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Avances ¿avances?

MUJERES Y POLÍTICA.- El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una invitación a reflexionar, en este aún inicio del siglo XXI, sobre los avances e incluso los retrocesos siempre graves que hayamos tenido las mujeres.

Mucho hay que decir de los avances, pero mucho también hay que decir lo que falta y, lo que es peor, aunque resulte molesto, tenemos que hablar de las simulaciones institucionales y los enredos de las políticas creadas para favorecer la igualdad entre mujeres y hombres, sin resultados claros a la vista. O, en algunos casos, como en casi todo, de quienes utilizando el feminismo, “la lucha por las mujeres” (dicen), terminan haciendo de esto su modus vivendi. Es decir, siempre hay quienes son más abusivas que abusadas.

Como se ha dicho, el 8 de marzo tiene un origen diverso geográficamente (Europa y Norteamérica, y casi al mismo tiempo en México con el histórico Congreso Feminista celebrado en Mérida, Yucatán), más o menos semejante en tiempo (finales del siglo XIX y principios del XX) y coincidente en las vindicaciones feministas que iban por los derechos políticos (sólo el sufragio y después el derecho a ser electas), los derechos laborales (terminar con la explotación y las malas condiciones de trabajo para las mujeres y años después con demandas específicas que tenían una relación directa con la maternidad), los derechos sociales (como seguridad y derecho a vida libre de violencia) y los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a decidir sobre sus cuerpos. Lejos todavía de alcanzar todos esos derechos.

El 8 de marzo es una jornada de reflexión, de mirar hasta donde se ha llegado, qué se ha dejado de hacer y qué han hecho las cúpulas patriarcales para provocar retrocesos, insisto e insisten quienes no están conformes con el encarcelamiento de mujeres que han abortado y que son acusadas y tratadas como las peores criminales o acciones como mandatar cómo se deben vestir las mujeres, como ha sucedido en algunos municipios del país, embestida que vuelve en estos días cuando se amenaza a las mujeres con encarcelarlas por usar minifalda, ejemplos: Suazilandia, África, o Acuña, Coahuila, México. Países diferentes, iguales machismos.

Conmemorar el 8 de marzo no tiene nada que ver con ceremonias fastuosas de reconocimientos a mujeres que nada tienen que ver con el feminismo ni mucho menos a quienes no se reconocen como tales, para eso hay otras fechas. El 8 de marzo no es una actividad de mujeres o mujerista, nada más lejos de ello. Es una conmemoración feminista en todo sentido. Pero el infortunio tiende grandes cortinas de humo, hasta hacer que no se vea lo que se tiene que mostrar, desviar la atención, sembrar la idea de que hay avances y con buenos resultados. Mala suerte para las mujeres.

Sin embargo, como sucede hace algunos años veremos a políticos varones y mujeres también, entre ellas las burócratas del género, aprovechando “la ocasión” para aparecer en los escenarios llenas de promesas sobre la igualdad y recordándonos los “avances” obtenidos gracias a sus maravillosas gestiones institucionales. Habrá incluso quienes regalen flores y hasta organicen desayunos o rifas de electrodomésticos, como luego hacen en muchas instancias gubernamentales o educativas, acciones que desde hace tiempo sabemos que no es sino resultado de la supina ignorancia.

Cierto, avances hay gracias a las feministas que han demostrado cómo fue construido el mundo, con instituciones y los derechos sólo para los varones y no para las mujeres, que como seres humanos también anhelaban ese reconocimiento y que como los otros también deseaban gozar de sus derechos humanos.

Pero la historia de esa lucha no se contó, por el contrario fue distorsionada y la ideología feminista se desvirtuó, al grado tal que reconocerse como feminista resultaba peligroso para el prestigio de las buenas mujeres. Hoy, se habla de género y existen estudios al respecto, es una ciencia que explica cómo las diferencias generan profundas desigualdades entre mujeres y hombres. Una ciencia social que avanza a pasos agigantados y en sólo unas cuantas décadas ha construido conocimiento real.

Ese es un avance para muchas mujeres del mundo, explicarnos cómo, por qué y de dónde surgen las diferencias, hay propuestas concretas que se han traducido en acciones casi siempre mediáticas y leyes que siempre tienen un punto de quiebre, por eso inacabadas, de ahí las demandas sean casi permanentes, porque persisten las trampas, las vueltas en círculo y la falta de voluntad de quienes no están dispuestos a permitir que el poder o los poderes sean compartidos.

No me refiero únicamente al poder político o económico (los dos grandes ejes de la vida actual), no, me refiero al poder de decidir de las propias mujeres, a la construcción de la libertad personal, a de-construir la forma de relación con las y los otros, a crear y provocar una nueva forma de relación entre mujeres y hombres y con mujeres y hombres.

Diría entonces que entre los avances destacan el acceso masivo de mujeres a las universidades, lo que ocurrió a mediados del siglo pasado. El principio de esa demanda no tiene fecha exacta en este país, sin embargo, podemos decir que Juana de Asbaje y Ramírez es una precursora y no tuvo más remedio que optar por la vida conventual para leer, escribir y hacer experimentos. Excepcional que una mujer del siglo XVII pudiera poseer una biblioteca de cuatro mil volúmenes.

Como distinta resultó la vocación de Matilde Montoya, quien prefirió la medicina a la docencia, su mérito fue resistir el acoso de sus compañeros y maestros que terminaron por echarla de la escuela. Ella tuvo entonces que concluir sus estudios en otro sitio, acompañada de su madre para tomar clases porque resultaba “inmoral” que una mujer observara un cuerpo desnudo. Al final, se sabe, el entonces presidente de México, Porfirio Díaz asistió a su examen profesional, porque el hecho era excepcional e histórico.

Ellas y muchas otras, cuyos nombres no fueron registrados en la Historia, abrieron el camino y más tarde la educación fue un derecho, pero aún no se concreta, las estadísticas lo señalan, todavía hay cuatro millones de mujeres mayores de 15 años que no saben leer ni escribir.

Aunado a lo anterior, habría que decir que todavía muchas mujeres son obligadas a dejar la escuela porque su única prioridad en la vida, como dicta la costumbre, será atender su casa-familia y tendrá un hombre a su lado para protegerla.

INEGI (2010) habla de que casi el 25 por ciento de los hogares mexicanos están jefaturados por mujeres. En estos hogares hay más pobreza. La razón es simple: el abandono temprano de la escuela provocará menos oportunidades en el ámbito laboral y los salarios serán menores, tendrán menos oportunidades por tener hijos e hijas pequeñas (en Oaxaca la tan protegida “iniciativa privada” prefiere no contratar a mujeres jóvenes con hijos/hijas menores de dos años) y esas misma “empresas” prefieren contratar hombres para evitar “contratiempos maternos” que suelen ocasionar las mujeres.

Habría que decir también que está comprobado por las estudiosas del género que aun cuando las mujeres están más preparadas que los hombres, ellos suelen recibir mayor salario por igual trabajo que ellas, el porcentaje varía 20 a 30 por ciento. Este fenómeno se observa incluso en la administración pública, servidores públicos con el mismo nivel reciben sueldos diferentes por ser hombres o mujeres.

Hay avances políticos, al menos en las leyes, en los hechos ha resultado una de las más prolongadas batallas por el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres. En octubre se cumplirán 60 años de haber obtenido el derecho a votar y a ser votadas. Pero no ha sido esa declaratoria legislativa una fórmula simple porque los señores del poder argumentaron que de política las mujeres nada sabían y que su lugar estaba en la casa. Corrijo argumentaban y siguen argumentando que la política es cosa de hombres.

El resultado es el que vemos hoy en día: ninguna mujer ha sido presidenta de México, apenas cinco han sido gobernadoras y desde hace seis décadas otras cinco mujeres han sido candidatas a ocupar el más importante de los cargos por elección popular. Nunca ha habido paridad en las cámaras federal o estatales ni en el Senado de la República.

Ya no se diga en el poder judicial donde tampoco las cosas se mueven muy rápido. La paridad en puestos gubernamentales no existe. En Oaxaca, por ejemplo, hay una sola secretaria de Estado. El indicador de la participación de mujeres en puestos públicos de alto nivel en México es de 8.7 por ciento. Más claro ni el agua.

En el proceso electoral de este año en Oaxaca, las mujeres levantan la mano, en apariencia la legislación electoral es clara y los estatutos de los partidos contemplan cuotas de género. Es decir, condiciones existen, lo que no hay es voluntad política.

El Día Internacional de la Mujer que se conmemora en el mundo este viernes 8 de marzo no es una fiesta ni tendría que utilizarse para que los señores del poder hablen de los logros obtenidos por las mujeres como si fueran de ellos, ya lo verá “hemos y hemos…”. Ese día es una conmemoración feminista y el feminismo es algo que por siglos muchas mujeres han rechazado, en especial las conservadoras y quienes en lugar de contribuir al cambio siguen esforzándose por conservar las costumbres por encima de los derechos humanos de las mujeres.

No podemos decir que hablar de feminismo es un acto trasnochado si todavía hay una mujer en condiciones de precariedad, analfabeta, sin acceso a una computadora, sin derecho a un juicio justo, sin trabajo por ser madre, muerta por embarazo o parto, o siendo calificada por un funcionario como irresponsable porque no acude a la consulta prenatal o porque cada año se embaraza, si hay mujeres golpeadas, violadas o asesinadas por ser mujeres y sin posibilidades de ascender a un puesto público o político o, finalmente, si se sigue creyendo que la esposa de un gobernador solo sirve para atender los programas asistenciales tan propios de su sexo, como el de las cocinas comunitarias, sólo por citar algunos ejemplos.

www.caracolasfem.blogspot.com
@jarquinedgar

 

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