                                   Y es por el libro que tú escribiste

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

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