LIBROS DE AYER Y HOY
Hay políticos y funcionarios tan torpes –¿serán la mayoría?– que ni siquiera ocultan su evidencia. Los agregados a leyes locales para cerrarles el paso a los candidatos independientes demuestran el oportunismo de quienes están al servicio de otro y quieren quedar bien sin el más mínimo respeto a la inteligencia de los demás.
Resulta tan elemental como la suspensión de la evaluación que emitió la SEP en la antesala de las elecciones, a la que ahora le quieren dar una interpretación inteligente. Se han olvidado en su torpeza, que los ríos rebasan sus cauces y que siempre habrá fórmulas para enfrentar sus candados.
Lo que más llama la atención de los gobiernos que controlan sus congresos, es la ignorancia que tienen de la Constitución; gobiernos que no sólo han denostado las garantías sociales, sino que ahora quieren desproteger de sus derechos políticos a un cúmulo de ciudadanos.
Es la urgencia, dijo el senador Alejandro Encinas, por evitar a toda costa perder su prebendas. El académico Sergio Aguayo fue más duro: “Es patético, grosero, ridículo, cínico, ofensivo, lo que están haciendo para preservar el botín”. “Son unos ignorantes de la Constitución”, opinó simplemente el comentarista de Excélsior, Ángel Verdugo, entre lo mucho que se ha expuesto.
Es de risa escuchar por otra parte, lo que comentan priístas como Omar Fayad y David Penchyna, mordida de lengua incluída: “pueden esas candidaturas caer en intereses oscuros”. Y el ex priiista y ahora panista Javier Lozano tratando de proteger de los independientes a los partidos, para evitar que se vaya a caer “en el chapulinero de tránsfugas”.
El meollo es la forma como la ley se mueve según los intereses y como el llamado estado de derecho se bambolea a la orden del poderoso para parchar toda norma y buscar una buena interpretación. Para eso tienen intérpretes muy caros y de lujo, la propia Suprema Corte.
No la leen en este tiempo –pese a su actualidad–, pero si utilizan convenencieramente la frase que se le atribuye a Hans Kelsen en la Teoría Pura del Derecho ( 1935, muchas ediciones, UNAM 1986): “Todo lo que no está prohibido está permitido”. Y es que si observamos nuestra normatividad lo prohibido y lo permitido se mezclan de forma interesada.
El austriaco Kelsen ( 1881-1973) planteaba que el derecho positivo debe ser un vinculo entre los seres humanos, porque su acertada aplicación ofrece justicia y distiende las presiones sociales. Considerado uno de los grandes juristas del siglo XX fue precursor de la democracia jurídica en su oposición al fascismo del cual huyó para refugiarse en Estados Unidos. Ahí dio clases hasta 1973, cuando murió. Yo estuve a punto de conocerlo cuando él daba clases en Berkeley y nos invitó a varios alumnos a visitarlo el filósofo y sociólogo Luis Recaséns Siches.
El viaje no se pudo hacer. Aunque un poco compleja su teoría, se nos llenaba la boca mencionarla si bien había un poco de incomprensión. Sobre todo por lo que expresaban en su contra al decir que el derecho no puede ser puro si se aplica a seres humanos.
Pero él lo planteaba como un deslinde de la ciencia jurídica de todo lo que no tenga que ver con ella, “excluir del derecho todos aquellos elementos que le son extraños”, postura que influyó en la mayoría de los sistemas jurídicos del mundo. Menos en el nuestro, desde luego, donde se le agrega todo lo que a intereses convenga.
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