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Los días que han conmovido a México abruman la memoria; el que viva lo verá

LIBROS DE AYER Y HOY.- Los Diez días que conmovieron al mundo, de John Reed, son poquitos si se comparan con los que han conmocionado a México en los últimos tiempos.

Vale el parangón entre los dos países que escenificaron las dos grandes revoluciones del siglo XX. Pero mientras allá, en Rusia la convulsión se daba por una lucha ideológica, aquí en México, en este momento, la obsesión por conservar el poder ha hecho tolerables todos los excesos.

Hay una degradación moral que cruza todas las fronteras. Incluso los crímenes comunes como asesinar a familias enteras por intereses internos exhiben un comportamiento límite.

Que se puede esperar, entonces, de criminales organizados, de instituciones en pie de guerra dispuestas a matar, y de grupos azuzados como las autodefensas que se mueven en el terreno pantanoso de las promesas oficiales.

Los días que han conmovido al país abruman la memoria, pero los últimos más terribles de Ayotzinapa, Tlatlaya, Michoacán, Coahuila, Tamaulipas, etcétera, son tan sombríos que buena parte del mundo experimenta esa conmoción.

Nada se equipara al horror en que se ha convertido México y lo curioso es que un país como Estados Unidos que ha contribuido en mucho a ese horror –y al de otros países–, ha lanzado una alerta para señalar a México y convertirlo en un país aislado.

Mientras, las autoridades locales se aferran a sus intereses exacerbados por medios extranjeros que sostienen que no hay alternativas para deponer al PRI.

Muy poco les ha enseñado la historia. El estadunidense John Reed, un caso único no sólo en el periodismo, sino en el compromiso político, escribió Diez días que conmovieron al mundo (Editores Mexicanos Unidos 1983, tercera edición mexicana) cuando, depuesto el zarismo en 1917, se inició la lucha por el poder entre bolcheviques, mencheviques y socialrevolucionarios, éstos dos últimos fincando sus intereses en una revolución breve, de cambio de manos y transición tranquila, mientras los bolcheviques llamaban a cambiar a fondo al país y entregar el poder al pueblo, a los soviets.

A muy pocos les tocó el honor como a Reed, de que el propio Lenin hiciera uno de los prefacios de la primera edición, en 1919, que singularmente se lanzó en Estados Unidos.

La rusa fue lanzada en 1923. El libro es un clásico planteado como reportaje, una epopeya según sus grandes críticos. Es a veces difícil de leer y abruma la cantidad de datos y personajes que contiene, pero vale la pena para comprender uno de los movimientos más complejos que ha producido la historia y que inició en el mundo la implantación del socialismo.

Poco pudo ver Reed de esa historia, al morir a los 33 años de edad, cuando su gran talento repuntaba. Había sido corresponsal de guerra en varios países, dramaturgo, ensayista, cuentista y dejó un legajo importante para su corta edad.

El México Insurgente (1914) que le dedicó a la Revolución Mexicana, consta de tres volúmenes. En México y en Rusia, aquí con Pancho Villa, allá con Lenin, que le dio su amistad.

Como un reconocimiento del soviet, fue sepultado en la Plaza Roja de Moscú, junto a la muralla del Kremlin, un gran honor que pocos extranjeros han tenido.

Hay una inscripción en su nicho que dice: “John Reed, delegado de la Tercera Internacional 1920″, que parece que no les gustó mucho a los gringos.

En cuanto a nuestro país, en el momento actual, ¿qué le deparará el año que comienza, después de la devastación del 2014? Quizá como diría el escritor ruso Ánton Chéjov: “El que viva lo verá”.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

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