Risible que los estrategas políticos del PRI-gobierno no aprendan la lección; lo anterior a pesar de que al menos en tres ocasiones los resultados les han demostrado que se han equivocado en su estrategia cimentada en el rumor, la calumnia, la descalificación, la intriga y el engaño descarado utilizado en contra de quien ellos mismos sitúan como su principal adversario político.
Resultan incapaces de ubicar que por sí misma dicha estrategia conlleva un alto grado de perversidad y de regresión, ya que al chocar su visión torcida y distorsionada con la percepción generalizada de la ciudadanía, su campaña termina por posicionar a quien pretendían “golpear” ya que el pueblo determina que es consecuencia de su alto grado de preocupación por detener a quien avanza sólidamente, así como de la ausencia de propuestas viables.
Lo vimos en el año 2000, cuando a toda costa trataron de impedir que el suspirante mejor posicionado dentro de ese partido pudiera participar –mínimo– para ser el precandidato a la Presidencia municipal de la ciudad por su instituto político.
Tal estrategia se desbordó cuando superando toda la serie de obstáculos y de golpes bajos dirigidos en su contra, el aspirante encontró el respaldo de un partido de oposición joven y con una visión responsable de lo que significa la democracia; fue ahí en donde le abrieron las puertas para poder participar en el proceso, lo que derivó en soberbia y en la apuesta pública de que no transitaría y mucho menos se le permitiría siquiera competir.
Tal y como sucede ahora: millones de pesos se distribuyeron entre diversos medios informativos con la única intención de pretender mermar la imagen de quien había tenido la osadía de rebelarse en contra de la visión patrimonialista y personal con la que se manejan las decisiones en dicho instituto político.
En ese entonces no hubieron fotomontajes, pero sí se construyeron una serie de insidias y de calumnias que fueron operadas por los mismos que hoy pretenden hacer exactamente lo mismo. Con esto es evidente que no se trata de un recurso personal, sino de una estrategia institucional de muy bajo nivel.
El pueblo –sabio como es— de inmediato determinó que tal maniobra era consecuencia de la gran aceptación que Gabino Cué Monteagudo generaba entre la ciudadanía de la capital; por lo que como lo registran las páginas de los medios escritos, el efecto a tal estrategia resultó contraria a las intenciones de sus autores intelectuales, pues terminó por generar una imagen de “mártir” (así lo refieren) al ya entonces candidato de la oposición.
Los resultados posteriores ya todos los sabemos. La falta de credibilidad, y más aún, el rechazo a este tipo de información irreal y distorsionada fue la respuesta ciudadana. Pero no aprendieron. Casi tres años más tarde el mismo recurso fue puesto en práctica: historias completas surgidas de las mentes más perversas fueron desfilando una tras otra; todas unas novelas con ingredientes como persecución, intimidación, amenazas, intrigas y más fueron difundidas sin la menor responsabilidad.
Y sin embargo hoy no dicen nada para explicar por qué el que más impulsó a Ulises Ruíz hoy no lo hace. Es evidente que los agravios y las traiciones fueron superiores a las alianzas de esos días.
Si hoy ningún ex gobernador está cerca del partido tricolor y de su candidato, no es consecuencia de acuerdos o de negociaciones fabricadas entre distintos, sino es resultado del actuar y accionar erróneo de quien sigue manejando los destino de ese partido y que logró unir a esos ex gobernadores, ¡pero en su contra! Ríos y ríos de desinformación, que incluso rayaron en la agresión personal fue la característica del año 2004 y sin embargo la conclusión de la ciudadanía fue la misma, se trata de una campaña de desprestigio para intentar frenar a la mejor opción. Una vez más su estrategia se les revirtió y terminó por apuntalar ante quien los ojos de la ciudadanía representa desde ese entonces un cambio en la forma de ver y hacer política para los oaxaqueños. Pero tampoco aprendieron.
Hoy nuevamente vemos con qué descaro y sin el menor recato recurren a las formas más burdas para intentar frenar una vez más a quien ellos mismos ubican como el mejor posicionado, de ahí su preocupación por bajarlo de la forma y al costo que sea.
Para ello no reparan en recurrir a quienes teniendo vínculos directos con el Revolucionario Institucional son utilizados apara abonar a esa guerra de descalificaciones mediáticas en la que han comenzado a moverse.
Lo mismo recurren al esposo y al hijo de una reconocida militante para tratar de vincular un asunto de herencia familiar como un asunto político electoral que nada tiene que ver, incluso pasando por alto que uno de ellos ha fungido como secretario particular de un dirigente priista, con lo que automáticamente se descalifica y muestra las verdaderas intenciones de su declaración.
Y qué decir de las encuestas con serias deficiencias metodológicas, las que pesar de haber sido levantadas por empresas encuestadoras serias, demuestran su único objetivo de incidir mediáticamente en la ciudadanía que ya trae un percepción clara y por ello distinta a los resultados ofrecidos, y sin embargo vuelven a ser personajes directamente vinculados con el PRI quienes utilizando los membretes a su alcance difunden con gran algarabía y un dispendio extraordinario de recursos dichas cifras.
Cuestión de rascarle un poquito y preguntar cuánto cuesta una página completa de un diario de circulación nacional, para saber quién está detrás de todo esto.
Lo cierto es que una vez más la campaña negra está siendo recibida por la ciudadanía como un recurso desesperado de quienes teniendo información de primera mano, reconocen que la realidad real no les favorece; y con eso de que no han aprendido de las experiencias anteriores, recurren fielmente a su estrategia fallida de denostar y de golpear a quien va adelante con el único afán de detenerlo, cuando en realidad los resultados de los años pasados reflejan que lo único que han conseguido es fortalecerlo.
En verdad que no aprenden.
(*) Presidente del Comité Directivo Estatal del Partido Convergencia.