Veinticuatro horas después de la derrota más aplastante de su historia en el Estado de Oaxaca, donde perdió las ciudades más importantes, el control del Congreso y por supuesto la gubernatura, en el PRI se empiezan a buscar circunstancias justificantes y culpables.
Una hipótesis es que al PRI no lo derrotó la coalición –esa que despectivamente llamaron mezcla de agua y aceite-, sino que suficientes problemas internos tuvo el tricolor con el cumplimiento de caprichitos a caciques pueblerinos, regionales y el del mismísimo gran elector.
Esta última circunstancia llevó a la imposición de candidatos sin arraigo, desconocidos por las bases o en el peor de los casos, rechazados por sus negros antecedentes.
Ahora, entre las causas de la derrota también existen algunas de tipo histórico. Una es el rezago ancestral. Los oaxaqueños, priistas, panistas, ecologistas, convergentes, pupistas, aliancistas y apartidistas, ya están hartos de que Oaxaca ocupe los primeros lugares en analfabetismo, desnutrición, deserción y ausentismo escolar, migración, mortalidad materno infantil, feminicidios y una larga lista de agravios a la dignidad humana y que el partido hasta ahora gobernante no haya hecho algo notable por sacar al pueblo de Oaxaca de ese atolladero.
La mayoría de electores –priistas incluidos– votó en contra del incumplimiento de promesas, la concepción patrimonialista de la política, la utilización de la base social sólo como escalones a los que literalmente se pisotea para ascender de puesto en puesto.
También pesó el que los candidatos se rodearan de aduladores y no de operadores o colaboradores efectivos.
Los priistas se quedaron con los viejos manuales de campaña: Mandaron a hacer encuestas a la medida, se autoengañaron acarreando gente para llenar plazas, pensaron que la gente es tonta. Creyeron que a punta de playera, despensa y varilla al ciudadano se le olvidarían ofensas como son las obras inconclusas, las calles oscuras, el incremento a los impuestos.
Sin lugar a dudas, de los resultados de la elección del domingo deben salir enseñanzas no sólo para los priistas, sino también y, sobre todo, para los ganadores coaligados.
Una de ellas es que la gente está cada vez más consciente del valor de su voto, la otra es que el poder no es una concesión eterna y una más, tal vez esta muy futurista es que la campaña electoral que viene empieza ahora.
Sí que quien quiera seguir en la política dentro de tres años, ya sea por sí o por medio de su delfín o recomendado no debe esperar a esa última fecha para colgar pendones y pagar anuncios en los medios de comunicación promocionando su rostro: debe empezar desde ahora a cumplir con sus promesas de campaña.