MUJERES Y POLÍTICA.- México es una calavera que en estos días toma una relevancia hasta la magnificencia al honrar a la muerte. En ese sentido, ni duda cabe, la muerte tenía un lugar muy importante entre las diversas culturas mesoamericanas. Entre las muchas cosas que nos dicen es que somos despojos de esos muertos antiguos, fuimos hechos de huesos sagrados obtenidos en el inframundo, el Mictlan, que mezclados con la sangre de Quetzatcoalt, dieron origen a los seres humanos. La muerte es el principio. Esa muerte a la en estos días se honra y que sabemos en algunas de esas culturas durante meses.
Honramos a la muerte porque sus misterios nos siguen aterrando. Nadie quiere avanzar a ese otro mundo que no conocemos y del que nos han dicho tantas historias, algunas opuestas abismalmente. Por eso la vestimos en estos días recientes con flores color naranja, le cambiamos el olor con esa conjunción de aroma que emanan de los altares, nos burlamos de ella haciendo versos y nos vestimos como ella para despistarla, al menos por unos cuantos días. Pero convivimos con la muerte, todos los días pasa, datos de INEGI, refieren que en 2012 hubo poco más de mil 600 defunciones al día en 2012.
Pero muchas de estas muertes tienen su origen en los actos violentos y una enorme cantidad de estos “hechos de sangre”, como se dice en la jerga periodística, están relacionados con las y los jóvenes y en casos concretos el repunte de la muerte violenta en el México de los últimos años, tiene una relación directa con la actividad de las personas, como las y los periodistas que se han convertido en blanco de toda clase de actos repudiables. Hay otro grupo notorio, se trata de personas públicas, funcionarios o electas por el mandato del voto y líderes sindicales o partidistas. Sin duda, todo esto es lamentable.
Todos y todas, jóvenes, periodistas y estas “figuras públicas” tienen algo en común, son observados escrupulosamente por los delincuentes y los “hechos de sangre” suelen estar colocados en el mismo sitio de siempre: la impunidad.
Sin embargo, viendo este mapa sangriento en que se ha convertido México, es lamentable cómo las muertes violentas se han reflejado de manera directa entre la población joven o en edad productiva, en sus mejores años para alcanzar sus sueños.
Nadie quiere morir de forma violenta. Hasta hace muy poco tiempo cobraba especial relevancia la muerte de jóvenes por accidentes y ya repuntaba, en el caso de los varones, la violencia originada de las demostraciones machistas, porque ellos casi “nunca le sacan”, son incapaces de dar la vuelta ante las provocaciones y ahora, ni duda hay, en algunos casos, si le sacan los matan de todos modos ante la diseminación de armas de todos los calibres en este país y por lo visto de la facilidad de adquirirlas.
Las cifras han crecido en cuanto a los ataques, hay una vuelta real. Las muertes por agresiones entre jóvenes de 15 y 29 años de edad fue en 2012, de 32.2 por ciento, casi duplica las muertes por accidentes (17.1 por ciento); en tanto que entre las jóvenes las cifras son similares, por agresiones 11.9 y 11.4 por accidentes en el año que reporta INEGI.
En la edad adulta, de 30 a 44 años, las muertes por agresiones también ocupan el más alto porcentaje entre las causas de mortalidad, 21.1 por ciento en hombres, lo que coloca a esta causa en primer lugar, el doble de las enfermedades del hígado y accidentes de transporte. En cambio en las mujeres las agresiones se ubican en la tercera causa de muerte y son la diabetes mellitus y el tumor de cáncer de mamá las dos primeras razones de fallecimientos entre mujeres en edad adulta.
En el siguiente grupo de edad, de 45 a 49 años, los homicidios o “agresiones” como le llama INEGI, prácticamente desaparecen, en el caso de los hombres es la razón de muerte número cuatro y entre las mujeres no se registra entre las primeras cinco.
Los hombres jóvenes también son más propensos a cometer suicidios, ocho de cada 10, lo peor es que estos ocurren entre los 15 y 44 años de edad. Dos características que ofrece INEGI es que la mayoría eran solteros (42 por ciento), un asunto personal, además 27.2 por ciento no tenían trabajo, un asunto social que tiene que ver con la falta de oportunidades, con la desigualdad que como la violencia se enseñorean en México.
La violencia, sin duda, está presente en la vida de los varones, más que en el caso de las mujeres. Aunque las razones de la violencia que le quita la vida a los hombres (otros son víctimas también) es la misma que le quita la vida a las mujeres: su machismo y la misoginia.
Como sea, mucho habla de este país que ha perdido la tranquilidad y cuyos habitantes vemos cada vez más lejana la paz, el hecho concreto de una tasa a nivel nacional de 22.2 homicidios por cada cien mil habitantes y su ubicación geográfica nos plantea parte del mapa de la muerte en México: Chihuahua con una altísima tasa de 77.1, seguido de Guerrero con 74.1, como los más altos. Saque usted sus conclusiones y seguramente el factor de la delincuencia organizada, el narcotráfico, estará presente, lo mismo que el fracaso del gobierno federal actual que encabeza Enrique Peña Nieto y su antecesor el panista Felipe Calderón Hinojosa. Los presidentes caguengues, así como la suma de gobernadores, presidentes municipales y corporaciones policiacas en la misma triste circunstancia.
La muerte violenta, nos dicen las cifras oficiales, tiene una incidencia de 40.2 por cada cien mil, en las mujeres es de 4.6, lo que indica que no ha variado la teoría que al respecto plantean los estudios de género.
Las cuotas de sangre tienen para este país un precio altísimo en los jóvenes, situación de la que no escapan las jóvenes, tomadas como esclavas sexuales, por esa condición de género vigente, actual, robustecida por la impunidad, por el ojo de buey, por la complicidad…
Ese es la cuota de sangre para la muerte en México, esa que no es la muerte que festejamos ahora.
Los datos de INEGI sin duda nos deberían detener en este país cuyas condiciones no son idóneas para la juventud y qué pasará con estas generaciones marcadas por la violencia, cuáles serán las consecuencias, cómo detendremos esa desigualdad social que ha provocado el sistema económico que margina hasta poner contra la pared a los que menos tienen, y a los que quieren salir adelante los manda matar o desaparecer.
Lo irremediablemente cierto es que hay muchos tipos de delincuentes en México, algunos nos roban la sonrisa y otros la tranquilidad; a las familias de los estudiantes de Ayotzinapa, como a las familias de las mujeres desaparecidas les han robado todo, eso explica la cara de Peña Nieto tras la reunión con ellos, algunos dicen que Salió apesadumbrado, otros que estaba conmovido…yo creo que mostró algo de vergüenza, pero tampoco eso alcanza en este momento.
Contra el margen
Si me preguntan ¿Qué pasa en Oaxaca? Yo les contestaría: En Oaxaca no pasa nada. No pasa nadie a ninguna parte.
@jarquinedgar