Presidenta Sheinbaum, la mujer sin miedo
Libros de ayer y hoy
– Tere Gil
Cada feminicidio en México, de los 7.2 que se cometen cada día, según datos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, nos deben indignar, pero pocos casos, en realidad, alcanzan el nivel que tiene en estos momentos el asesinato de Lesby, la joven de 22 años que fue encontrada asesinada en el campus de la UNAM.
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Y en tanto una guerra pone en riesgo al mundo, en México, en Oaxaca libramos todas las batallas y somos una especie de sobrevivientes.
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Llegamos al mismo lugar. Cuando se habla de violencia de género contra las mujeres la ruta es la misma y el final del camino es la impunidad.
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México no es un país seguro. Perdimos la tranquilidad hace ya varios años. Todas las personas somos víctimas de una o de otra forma.
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El aborto es legal en México, al menos de manera general en todas las entidades cuando la concepción sea producto de una violación. Pero solo el 0.08 por ciento de las más de 70 mil 600 denuncias por violación sexual interpuestas en las fiscalías o procuradurías de las entidades y de la propia Procuraduría General de la República, entre enero de 2009 y el 30 de junio de 2016, concluyeron en procedimientos de aborto.
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Frente a un nuevo proceso electoral, Oaxaca deberá contar, y pronto, con una nueva Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales del Estado de Oaxaca, considerando que por ahora no tenemos luego de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación la invalidara en octubre de 2015, por contener una serie de irregularidades, por darse en un proceso viciado y desaseado aquella noche del 9 de julio de 2015 y que pasó de sueño guajiro a pesadilla.
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Sucedió que un día parte del mundo se molestó porque las mujeres buscaban sus derechos, porque una buena parte de esas mujeres empezaron a hablar de las ofensas recibidas, porque se incomodaron frente a la desigualdad que las ningunea y, peor todavía, las golpea, las maltrata y las asesina.
Así hemos llegado al siglo XXI. Han pasado muchos años, tres centurias quizá desde que las mujeres, de manera más o menos estructurada, empezaron a plantear que estaban molestas (oprimidas y marginadas) con "el orden" de las cosas, porque entre otras cosas se ha encontrado que no son estructuras naturales las que se imponen a las mujeres sino construidas y la osadía en el siglo XXI es que se pueden volver a construir...pero una buena parte del mundo piensa que luchar por los derechos de las mujeres son "tontejadas".
Y es que la descalificación es el arma permanente del patriarcado. Es idénticamente igual a ocultar los alcances y logros de las mujeres a lo largo de la historia, mujeres invisibles que desafiaron al mundo para que toda la humidad pueda hoy gozar de increíbles beneficios, desde el baño María hasta María Curie y las miles de mujeres que les siguieron en la ciencia, por ejemplo. Muchas de ellas mexicanas y que desde enero pasado podemos leer una a una en la Agenda 2017 que editó el INMUJERES, con una investigación hecha por un grupo de periodistas.
Hay una realidad insoslayable, pocas veces dicha con claridad, muchos hombres están enojados. La manifestación más común la sufren las mujeres "que se atreven a candidatearse y, peor, se atreven a ganar", como citó el pasado viernes en la presentación de la Red de Mujeres por la Igualdad Sustantiva (MUPI) la excandidata presidencial Cecilia Soto, hoy diputada federal del PRD.
Hay muchas formas de llamar al enojo que es manifiesto y constante de esos hombres -no todos-, frente al desafío que hace tres centurias iniciaron las mujeres y que hoy más que nunca acceden a los cargos de decisión, gracias a la paridad, producto de una lucha que inició hace ya casi un siglo en México.
Mujeres que lucharon y siguen luchando día con día para afianzar el camino que ya se ha andado y que la generación actual tendrá que consolidar, bajo el paradigma de que las cosas se pueden transformar.
Ese enojo, frente al avance de las mujeres, se expresa con palabras, imágenes y hechos que revelan ignorancia supina hasta misoginia concreta, pasando por una larga lista de adjetivos, pero nunca tantos como los que existen para menospreciar, excluir, vituperar, maltratar o desprestigiar o violentar la vida de las mujeres.
Y no es una sino miles las mujeres que cada día se enfrentan a esos hombres, con poder o sin él, fanáticos del machismo, miopes y estancados en el pasado, dispuestos a no reconocer que las mujeres son como ellos, seres humanos y por tanto tienen la posibilidad de vivir sin violencia, de cualquier tipo.
En México hace 10 años se promulgó la Ley de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. Un logro fundamental, sin duda, pero que nos deja ver con claridad cómo las resistencias son totales. De ahí que lamentemos que cada día en México siete mujeres sean asesinadas en promedio por razones que tienen que ver con haber nacido mujeres, es decir, reflejo de una arcaica manera de pensar.
Por increíble que parezca, la humanidad ha avanzado vertiginosamente en la ciencia y en la tecnología. Somos una generación cada día sorprendida por la tecnología, incluso, por la que llevamos en los teléfonos celulares y no tenemos un "dispositivo" contra la violencia machista. No existe aún. Eso hace necesario escarbar en el cerebro humano, pero la clave es cambiar, tener otra mirada.
De lo contrario, en verdad, seguiremos viendo la violencia tan normalizada todos los días. La violencia que se ha metido en todos lados de nuestras vidas y que empieza por esa diferencia con la que se mira a las mujeres, de quienes se cree fervientemente son inferiores e incapaces.
Ejemplos sobran: Gabriela Maldonado azotada con un "tuchi" hasta el desmayo, para que a las mujeres de San Martín Peras les quede claro que ni putas ni en la política.
Miriam Hernández Casanova, agente vial, maltratada por doble vía, ya que tuvo que otorgar "perdón" a su agresor y lo único que se llevó a su casa, además del mal momento que le hicieron pasar, un paquete de pastillas de impunidad.
Todas presidentas municipales y síndicas electas a quienes se les pretende arrebatar el triunfo para que los hombres usurpen sus lugares. Casos que sobran en Oaxaca.
La burla y el hostigamiento mediático por decir lo que piensan, por vestir como se les dé la gana, por ascender al poder, por estudiar o por no estudiar, por crecer o por ser pobres.
El problema de la violencia sexual y el feminicidio, la desaparición de mujeres con fines de explotación sexual, el hostigamiento en el trabajo, los salarios menores por ser mujeres, la indiferencia del personal médico para atender a las mujeres cuando van a parir...
Como sea, la violencia contra las mujeres empieza con la pretensión de hacerlas invisibles, con ignorarlas y con la acción permanente de exhibirlas. Ojo, todo eso tiene nombre y apellido: se llama violencia de género contra las mujeres, misoginia, machismo.
jarquinedgar@hotmail.com
Un mundo de locos. Un loco pone de cabeza la economía del mundo de un solo manotazo. Un loco puede idear construir un muro para dividir a las naciones, separar familias, parientes, amigos y amigas. Un loco puede sancionar las libertades.
Ese loco tiene nombre. Se llama Donald Trump. Es el presidente de Estados Unidos de Norteamérica. Y como otros, se despierta cada día pensando a quién fregar. Calificado como racista, clasista, sexista, xenofóbico, por consiguiente misógino, y todo lo que conlleve creer que se es superior por el color de la piel y, en este caso, por el poder del dinero.
Sin duda es vergonzoso. Pero Trump es un ejemplo apenas de las miles de personas que como él, pululan por el mundo. Cada día tenemos noticias de cómo la discriminación provoca miseria, hambre, enfermedades y guerras. De ese tamaño, sobre todo porque el orden se ha invertido y es más importante el poder económico y político que las personas.
Lo políticamente incorrecto en el actuar de Trump, a quien como se dice, le vale lo que digan los demás, se disfraza con promesas y actos de corrupción por parte de muchos políticos que dicen actuar políticamente correctos.
Es decir, gente como Trump gobernando el mundo ha existido siempre. Y es su prepotencia y machismo, aunado al poder económico y el hecho de gobernar a la que dicen es la potencia más importante del mundo, lo que hoy pone en serio riesgo la paz, la tranquilidad, la vida de miles de millones de personas.
En específico a quienes por razones de pobreza han tenido que emigrar al vecino país del norte. Hace algunos años, trabajando con comunidades migrantes conocí todo tipo de historias vividas por los hombres que por diversas razones han sufrido los efectos de la discriminación y que, en el caso de las mujeres, se profundiza por el lamentable sexismo y la misoginia. Y va de la violencia sexual ejercida por delincuentes, asaltantes de caminos o polleros, hasta por agentes migratorios tanto mexicanos como norteamericanos.
Mujeres y hombres que, como ya sabemos, se esfuerzan cada día haciendo los trabajos que el pueblo estadounidense no realiza o no quiere realizar, porque considera que la población migrante es más apta, pues son en la mayoría de las veces, los trabajos de cuidado y limpieza.
Sé que hay preocupación. Trump es tan ruidoso que ha roto la tranquilidad entre ambas naciones, ha extendido la liga hasta donde más da y sigue colgando sobre una vulnerada relación política entre México y esa nación sus afanes xenofóbicos contra la población mexicana y la centroamericana.
Como población nos toca cerrar filas, se ha dicho. Y sí, es tiempo de mirar hacia adentro. Cosa que realmente hace buena parte de la población, así que ahora toca a las autoridades hacer su parte. Y como dice Evo Morales, le toca al gobierno mexicano extender la mirada hacia los países del sur.
Vivir en el contraste
En estos primeros días del año, los municipios donde se invalidaron las elecciones, el gobierno de Oaxaca nombró administradores, todos hombres. Sin duda la política interna oaxaqueña discriminatoria (hablando de Trump) hacia las mujeres se cocina con "naturalidad" desde la Secretaría General de Gobierno, desde donde -dicen quienes saben- se despachan recursos y documentos oficiales en apoyo de algunos munícipes que contra toda reglamentación no quieren a las mujeres en las sindicaturas ni tampoco en las presidencias municipales. No sería extraño, recordemos que el hoy secretario de esa dependencia, fue uno de los orquestadores que se opusieron a la paridad entre mujeres y hombres en la fallida reforma electoral y que dejó en indefensión a las mujeres de municipios que se rigen por sistemas normativos internos.
Y es de contrastes si consideramos que el gobernador Alejandro Murat se comprometió esta semana en que el feminicidio no va a pasar más en Oaxaca. Ahí está ya hecho el compromiso, veremos de qué está hecho el mandatario para enfrentar al machismo, la misoginia que llevan a la violencia cotidiana en Oaxaca.
Eso implicará que cada hombre y algunas mujeres se saquen al Trump que llevan dentro. Uno de esos casos es el lamentable suceso protagonizado por el conductor de noticiarios locales, Jaime Velásquez, contra una trabajadora de la policía vial en Oaxaca de Juárez.
Pero este es solo un botón de muestra. Todos los días, a lo largo y ancho del país, lo que tenemos es un Trump misógino y sexista por doquier. Basta con un centímetro de poder sobre la otra, para ejercer ese poder maltratador y discriminatorio. Un poder tan fuerte que puede estar cubierto por corrupción y la impunidad.
De ahí que, el anuncio de Murat tendrá sobre sí los reflectores, pues veremos de qué se trata, de más de lo mismo o de algo distinto.
Pongamos todo en perspectiva
– Carlos Villalobos
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