La globalización trajo como consecuencia grandes transformaciones en las sociedades actuales, desafortunadamente el beneficio ha sido para unos cuantos.
Cuando el político conservador Nicolás Sarkozy asumió la presidencia de Francia en 2007, nunca imaginó que su célebre frase al inicio de su gobierno; “más mercado y menos Estado”. Marcaría el inicio del derrumbe del sistema económico neoliberal.
Dichos acontecimientos propiciaron un nuevo orden (o desorden) económico mundial, cuyo balance hasta el momento deja mucho que desear para la inmensa mayoría de los terrícolas, y muy buenas para los marcianos, perdón, para los especuladores.
El dilema estriba en, Estado o mercado. Para algunos países altamente desarrollados, como Suecia, Suiza, Austria, Alemania, por citar sólo algunos, podría entenderse que, más mercado es mejor que más Estado. Sin embargo, sus democracias han procurado mantener y acrecentar el poder del Estado, ya que éste les ha retribuido muy buenos servicios que les permite mantener inmejorables niveles de vida.
La educación, la salud, la vivienda, la seguridad, el seguro de desempleo y otras prestaciones, son aspectos que sólo un Estado fuerte, justo y transparente puede proveer a sus ciudadanos. Con estos niveles de Bienestar el mercado es un valor agregado que permite elevar considerablemente el nivel de vida de los habitantes de estos países.
Estados Unidos merece un análisis específico. Curiosamente, en el país más poderoso del mundo, conviven en “sana” armonía y complicidad, el Estado y el mercado. Es tan grande el poder del Estado, que eroga enormes gastos en seguridad, salud, vivienda y un sinnúmero de servicios, para el “exigente” ciudadano estadounidense. Por supuesto que el Estado cumple también con una función estratégica para su supervivencia, su fuerza armada globalizada protege sus intereses esparcidos en todo el orbe, e incluso “cuida”, para sí mismo, los que no le pertenecen.
El Fortalecimiento de su mercado interno, fue para los estadounidenses, la actividad más redituable que les permitió convertirse en la potencia económica y militar del siglo XX (el XXI parece ser que será de China). Esa actividad a su vez, generó enormes sumas de dinero vía impuestos, que permitieron la creación y el fortalecimiento del más poderoso imperio que hemos conocido en la historia de la humanidad.
En cambio, nuestro país y los demás en vías de desarrollo o mejor dicho, en vías de subdesarrollo, cuentan con estados malos y corruptos, y mercados débiles y en manos principalmente de extranjeros o de un reducido número de connacionales que capitalizan sus ganancias gracias a sus amigos o padrinos en el gobierno en turno.
Con esa clase de Estado y mercado con que contamos, sólo podemos esperar inseguridad y miseria; los resultados saltan a la vista, con el aumento de la pobreza en nuestro país, y con la grave situación de inseguridad que padecemos los mexicanos.
Por eso urge la creación de un verdadero Estado, que vele por nuestra seguridad, que regule la actividad comercial, que proteja nuestros recursos naturales, los explote con sustentabilidad y que beneficie a la mayoría de los mexicanos.
Un gran Estado generará un gran mercado. Nunca será al revés.
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