Se han realizado múltiples balances de los comicios del pasado 7 de junio, que particularmente para el estado de Oaxaca remiten al descenso del voto duro del PRI, la disminución del PRD, aún cuando haya ganado cuatro distritos, y el posicionamiento de Morena, que aún cuando no ganó distrito alguno desplazó al PAN, el cual quedó como el gran perdedor.
Si consideramos las expresiones novedosas que han surgido en otras partes del país, como las candidaturas ciudadanas, la persistencia del abstencionismo y votos nulos que expresan incredulidad en los partidos políticos, podríamos apuntar que los saldos negativos son para todos los partidos, puesto que sus derroches de dinero en propaganda excesiva, compra de votos y corrupción siguen generando desconfianza entre los ciudadanos.
Pero más allá de seguir abonando en los alineamientos partidistas y los pasos que siguen para la próxima elección, queda como tarea insistir en otras preguntas ¿para qué y cual es el sentido de las elecciones? ¿cuáles son los contenidos de las agendas? ¿dónde están los verdaderos compromisos?
No los discursos de campaña, puesto que es claro que esas promesas quedan en el vacío, sino los compromisos reales de los candidatos ganadores con los intereses de los grupos de poder.
Y como pregunta principal dirigida a los legisladores que se precian de abanderar causas progresistas a favor de las mayorías ¿qué posibilidades tenemos los ciudadanos de exigir el cumplimiento de una agenda que tenga contenido social?
De una agenda que esté dirigida a las necesidades de la mayor parte de la población y no de las elites económicas y políticas que han sido beneficiarias tradicionales de los recursos públicos.
Más allá de las estrategias partidistas, el asunto también tendría que definirse en relación al contenido de esta agenda ¿qué tipo de proyecto se requiere? ¿cuáles serían las reglas?
Puesto que no se trata únicamente de un asunto de partidos, sino que estos retomen, incluyan, promuevan y respalden causas relevantes de carácter social y político.
Como una de las causas más importantes podríamos mencionar la defensa de los bienes comunes, los cerros, las aguas, los recursos naturales, los territorios, ante las tendencias depredadoras por parte de grupos usureros e intereses privados.
La agenda progresista tendría que armarse incluso en contra de los intereses mercantiles de presuntas alternancias, puesto que la causa también sería en contra la complicidad de los gobiernos ante las tendencias de despojo de los bienes comunes.
Repensar el sentido de las elecciones, del contenido de las nuevas agendas, es importante en un momento en que los partidos se encuentran en crisis, tal es el caso del PRD, que ha recibido la factura ciudadana por su subordinación a la cúpula gobernante y su complicidad en la aprobación de reformas lesivas para la mayor parte de la población. Si un grupo de poder ha quedado a la deriva ha sido justamente la dirigencia nacional de ese partido.
La lección del mal comportamiento perredista debe leerse con detenimiento por los demás partidos y por los supuestos gobiernos de alternancia, como el caso de Oaxaca, porque es una muestra de lo que le puede ocurrir a un partido y a un gobierno cuando le da la espalda a los ciudadanos.
Es el riesgo de la soberbia que ignora la amplia participación y el dinamismo que está ocurriendo fuera de los partidos.
Por ello, podría apuntarse que la sociedad civil va pasos adelante que los mismos partidos y que la debacle partidista aumentará en la misma proporción a la exclusión que se realice de los ciudadanos.
El sentido de las elecciones no es solamente ganar por ganar y seguir reproduciendo las mismas prácticas de los antecesores, como ha venido ocurriendo, sino que se deben emprender formas distintas de hacer las cosas.
Sirvan las exigencias ciudadanas como llamado de atención para quienes, alentados por las fiebres de sus propios egos, están levantando la voz para próximas candidaturas partidistas. Regularmente se trata de los mismos que han ido de un partido a otro sin ningún pudor, de quienes dicen una cosa y hacen otra, de quienes le apuestan al agandalle y la imposición, y que tienen desde ya el rechazo de la población.
El nuevo escenario político, a partir de los resultados electorales pero también fuera de las elecciones, muestra la caducidad de las prácticas convencionales, de los partidos que se ven a sí mismos y hacia arriba, mientras el clamor ciudadano, afuera de los partidos y debajo de las estructuras de poder se rebela ante los abusos de poder, ante la violencia y la discriminación.
Se trata de un clamor ciudadano que como la metáfora del topo, continúa con su zapa, y sigue cavando. Ciudadanos con tiempos diferentes al de los partidos y las elecciones, que como el topo tenaz, buscarán la luz para hacer caer los edificios de la corrupción y la simulación para construir una nueva primavera.
*Investigador del IISUABJO