+ Los maestros eran el dechado de sabiduría: La palabra del maestro era el conocimiento exacto
¿Quién que haya ido a la escuela primaria un primer día de clases no ha sentido la emoción de lo nuevo, de lo insospechado y de la responsabilidad de ser un pequeño estudiante que tiene que aprender y obtener buenas calificaciones?
Muchos privilegiados de nuestro país lo recordamos con nostalgia porque pudimos ir a la escuela primaria pública… Ir a una escuela pública era bueno: Muy bueno.
Era una escuela pública –diría el nostálgico– de la que uno se sentía y porque había ahí algo de ensueño, de magia y de reto.
Los compañeros eran al mismo tiempo corresponsables de nuestra formación como cómplices de juegos y travesuras que compartían con todos tanto las clases, como la diversión y hasta se hacían intercambio de las ricas tortas de frijoles refritos o de natas –de esas que ya no hay— y del agua de limón…
…Los maestros eran el dechado de sabiduría: La palabra del maestro era el conocimiento exacto, la verdad absoluta y ley de vida: Así los veíamos, y a pesar de los jalones de orejas, los reglazos, muchas veces bien merecidos, y las orejas de burro –no siempre bien merecidas–, los queríamos: Eran nuestros maestros queridos y ya inolvidables.
Y nuestros padres nos mandaban ahí con la ilusión de que “que fuéramos lo que ellos no pudieron ser” porque la educación “es la única herencia que les podemos dejar”.
Por entonces había materias que –como las tortas de natas– ya no hay: Civismo, por ejemplo, en la que se nos enseñaba el reconocimiento a nuestro origen y nuestra responsabilidad común e individual; se nos inculcaba lo que ahora está ‘demodé’ y hasta ‘fuchi’ que es el amor a la patria. Salíamos bien preparados. Sí. Creo que sí. No nos quejamos la mayoría.
Pues nada, que de pronto las cosas ya no son tan así: Cambiaron. No en el espíritu del niño y el jovencito adolescente que acude a las escuelas de educación básica porque quiere aprender, porque quiere ser alguien en la vida y porque quiere jugar con los cuates…
En el sentido de la educación como aprendizaje, para el conocimiento y para la pregunta permanente “¿Por qué?”. No sólo para terminar los ciclos anuales con poco en la maceta…
De pronto “la tutoría de la educación” dejó de estar en la Secretaría de Educación Pública. Ya por debilidad institucional, por incapacidad de sus responsables, por razones políticas y porque la educación dejó de ser el espíritu del fortalecimiento nacional, según ese nuevo criterio.
Y esa SEP dejó esa tutoría en un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que se había fundado el 26 de diciembre de 1943 durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho…
Años después, en ese SNTE predominaba un líder muy lanza que se llamaba Carlos Jonguitud Barrios y que duró en el poder diez y siete años, luego de un golpe de estado a Jesús Robles Martínez en 1972 hasta 1989 cuando el dirigente de Vanguardia Revolucionaria deja el poder y éste pasa a manos de Elba Esther Gordillo con el apoyo de Carlos Salinas de Gortari.
Es ella quien continúa la etapa del magisterio más apegado a intereses de liderazgo gremial que a la educación de calidad, más una organización de presión política que de crecimiento magisterial. El magisterio dejó de ser espíritu para ser letra de cambio.
Surgieron disidencias ya auténticas como propiciadas. La Sección 22-CNTE es una de ellas, al mismo tiempo impulsada por gobiernos y gobernadores, como también utilizada como punta de lanza política para presionar y beneficiarse, para comprar y vender voluntades. La educación de los niños de Oaxaca ha sido sacrificada y eso no lo quieren ni entender ni aceptar ellos mismos.
No es la regla, porque en todo el país existen maestros y maestras que son vocados y dispuestos a ejercer su tarea con emoción y orgullo.
Pero sí es cierto que la calidad educativa de México está muy a la baja: Lo dice la ONU, lo dice la OCDE, el Foro Económico Mundial y muchas más organizaciones internacionales especializadas: México ocupa uno de los últimos lugares en la escala de calidad educativa en el mundo.
Es el resultado de esa dejadez, de esa traición, de esa incapacidad, de esa desvergüenza tanto de gobierno como gremial y es el resultado de un país que no sabe exigir en democracia.
Por estos días el gobierno de la República inició el nuevo ciclo escolar: 26 millones de niños estarán en las aulas frente a 1.2 millones de maestro en las 228,269 escuelas de educación básica-pública en el país.
Acuden ilusionados –casi todos– a las miles de escuelas que hay en el país para aprender ‘la O, por lo redondo’; van porque quieren ser ese algo aun irreal pero que será tangible en unos años. Van porque quieren saber del maestro… Quieren saber de sus compañeros y quieren comenzar a andar la vida con el conocimiento en el coco.
¿La Reforma Educativa que presume el gobierno de Enrique Peña Nieto es la solución? O hay que empezar de cero, forjando maestros capaces y de calidad, respetuosos y respetables, para hacer surgir esa educación de excelencia que le hace falta al país.
No se trata de ajustar tuercas administrativas o de composición gramatical: si de que los niños que esta vez entraron a clases sean la solución de mañana, no un problema. Eso es responsabilidad de los gobiernos federal, estatal y municipal, como también de los padres: ¿Cuándo comenzamos a hacer esa tarea que es de todos?
*Es periodista y editor originario de Oaxaca. Ha sido editorialista en unomásuno, La Jornada, El Financiero y más. Fue coordinador de opinión de El Financiero y director de Opinión de El Universal. Fue editor en la UNESCO y de Le Monde Diplomatique. Ha coordinado obras como: “Planes en la nación mexicana”, con El Colegio de México y “Pensar a David Ibarra”, el más reciente.
@joelhsantiago