LIBROS DE AYER Y HOY.- Dentro de los miles de buenos maestros que tiene el país, indudablemente hay algunos que son malos. Pero no nos referimos a ellos, sino a los maestros malos, de maldad.
A esos que viven en cavernas y a los que, paradójicamente, solicitan pasar de la cárcel en la que se encuentran por sus presuntos crímenes, a residencias palaciegas en medio de bosques encantados.
Hay maestros de primaria que pasan a la historia, amasan una inexplicable fortuna y dejan seguidores y a una estirpe que se mueve por ahí, incluso en la lista de Forbes.
Pero tampoco a esos nos referiremos. Existe una similitud entre Elba Esther Gordillo Morales y Servando Gómez Martínez, La Tuta, porque ambos son maestros. Pero la diferencia se ve en sus situaciones de presuntos delincuentes. Mientras una está pidiendo ser excarcelada para irse a vivir a su palacete, el otro fue aprendido en una caverna, viviendo como un animal acosado, tal como dicen vivía Joaquín el Chapo Guzmán, en medio de las alcantarillas.
Pero hay peores cosas que los hermanan. Las décadas de corrupción que vivió la profesora, apoyada por los políticos que la utilizaron, devino en miles de millones de pesos usurpados, que impidieron que miles y miles de niños y de jóvenes, pudieran estudiar y encontrar un mejor futuro.
Su miseria los llevó a las garras del narco. Y en su camino se encontraron a gentes como La Tuta, el Chapo Guzmán, Rafael Caro Quintero, etcétera, y al final en muchos casos, la muerte.
Ese círculo tan elemental lo ve la sociedad mexicana reflejada en todas partes. Los programas oficiales contemplan la comida de caridad y con el frío se regalan cobijas y se prestan modestos albergues.
Pero en tanto, las clases privilegiadas viven en elegantes palacetes, comen los mejores manjares y visten trajes de diseñador. En el dueto arriba mencionado, la señora aparece como una avorazada que descubrió la debilidad del sistema para extorsionarlo como ahora lo hace el Partido Verde.
Pero el caso de La Tuta es diferente. Se le reconocería cierto ribete de ingenio si no fuera quien es. Ya la prensa vislumbró en él una especie de Arsenio Lupín de petatiux, con la diferencia con el personaje de Maurice Leblanc que aquel se enfrentó a la opinión pública con las nuevas tecnologías.
Arsenio Lupín se llama el compendio que Ediciones Roca hizo en 1979 de la obra del escritor francés, para exaltar las aventuras de aquel genial ladrón que en determinado momento, llevado de la pluma de Leblanc, se enfrentó a Sherlock Holmes y… ¡lo venció!
La característica principal de Lupín era la publicidad que daba a sus fechorías.
El Eco de Francia, el Grand Journal y otros publicaban ávidos los mensajes de Lupín que no tenían otro propósito que burlarse de la policía y en especial del detective Gallimard.
Pero a diferencia de los desalmados criminales de hoy, Lupín era un hombre sensible, culto, de una inteligencia superior que no cometía asesinatos. Su propósito era la sustracción de las riquezas mal habidas.
Dentro de sus muchas aventuras, hay una que es un clásico, el Collar de la reina, que narra como un niño de ocho años sustrae el famoso collar para dar de comer, durante años, a su madre.
Supuestamente era el inicio de las correrías de Lupín que tenían mucho de ingenio y de poesía, al contrario de lo que vemos hoy con sus imitadores.
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