MUJERES Y POLÍTICA
En septiembre de 1995 se realizó en Beijing la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, a la distancia de veinte años sin duda esta reunión de miles de mujeres, dos de cada tres eran activistas, marcó cambios sustanciales e importantes, gracias a la construcción de una Declaración y Plataforma de Acción que puso sobre la mesa doce temas fundamentales, problemática y, claro, también estrategias de acción para cerrar las brechas de la desigualdad económica, social, política, cultural y otras, con medidas que debían emprenderse tanto por los gobiernos (en los planos internacional y nacional), como también la sociedad.
La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, hoy, de acuerdo con ONUMujeres, fueron los puntos de coincidencia, en esa diversidad de ideas que llegaron de casi todo el mundo, porque de manera previa, se habían hecho ejercicios para analizar y como dicen arrastrar el lápiz hasta llegar a plantear doce temas fundamentales, pero sobre todo los análisis que mostraban el piso disparejo que enfrentaban y siguen enfrentando en su día a día las mujeres.
Veinte años después, la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing siguen permeando el quehacer del feminismo. Aunque no es general que se haga desde las instituciones de género y desde los gobiernos.
Aunado a ello, hoy el mundo tiene nuevos y difíciles retos, como la violencia generalizada, más visible que antes, que se traduce en ataques contra las mujeres más allá del ámbito de lo privado, como la indeseable trata y comercio sexual de mujeres, y la constante, pero hoy más crítica situación migratoria que es proporcionalmente igual entre mujeres y hombres, pero que se vive de manera distinta por ser hombres o mujeres, porque de nueva cuenta se reduce a las mujeres en objetos cuyos cuerpos pueden ser tomados, como dictan las leyes no escritas del patriarcado.
Sería injusto decir que nada ha cambiado, lo cierto es que tras Beijing hubo un gran impulso que favoreció que muchas mujeres tomaran conciencia de sus derechos, que pelearan por ellos y se abrieron nuevos espacios que antes les estaban prohibidos increíblemente en las postrimerías del siglo XX, a veces con graves consecuencias para ellas.
Porque una cualidad del feminismo ha sido mostrar que no basta la capacidad de las mujeres sino que también es necesario que la otra mitad entienda que las mujeres tienen derechos.
También el feminismo hace posible que muchas tengan una nueva perspectiva de su condición de mujeres y ha propuesto, además, como una exigencia vigente que las mujeres que acceden al poder al menos entiendan y reconozcan las dificultades de las otras, lo que no siempre sucede.
Sería escandaloso asegurar, como hay quienes se atreven a hacerlo, que las mujeres estamos “del otro lado del río” y que tenemos constitucionalmente todos los derechos en México y otros países, que las excepciones son pocas.
Sin embargo, en tanto los derechos no sean hechos concretos en la vida de las mujeres tendremos que decir que estamos en el camino, que en ocasiones damos vueltas en círculo por decisiones mal tomadas y por tanto llegamos al mismo punto de partida.
Decisiones que se toman a veces desde los mecanismos para la igualdad, en otras desde los gobiernos y también desde quienes hacen las leyes e imparten justicia, que siguen viendo a las mujeres como “la otra” parte y no como parte de.
Hay avances fundamentales como la ley que dice que las mujeres tenemos derecho a vivir libres de violencia y que la violencia contra las mujeres es un delito.
Otro ejemplo es la paridad. Ambas tienen enfrente un sendero empinado construido por las ideas anquilosadas y muy conservadoras que sostienen que el lugar de las mujeres está fuera del ámbito público.
En ese querer ir para adelante, hay quienes meten reversa, lo que se traduce en trampas que cavan a favor de la desigualdad, como el reconocimiento del producto antes de nacer o como sucedió en Oaxaca donde la paridad “efectiva”, al menos en el papel, se podrá aplicar en 2016 en 152 municipios de los 570 que componen la división política estatal; es decir, en 418 municipios la participación paritaria quedará al arbitrio de las asambleas, dominio de hombres, por cierto.
En todos estos años hay un cambio generacional, no todas las mujeres perciben la desigualdad porque ya fueron a la escuela, porque pueden acceder al trabajo, porque hacen tareas que antes solo eran permitidas a los hombres, porque ganan dinero y toman decisiones sobre qué hacer con sus vidas sin pedir permiso a nadie.
Jóvenes que no siempre perciben que otras siguen en condiciones de desigualdad, que ganan menos que los hombres, que sufren acoso sexual en la escuela o en el trabajo, otras simplemente no son candidatas de un ascenso o, como ya se planteó antes, muchas de ellas no aceptan el tan anhelo ascenso porque deben responder a su mandato de género de ser madres y responsables de su hogar antes que otra cosa.
Lo cierto es que el feminismo es una teoría política humana, científica y filosófica que no ha quitado el dedo del renglón desde hace más de 300 años demostrando que vivimos en un mundo diferente para unos y para otras, donde las otras no tienen el mismo valor.
El feminismo ha horadado las Ciencias Sociales, sin duda que sí. Pero aún sigue sin encontrar la herramienta que penetre las instituciones de gobierno ni hemos hecho posible que algunas de las tomadoras de decisiones dejen de perder el piso ni se mimeticen con el poder, al menos para no perder trechos avanzados o para no avanzar en reversa como claramente sucede en algunos casos.
Hay que reconocer en suma que algo o mucho cambió, depende del lugar donde se vive, que no todo es línea recta, que hemos dado varias vueltas en círculos y como consecuencia hemos llegado al mismo lugar, como sucede en esa negación permanente de perder el poder, de seguir con ese proceso de dominación sobre las mujeres, hombres patriarcales que ni se enteran que el feminismo plantea una sociedad distinta a la actual, una sociedad donde mujeres y hombres seamos iguales, no sólo como lo señala la constitución también en la vida cotidiana.
Así como hay gobernantes que no ven la desigualdad que marca la pobreza creciente, hay hombres en el poder que ni enterados están de lo que las mujeres han planteado históricamente, han normalizado la supuesta supremacía varonil, de ahí que sea común para ellos que las mujeres vayan detrás, que les pidan permiso para acceder a lo que tienen derecho.
Y sí, fue hace más de 20 años cuando en México Sara Lovera andaba de pueblo en pueblo para que periodistas, mujeres y hombres, nos diéramos cuenta de la profunda desigualdad que se vivía en los medios de comunicación, entonces las redes sociales eran incipientes, en ese entonces se creyó que ese espacio nos daría una posibilidad distinta, pero no fue así, se trasladó el mismo esquema patriarcal y en ocasiones es sumamente grotesco.
Después de Beijing, conocimos de manera inmediata la Plataforma de Acción y en específico el Capítulo J: La Mujer y los medios de difusión, considerando que éstos contribuirían al adelanto de las mujeres.
Tres aspectos fundamentales se planteaban: a) las mujeres no están representadas de manera equilibrada en los medios y por tanto no hay una correspondencia con la realidad; b) las imágenes de las mujeres responden a estereotipos de género, y c) hay una degradación de la imagen de las mujeres en los medios de comunicación.
¿Qué ha pasado 20 años después? Seguimos haciendo la misma pregunta: ¿Dónde están las mujeres? Y agregamos otra: ¿Cómo estamos representadas las mujeres en los medios de comunicación? Beijing impulsó entonces estudios locales, nacionales e internaciones.
Hoy tenemos respuestas y no solo generalidades: Podríamos decir que hoy más que entonces las mujeres están en los medios de comunicación, pero alcanzar la igualdad requerirá al menos 40 años de trabajo permanente. Es decir, seguimos sin una representación equilibrada.
Una de las razones es esa estructura informativa que sigue vigente y que define qué es y qué no es noticia, con base en quién tiene el poder. Y como ya sabemos que el poder político-económico-cultural no es compartido con las mujeres tendremos una respuesta precisa.
Aunque no podemos omitir que las mujeres o alguna clase de mujeres está representada en los medios, más allá de aquellas mujeres-objeto que la televisión, sobre todo la televisión, sigue utilizando para marcar lo que debe ser y lo que no debe ser una mujer de acuerdo con los cánones del patriarcado.
Esto nos ayuda a entender cómo estamos representadas las mujeres.
Lo otro que es cierto es que desde hace varias décadas, quizá poco antes de Beijing, la comunicación-información se ha feminizado, pero las decisiones aún no están en manos de las mujeres, de ahí que sigamos haciendo la misma pregunta.
Cierto, el hecho de que cada vez más mujeres sean dueñas, directoras, empresarias o hagan la información-comunicación no nos llevará de facto a cambiar los contenidos ni la representación de las mujeres en esos contenidos.
Por otro lado, quienes opinan –expresiones consideradas de gran valor, la neta del planeta– son mayoritariamente hombres a quienes poco les importa la desigualdad en la que viven millones de mujeres.
Las noticias se siguen jerarquizando bajo el dominio de quienes tienen el poder y las mujeres son reducidas a cuestiones que corresponden a los mandatos de género, sin duda un reflejo parcial de la realidad, considerando que hoy las mujeres están en casi todos, por no decir todos los ámbitos y quehaceres de la vida, en mayor o menor medida.
Además, sigue permeando las consabidas imágenes de mujeres-objeto, cuerpos sexuados que utiliza invariablemente la publicidad destinada curiosamente a “las consumidoras” y que contribuyen a normalizar la violencia de género, en específico contra las mujeres.
Las telenovelas son factores fundamentales, por su fácil acceso, a profundizar en la desigualdad. Eso sin contar el lenguaje que es el primer escalón de la invisiblidad.
Así que en tanto los dramas de la televisión dictan comportamientos violentos y de subordinación, las primeras planas de los diarios impresos, los portales no muestran el quehacer de las mujeres.
No digamos de la radio, donde es todavía mayor la inexistencia de las mujeres. Hace unos días escuchaba un anuncio que decía algo así como: “acuda a la médico especialista”.
Falta mucho por hacer, estamos en ese principio de claridad para una porción de las y los hacedores de noticia, hay intentos por mejorar los contenidos de la comunicación-información, pero “es normal” que los grandes medios nos siguen recetando la misma historia cada día, como dicen las expertas en esta materia, un reflejo sesgado y machista de la realidad.
Hoy tenemos un reto fundamental frente a la violencia generalizada que incluso, de manera voluntaria o involuntaria, ha ocultado “la otra” realidad. Incluso resulta difícil hacer los planteamientos sin que ello involucre a quienes toman las decisiones, entre quienes imparten justicia, entre quienes tienen la responsabilidad de cerrar las brechas desde las instituciones y cuyas malas acciones se desbordan escandalosamente y que muchas veces se trata de mujeres.
Cuestiones que son inocultables, imposibles de omitir, porque quienes informan no son tomadores de dictado, también hacen cuestionamientos, también investigan, como nos decía Sara Lovera hace más de 20 años y que hoy resulta de lo más novedoso en el periodismo llamado de investigación, por paradójico que nos parezca, como tampoco se pueden justificar las malas prácticas gubernamentales que siguen zanjando brechas entre mujeres y hombres, bastaría con leer con cuidado y entender los planteamientos que hace veinte años quedaron inscritos en la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing.
Si hablamos de ética informativa y de ética en comunicación tenemos que mostrar la realidad de hombres y mujeres, tal cual, no de manera parcial, porque entonces estaremos faltando a uno de los preceptos fundamentales: la veracidad, los hechos concretos y lo que resulte de la investigación.
Ni más ni menos.