LIBROS DE AYER Y HOY
Periódicamente se representa en México la obra Medea, de Eurípides, el gran trágico griego –junto con Sófocles y Esquilo–, el que en su momento no pudo librarse de las burlas de Aristófanes, quien en sus obras lo tomaba como chanza presuntamente por machista.
Y en efecto, el mito que se creó en torno a la mujer que mata a sus hijos para vengarse de su amante, eleva a la categoría de horror –que lo es–, una conducta límite, sin tomar en cuenta las conductas similares que se dan en el sexo opuesto.
Los miles de feminicidios que enfrenta México tienen un alto grado de venganza pasional, que en muchos casos incluye la muerte de hijos y familiares cercanos.
Para muchos la Medea mexicana por antonomasia, de las últimas décadas, es Elvira Luz Cruz, la mujer que asesinó a sus cuatro hijos tras el abandono de su amante. Un grupo de mujeres tomó en sus manos la defensa de la que fue llamada la Fiera del Ajusco –y de la que se hizo una película–, el que argumentó la pobreza, la ignorancia y las agresiones sufridas por la mujer para la reducción de su pena, hecho que concluyó cuando Elvira, liberada, abandonó hacia el anonimato la Ciudad de México.
Pedí en ese entonces una opinión a Rosario Ibarra de Piedra y ella no quiso ampliar el tema. “Nosotras los buscamos vivos y otras los matan”, dijo. El caso es muy complejo y se podría reconocer, también, en el odio y deseos de venganza que inoculan en sus hijos mujeres y hombres, contra la persona que los dejó.
Pero, paradójicamente, el caso contrario es el más común. La mujer o el hombre que se yerguen sobre su propia desventura para redimir a sus hijos, alejarlos del odio y hacer de ellos ciudadanos positivos.
Hace mucho tiempo leí La mañana de la vida, una novela nórdica que se apodera del mito de Medea y en la que una mujer, sin dejar de vengarse del hombre que la había traicionado, rescata a su hijo y al hijo que el hombre tuvo con la otra mujer, los atrae para si, los protege y logra quedarse con ellos.
En ese inter, su venganza fue tan terrible que el hombre muere aniquilado, destruido por una persecución implacable.
A muchos directores de teatro les gusta poner Medea y la que ahora está en cartelera en el teatro Santa Catarina y que tiene una extraña declaración de Germán Castillo el que la dirige:
“Habrá muchas que se sientan molestas con la idea de que lo de las mujeres no es la reflexión sino el lloriqueo”. Desagradable opinión. Quizá el mencionado Castillo no ha leído los datos de INEGI sobre el papel de las mujeres en los hogares, el trabajo, su participación económica y el que dirijan el 25 por ciento, siendo madres solteras, de los hogares mexicanos.
Como que no hay lloriqueo cuando realizan jornadas extenuantes contra el uno por ciento del trabajo doméstico que realiza el hombre.
Medea (Editorial Gredos 2010), la sacerdotisa griega hija del rey Eetes, es abandonada por su amante Jasón, historia muy conocida que ha sido llevada al cine incluso, y en venganza, la mujer mata a sus hijos.
Mito que muchos se solazan en repetir quizá por su calidad de tragedia clásica, mientras la tragedia cotidiana contra las mujeres se da repetidamente aquí, en China y en todo el mundo.
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