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Oaxaca y los vaivenes electorales

En México, el calendario político de campañas y elecciones se encuentra adelantado. Los tiempos para el proselitismo electoral se alargan mientras los periodos de gobierno se hacen más estrechos.

Apenas se sale de una elección cuando ya se tiene la sombra de otra, que va marcando el comportamiento de la clase política, de los gobernantes y de la burocracia de los partidos, en los estados y en el centro del país.

Las estrategias para las elecciones del 2012 se han empezado a articular con muchísima anticipación; los resultados del triunfo de la coalición opositora al PRI en Oaxaca, Puebla y Sinaloa están cargados de lecciones para todos los partidos políticos.

En términos formales la clase política dice que es muy pronto para hablar de las elecciones presidenciales; sin embargo, sus acciones se encaminan hacia ese momento.

En este juego de campañas anticipadas participa el propio presidente Felipe Calderón, aunque no como árbitro sino como un jugador más entre equipos que tampoco se encuentran bien definidos; lo mismo comparte el balón con el PAN que con una corriente del PRD.

Hace algunos días, el presidente Calderón metió a la cancha a su contrincante, y recordó a los ciudadanos su estrategia de difusión del miedo titulada “López Obrador es un peligro para México”; afirmó que este personaje “le hizo un daño terrible a México con su campaña de rencor y odio antes y después de las elecciones”. (La Jornada, 6/10/10).

Cabe recordar que los spots de esa campaña fueron sancionados por el IFE y por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; sin embargo, su referencia reciente vuelve a abrir la herida de que esas fueron una de las elecciones presidenciales más cuestionadas por un amplio sector de la población.

En esa ocasión, el reconocimiento oficial del triunfo del PAN fue posible por una negociación con el PRI para liquidar el conflicto poselectoral por la Presidencia de la República; sin embargo, también se negoció la salida al conflicto oaxaqueño entre el gobierno estatal y el movimiento gremial y popular.

Este último caso es un ejemplo de los acuerdos que se toman a nivel central para resolver asuntos locales.

Si muchos ciudadanos pensaban que el trauma poselectoral del 2006 se encontraba superado y que el gobierno debería dedicarse a gobernar, el presidente indica que no es así, y nuevamente hace un llamado a la polarización de posiciones que incidirá en el realineamiento de grupos y en el ajuste de cuentas, no sólo para las seis elecciones estatales del 2011 y las presidenciales del 2012, sino desde ya.

Seguramente su mensaje influirá en el reacomodo de grupos que conformarán a los gobiernos estatales provenientes de la coalición del 2010 y en la redefinición de las agendas legislativas.

El campo de batalla se perfila en las relaciones intergubernamentales y entre poderes, donde más que la colaboración necesaria para responder a las exigencias de los ciudadanos, se vislumbra más divisionismo y más polarización, entre gobiernos, entre partidos, entre corrientes y hasta entre individuos; las disputas son por el reparto de cuotas que brinden márgenes de maniobra para las elecciones que siempre estarán en puerta.

Lo que se logre o se pierda en el ámbito local incide en los cálculos de las dirigencias centrales y de sus respectivas alianzas con los poderes fácticos, quienes a su vez también influyen en los realineamientos de sus grupos locales.

El reacomodo no depende del mero voluntarismo o del talento de los actores que se mueven en el terruño, como puede ser Oaxaca o algún otro lugar, sino de su posición en una red más amplia de intereses.

Oaxaca se encuentra en el juego de la política nacional; el divisionismo puede anticiparse entre las líneas marcadas por el partido del Presidente y su distanciamiento respecto a las corrientes de los partidos identificados como de izquierda electoral, además de los grupos locales encabezados por los ex gobernadores que respaldaron al gobernador electo, quienes seguramente reclamarán asignaciones dentro del aparato estatal.

En medio de la rebatinga quedará el reto de conformar una agenda con políticas públicas bien definidas, que garantice el acuerdo entre los diferentes grupos, para responder al cúmulo de demandas y expectativas ciudadanas por un cambio de largo plazo, más allá de la temporalidad electoral.

Una agenda de gobierno que no sólo depende de la viabilidad técnica de las propuestas, sino de las habilidades políticas del nuevo Ejecutivo, de los legisladores y de los ayuntamientos para sortear los vaivenes electorales y las presiones internas y de fuera, puesto que los desplazados del poder local tampoco se quedarán con los brazos cruzados.

En el escenario de que el PRI regrese a la Presidencia de la República en el 2012, el centralismo se reestructuraría y el gobierno de alternancia en Oaxaca quedaría sumamente acotado, sujeto al revanchismo, sin mayores posibilidades de trascender, hasta que expire el sexenio.

No hay que olvidar que para el partido tricolor la etapa de campaña electoral es permanente, que su organización depende de una dirección centralizada, aún cuando en estos momentos sus militantes oaxaqueños se encuentren desarticulados, confrontados y sin tutelaje.

*** Agradezco a los promotores de la “Semana de experiencias y producción de conocimiento académico para posgrados”, de la UNAM, por el espacio abierto para la presentación del libro “Los nudos del régimen autoritario”, dentro de las actividades por los 100 años de la Universidad, que permitió un buen ejercicio de retroalimentación con estudiantes y docentes.

(*) Investigador del IISUABJO

sociologouam@yahoo.com.mx

 

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