Sin Derecho a Fianza
Segunda y última parte
De aquí partió la versión
Ulises Luna señala que entrevistó a varias personas, pero, al leer su texto, nos damos cuenta que la versión del profesor Leopoldo Castillo Meneses —quien fue amigo de Chú Rasgado— no fue producto de una entrevista: el profesor Castillo la tenía impresa; un “texto” que el investigador no señala de dónde lo tomó. Versión que, tal vez, sirviera para apuntalar la difundida versión que el nombre de la musa era Rafaela (Na Ela).
Dice el profesor Castillo: “Según el autor de la letra y música, que me consta, se deriva (el nombre), de la contracción de dos palabras:
“Na, que en zapoteco significa: señora, mujer, señorita.
“Ela, apócope (sic) de Rafaela auténtico nombre de NA ELA.
“Mujer a quien el compositor vertió toda su inspiración y durante su prolífica vida, se negó a que se supiera, porque era muy respetada en el medio familiar”.
Veamos. Según Castillo Meneses, éste era depositario del secreto del amor del compositor quien solicitó que no se divulgara el nombre. Pero no se sabe qué no quería “Chuy” que se supiera, si el nombre (es decir, como llamaba todo el mundo a Rafaela) ¡está en la canción desde la primera vez que fue cantada!
Si no quería divulgar el nombre, ¿por qué no le puso otro título a la canción, si todos los que conocieron a Rafaela la llamaban Na Ela?
Jesús pudo nombrar con cualquier nombre a su musa para evitar que se supiese quién era la que lo engañó, hasta bautizarla, incluso, como “Brudulbudura”, con lo que la reputación de Ela estaría a salvo.
O Jesús, ¿lo que quería era ocultar algunos detalles del engaño? Si así fue, entonces Castillo Meneses no descubrió ningún secreto. No dijo quién era el hombre con quien lo engañó, por ejemplo.
Creemos que de esta versión del amigo de Jesús parte toda esta polémica que la mayoría toma como verídica, pero que nos parece absurda.
Por cierto, el profesor Castillo estaba casado con Epifanía Desirena, sobrina de Pedro Desirena, esposo de Rafaela. La “versión” de Epifanía aparece en una entrevista de diez preguntas donde responde que Ela y Jesús fueron novios y que su tía se llamaba Rafaela.
A veces a Ulises se le olvida el tema de la entrevista, pues cuando la señora Felícitas López Sánchez, le está contando que después de la desilusión, “Chú, se pierde” (en alcohol) y se va a la montaña, llega a una gruta en la que, en sus alucinaciones, ve fruta, dinero y oro en abundancia. Entonces Luna se va por otro camino, dándonos sus hipótesis de que la cueva está en Santo Domingo Petapa y hasta cita un pasaje el famoso libro de Charles de Brasseur, cuando el asunto era otro más importante la que cueva.
Ulises Luna pudo hacer más para darnos mayor luz sobre el asunto. Si entrevistó a Epifanio, el mayor de los hermanos Ordaz (“Trío Monte Albán”), ¿por qué no le preguntó sobre el origen de Na Ela? Ya que el trío, al grabar la canción por primera vez, y convivir años con el compositor probablemente sabría más sobre ella que quienes no estuvieron tan cerca de Jesús. Si Luna no confiaba en la memoria del anciano ¿por qué no fue a entrevistar al menor de ellos, Delfino, quien produce discos en la ciudad de México? No sabemos. Tampoco preguntó sobre el asunto a otros familiares de Jesús.
“Na”, solo para señoras
Sobre el significado de “Na”, preguntamos a conocedores del zapoteco del Istmo (entre ellos al reconocido investigador de la lengua zapoteca investigador del CIESAS, el juchiteco Víctor de la Cruz), quienes señalaron que el vocablo se usa para nombrar a las señoras mayores, pero nunca a las solteras.
No se le dice “Na” a una muchacha (como coinciden todos que era Rafaela cuando se enamoró de ella Chú); tampoco se usa para una señora joven (en caso de que Ela estuviera casada, lo cual no era así, según lo entrevistados).
Por otra parte, “Na”, se usaba y se usa en varios pueblos del Istmo, donde se difundió más el zapoteco, pero no en Santo Domingo Petapa, que se encuentra en la llamada “zona húmeda”, al norte de la región, donde ubican el nacimiento de la musa varios de los entrevistados. El zapoteco de este lugar es lo que llaman una variante dialectal, un zapoteco más duro, más gutural, donde por cierto no se usa el “na” ni para la señora: ahí le dicen “n’guná”. Claro que este vocablo no serviría para fantasear pues mal se leería y escucharía:
N’guná Ela
Era una noche de luna
N’guná Ela lloraba ante mí
Capítulo de suspenso
Pero el profesor Ángel Martínez Matus, muy amigo de Chú, según Ulises, dice que ella era de otra parte y que, cuando se fue, así como lo hizo con Chuy, también así le pagaron:
“Na Ela huyó con un agente viajero, al poco tiempo, abandonada, retornó a El Barrio, porque ella era del Barrio de la Soledad; entonces, los amigos lo convencimos (a Chú) que fuera a ver a Na Ela, él no quería, pero lo convencimos y fue.
“Arreglamos la entrevista entre los dos.
“Era una noche de luna, la casa tenía una bardita de madera y muchas plantas, flores de tulipán.
“Na Ela salió, estaba en la oscuridad; los amigos, a la distancia observábamos lo que acontecía.
“Chú no se animaba a entrar, finalmente abrió la reja de madera y entró al patio; pero él no había visto a Na Ela, porque ella estaba en la penumbra.
“Al momento en que entró, ella avanzó, fue entonces que la vió (sic con acento), se encontraron en medio del patio, se abrazaron fuertemente y ella comenzó a llorar. Ahí es donde él menciona en la canción lo que sucedió”. (Pag. 35).
Muy bonito. A continuación el profesor menciona los versos alusivos (“Era una noche de luna…”) y… se acaba la versión.
Uno ya no sabe en qué terminó el asunto. ¿Pasó “Chú” a la habitación de la muchacha e hicieron el amor?
¿Se besaron y no le gustó a Nayla el aliento a alcohol de Rasgado y lo despidió malamente?
¿Se siguieron viendo hasta que ella huyó con otro de nuevo?
Nunca sabremos por qué ya no fructificó la relación, si con el relato se entiende (más o menitos) que ella también lo amaba. Ulises Luna y el profesor, nos dejan en suspenso.
Por otro lado, si así fue, entonces la canción sería de otra manera, porque, la que conocemos, nos indica que el personaje que canta (digamos Chú), dice que Nayla está a punto de abandonarlo (se supone que la escribe después de abandonarlo): “Y ¿por qué me abandonas?”, por eso le pide: “Tonta, vuelve a mí, ya no busques otro…”.
Como ella ya volvió (según Martínez Matus), Rasgado debió escribir, cambiando los tiempos verbales:
“Nayla (o Na ela) y ¿por qué me abandonaste?
Tonta, si bien sabes que te quería.
Volviste a mí,
Ya no buscaste otro sendero,
Te perdono porque sin tu amor,
Se me partió el corazón”.
Posiblemente sí ocurrió lo que cuenta el profesor Martínez, pero de ninguna manera podemos creer que fue esa escena la que motivó que el bardo istmeño compusiera esa canción. Tal vez fueron dos momentos parecidos —Si ella ya había regresado, como que no tenía caso hacerle la canción de su partida.
Por cierto, Ángel Martínez, quien conoció en vida al afamado bohemio, siempre menciona (en su obra, que termina en Santo Domingo Petapa el 14 de octubre de 1952 y que jamás actualiza) a la mujer de la canción como “Naila”. También afirma que esa fue la primera canción de “Chú” y que la compuso a los 15 años. (“Canciones de Jesús Rasgado”, del Profesor Ángel Martínez Matus, Editorial Guchachi´ Reza, A.C. Juchitan, Oax. 1984).
Secreto a voces
Con este testimonio nos damos cuenta que los esfuerzos de Jesús para ocultar su secreto fueron infructuosos, pues no solamente lo sabía Leopoldo Castillo, quien se autonombraba depositario del mismo y su esposa Epifanía Desirena; también Felícitas López Sánchez y su esposo; y el profesor Ángel Martínez y otros amigos, que no sabemos cómo se llamaron o llaman, más los que se acumulen si alguien hace una investigación seria.
Aunque, si hubo otro secreto, Jesús se lo llevó a la tumba, porque ninguno de los entrevistados aporta nada nuevo que no estuviera implícito en el título y los versos de la canción.
Todas las versiones mantienen contradicciones: Que si Ela era de aquí o de allá; que Jesús la conoció allá o acullá. Finalmente, la versión más interesante es la de “Chalo” Pineda, quien no conoció al músico.
Y tal parece que a Nayla no la reconocieron sus progenitores en el Registro Civil, ya que, entre tanta gente que la conoció, no mencionan sus apellidos ni los nombres de sus padres… aunque podrían aducir: “El investigador no nos preguntó”.
Lo único que sabemos es que su esposo se llamó Pedro Desirena y su hija se llama (o llamó) Victoria Desirena, como siempre la llama el investigador, sin citar su apellido materno.
Finalmente, aunque lo trascendente es la pieza artística en sí, investigación del biógrafo nos deja en las mismas sobre el misterioso caso de Nayla y Chú Rasgado. ¡Lástima que Sherlock Holmes no existió!